Lo mejor de 2022 por… la redacción de Cine maldito

Como enamorados del cine, volvemos a cumplir con nuestro deber de opinar sobre aquellas películas que se han ido estrenando en España a lo largo de 2022. Nombres que nunca fallan y algún que otro descubrimiento plagan una variopinta lista realizada por un variopinto grupo de personalidades (nuestros redactores) con gustos que a veces parecen contradictorios. Lo sabemos, no hemos podido reducirlo a diez por un triple empate por el último puesto que hemos considerado más que necesario mostraros. Y avisamos, aquí solo ganan las películas, poco importa el orden en el que aparezcan, todas merecen los destellos dorados con las que las vestimos al rescatarlas. Adiós, 2022.

 

1 — Memoria (Apichatpong Weerasethakul) [I, II]

Apichatpong Weerasethakul está cogiendo las riendas de la historia del cine y sigue demostrando, continuamente, que se puede hacer cine desde infinidad de lugares y de una forma que todavía resulte original. Ver Memoria significa recuperar una fascinación primigenia por las imágenes y los sonidos, pues se escribe desde una vocación iconoclasta, desde la resistencia al consumo y desde la intuición pura. El cineasta tailandés opera desde la linealidad causal del relato y, aún así, logra a través de un primoroso trabajo de montaje y selección de escenas, una preciosa ambivalencia, a partir también de la fina línea que separa la realidad y el fantástico. Film que siempre insinúa y nunca exhibe, sutil y nunca superfluo. Una obra maestra. [Arnau Martín]

 

2 — Aftersun (Charlotte Wells) [I]

El reflejo de la protagonista de Aftersun (Charlotte Wells, 2022) en la pantalla de un televisor y el reflejo de su padre años atrás en otro comunican dos puntos temporales, dos espacios y dos personajes aparentemente irreconciliables. La cámara de video doméstica se muestra tanto generadora de recuerdos como mediatizadora de la mirada a su propio pasado. Los silencios en este filme son tan expresivos como las palabras y cada gesto parece sintetizar toda la infancia de una niña que observa a su padre con otros ojos, que evalúa esa paternidad traumática que define a un adulto incapaz de ejercer el rol que se espera de él. La propia película de la cineasta —inspirada en elementos biográficos— se puede tomar como un contraplano del reflejo de sus vivencias personales. Un viaje en la memoria que busca entender al otro desde la mirada retrospectiva hacia sí misma y las situaciones, reinterpretándolas. La honestidad de esta perspectiva, fuertemente enlazada al discurso del relato, llega hasta incluir el fuera de campo, aquello que Sophie capta intuitivamente pero no sabe explicar ni entiende. Un fuera de campo que también despoja de cualquier artificio a sus imágenes, liberándolas de la imposición de un sentido unívoco, al reconocer explícitamente la manipulación que la memoria y el cine construyen sobre ellas. [Ramón Rey]

 

3— Drive My Car (Ryûsuke Hamaguchi) [I, II]

Drive My Car es una elegía a la ausencia y a quienes, como diría David Trueba, han aprendido a perder. No por gusto, por supuesto, sino por necesidad… Como lo son las tormentas de verano. Porque, como ellas, los protagonistas de la historia, en medio de la borrasca que se precipita bajo la piel de los cuerpos, oculta a los transeúntes que buscan entre sí el tejado donde guarecerse y, a su vez, el lugar donde volver a querer. Ryûsuke Hamaguchi se inspira para la película en una obra menor de Haruki Murakami, pero que, con la perspicacia que nos tiene acostumbrado el director japonés, se convierte en una obra de profusa humanidad. Desde el inicio hasta el final, como si se tratara del síndrome de Stendhal, en un estado febril y de exhortación, el espectador se complacerá al deleitarse a lo largo de tres horas con un cine que evoca a las mejores obras de la última década. [Adrià Allande]

 

4 — Vortex (Gaspar Noé) [I, II]

