Malgorzata Szumowska… a examen (II)

Únicamente el Pastor puede contar historias. Una regla en apariencia inofensiva, pero que encierra en sí misma la imposibilidad de construir memoria compartida e imaginar otras realidades para las mujeres, adolescentes y niñas, que forman el rebaño de una secta liderada por el personaje de Michiel Huisman. En mitad del bosque, aislados de toda civilización y sin referencias temporales que permitan concretar la época en que transcurre la acción en principio, la comunidad que describe Malgorzata Szumowska en The Other Lamb (2019) es una síntesis de las estructuras sociales de dominación desprovista de cualquier adorno superfluo, tecnología o lujo. Lo que constituye la misma razón de existencia de estos grupos. Pero a diferencia de cómo se reflejan este tipo de cultos en otros filmes como Princesita (Marialy Rivas, 2017) —que estaba inspirada incluso en hechos reales—, el relato de esta película es puramente conceptual y alegórico, creado con sentido profundamente simbólico para exponer los mecanismos del abuso y la violencia hacia las mujeres tanto como su interrelación y retroalimentación con dichas estructuras de poder establecidas.

Las mujeres se encuentran divididas en dos castas: las esposas y las hijas, que visten con colores distintos y viven segregadas, con sus funciones y responsabilidades específicas. La joven Selah (Raffey Cassidy) está a punto de comenzar a menstruar. Se trata de un momento clave en su desarrollo pero también es la puerta al cambio de su lugar en esta comunidad. Planos fijos y un montaje preciso capturan el entorno enclaustrado entre los árboles donde se suceden los días en la cotidianidad de las labores domésticas y los rituales que lidera Huisman. Las composiciones con exceso de aire en la parte superior en planos generales y medios de los personajes subrayan la opresión social expresada a través del paisaje y definen su atmósfera inquietante con ayuda de la banda sonora de Paweł Mykietyn, potenciada por los lentos zoom que en ocasiones utiliza la cineasta sobre el rostro de su protagonista o buscando la mirada del Pastor. La estratégica situación de unos omnipresentes e interminables cordones blancos que se entrecruzan sobre sus cabezas transmiten esa idea de trampa a modo de telaraña, de jaula de la que no pueden escapar.

Fugas oníricas y visiones explicitan el estado de crisis interna, la progresión de Selah respecto a su rol en el sistema de convivencia impuesto y también la naturaleza metafórica de la cinta. El tratamiento formal de Szumowska introduce elementos en su narrativa que la llevan al terror psicológico a través de su punto de vista. La seguimos en su cuestionamiento de lo que ve a su alrededor, mediatizada por miedos subconscientes que todavía es incapaz de articular racionalmente o expresar. La violencia que palpita debajo de las interacciones entre ellas y con el gurú de la secta —dueño de sus cuerpos, su sexualidad, su capacidad reproductiva y también de lo que deben pensar de él— no parece tan obvia encajada en una doctrina espiritual represiva con principios morales y costumbres que deben seguir ciegamente. Una violencia que no es sólo un instrumento, sino también el sentido mismo de la cultura creada a su alrededor para perpetuar y ejercer su poder.

La protagonista ve proyectada la misma violencia real y simbólica que sufre en una experiencia trascendente durante el nacimiento de los corderos, que suponen su principal fuente de subsistencia. La sangre, el sufrimiento y la muerte trastocan su conciencia al igual que su contacto con una de las esposas, castigada y aislada por impura. The Other Lamb propone un microuniverso que es un reflejo alegórico de nuestra sociedad patriarcal y lleva a los límites del abismo sus cimientos, sin eludir sus más crudas consecuencias. Pero también apuesta por el poder emancipador del relato y la capacidad transformadora de su transmisión, en cuya dimensión política como germen de agitación de la acción colectiva reside también la fuerza y la oportunidad para destruir sus jerarquías.

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