«Para aquellos cuyo cerebro se descompondrá antes que su corazón». Siempre hemos entendido al corazón como el órgano portador del amor, sin embargo, en Vortex, Gaspar Noé parece indicarnos que, quizá, este órgano sea realmente el cerebro. Cuando, en una entrevista concedida a Cine maldito, tuvimos la ocasión de preguntarle si estaba de acuerdo con esta idea, el cineasta francés respondió: «¡Hay que creer en el amor!». Al fin y al cabo, Vortex no deja de apelar —pese a todo el dolor que la cinta contiene— a la entusiasmada declaración de su director. Un testimonio centralizado en la divagación física y memorística de Dario Argento y Françoise Lebrun, entregados en cuerpo y alma a establecer un vínculo capaz de atravesar la separación a la que se ven abocados. El intento por encontrarse una última vez antes de un desvanecimiento inevitable gracias a aquello que, incluso en su lecho de muerte, para muchos aún es eterno: el amor. [Pol Romero]

 

5 — Licorice Pizza (Paul Thomas Anderson) [I]

Licorice Pizza condensa el espíritu y orografía de un maravilloso ente como es la ciudad de Los Ángeles de la década de los 70; Paul Thomas Anderson prefiere no caer en el tópico de la California del glamour y la ostentación, sino que aboga por recorrer el reverso mas purificado del ‹american way of life› de la mano de su dupla protagonista, componiendo una sucesión de momentos que nos trasladan a un enclave crucial para la historia moderna de los Estados Unidos como es hoy recordado el citado decenio. Una relación sentimental urdida en la adolescencia a la que veremos germinar, desarrollarse, romperse y recomponerse, vehículo con el que Anderson procesa un sentimental viaje cinematográfico repleto de energía emocional. El gusto del cineasta por construir sus películas en base a la colección de escenas evocadoras y las encantadoras interpretaciones de Alana Haim y Cooper Hoffman son el andamiaje perfecto para disfrutar de este paseo sentido hacia los más realistas recovecos de la juventud, desde la efervescencia evolutiva de la ingenuidad hasta el enternecimiento provocado por la abrupta venida de la madurez. [Dani Rodríguez]

 

6 — ¿Qué vemos cuando miramos al cielo? (Alexandre Koberidze) [I]

¿Qué vemos cuando miramos al cielo? proporciona el muy infrecuente placer de lo único, de lo inesperado. En tiempos de franquicias, secuelas, remakes y cine de autor que empieza a empantanarse en temas y formas ya altamente codificadas dentro del ámbito festivalero, surge esta extraña fábula moderna, naíf en sus mimbres, poderosa y universal en su alcance, que, como la lejana Los hombres del domingo de Ulmer, Siodmak y compañía, capta el respirar de una ciudad de forma leve, orgánica y poética, mientras desarrolla, con delicadeza y un amor por lo fantástico imbricado en la realidad dignos de Miyazaki, una historia de amor sencillamente preciosa, al tiempo que reflexiona sobre el propio cine y los mecanismos de la ficción para explicarnos a nosotros mismos. Poco importa si su extenso metraje se hace un poco cuesta arriba hacia el final, porque lo que prevalece es el asombro, la belleza y la capacidad de un director para, nadando contra la corriente de las modas, regalarnos una obra tan feliz y luminosa como una tarde ociosa de verano en la compañía más deseada. Y encima preconizando y celebrando la victoria de la Argentina de Messi en el mundial, qué más le podemos pedir. [Nacho Villalba]

 

7 — Mantícora (Carlos Vermut) [I, II]

Puede que la temática de Mantícora no resulte del todo extraña dentro de la filmografía de Vermut. Sin embargo, después del paso atrás que supuso ¿Quién te cantará? es un placer retornar no solo a las temáticas sino también a esa puesta en escena de extrañamiento realista. Y es que más allá de la dureza de lo expuesto, Mantícora impacta por esos mundos tan palpables y, al mismo tiempo, tan aislados, tan distantes. El film consigue asociar su imagen con sus protagonistas y sus conflictos y, con todo ello, generar algunos de los momentos más perturbadores de los últimos tiempos: sin ruido, sin exceso solo con la implacable inevitabilidad de no poder apartar la mirada. [Àlex P. Lascort]

 

8 — Pig (Michael Sarnoski) [I]

Rob es un tipo solitario que vive al margen de la sociedad junto a su cerda trufera. Sus únicos escarceos con esta se limitan a un intercambio silencioso con Amir, un cliente al que provee y cierra la puerta en las narices sin mediar palabra. Un gesto tan simple como definitorio que marca las líneas de un discurso donde lo social se transforma en elemento fagocitador del individuo, y en el que el personaje de Bob se erige, más que como ente ajusticiador a través del gesto, como percutor de un universo que derruye con la sencillez de la palabra. Pig se alza así como un film discursivo capaz de encontrar cierta tristeza y melancolía casi tácitas en un mundo donde solo la memoria sobreviene ante una naturaleza devoradora cuyo fin es capaz de narrar un portentoso Nicolas Cage sin ni tan siquiera quebrarse. [Rubén Collazos]

 

9 — Un héroe (Asghar Farhadi) [I]

Este 2023 se cumplen dos décadas del debut cinematográfico de Farhadi. Tras nueve largometrajes (dirigidos y escritos por él mismo), a nadie le quedan dudas de cuál es la piedra angular de su cine: la sumersión de sus protagonistas en las pantanosas aguas de la moralidad. Este motivo secular sigue presente en Un héroe (2021), film que, además, le ha convertido en la vida real en uno de sus personajes de ficción —acusado de plagio—. En todo caso, estamos ante un proyecto cargado de un envidiable sentido del ritmo y de precisas decisiones de puesta en escena (confrontar frecuentemente a su protagonista con su reflejo, con su otro especular), que culmina en un plano final que podría situarse entre las mejores composiciones de su filmografía. Por suerte, en el cine de Farhadi no existe el artificio formal, pues sigue enfocando sus esfuerzos en lo que mejor sabe hacer: narrar historias. [Matíes Tugores]

 

10.1 — La maternal (Pilar Palomero) [I]

Cada día parece más lejano aquel escenario en que el cine español se mostraba obsesionado en copiar el modelo Hollywoodiense. De hecho, la cartelera ibérica lleva ya unos cuantos años destacando por ofrecer un producto mucho más personal del que caracterizaba el de la primera década del siglo. Y la buena noticia es que el público parece satisfecho con él. Entre las películas más celebradas, destaca una suerte de corriente de directoras que se caracterizan por llevar a la pantalla historias personales en clave realista. Los títulos de dicha tendencia, con sólida presencia en los premios de la academia, suelen balancearse entre la transparencia próxima y la frialdad indiferente. Sin embargo, el segundo trabajo de Pilar Palomero es de una redondez impresionante. En primer lugar, La maternal desprende vida. Lo anómalo de los hechos relatados está bellamente acompañado por sinceridad y transparencia, sin edulcorados ni subrayados. En segundo, y a pesar de la sencillez de la propuesta, Palomero logra transmitir emociones muy profundas, sobre todo gracias a la credibilidad de los personajes, que son descritos con madurez y sin concesiones. De ahí que el título que nos ocupa destaque como uno de los más sólidos que el país haya dado este año. [Martí Sala]

 

10.2 — Mass (Fran Kranz) [I]

Uno de los significados que definen al término ‹mass› desde su origen inglés es el de masa, tanto de un material como de un grupo humano o animal. También es una mayoría o lo masivo. Pero lo más doloroso es que además designa un tumor. Fran Kranz, un actor secundario prolífico en films de terror y comedia, capaz de superar a sus compañeros de reparto en La cabaña del bosque, se queda al otro lado de la pantalla para escribir y dirigir un drama perfecto que intenta sanar una herida trágica de la sociedad norteamericana. Con cuatro actores protagonistas enormes que dialogan, escuchan, acusan y comprenden lo incomprensible. Como ese tumor generado por sus hijos, ausentes. Mass es una película sólida de nervio teatral pero hecha con cine puro, que ablanda incluso a espectadores prevenidos ante lo que verán, con la dimensión desde los planos, contraplanos hasta el alma en la mirada de cada personaje. Cuatro adultos devastados en una historia de tensión creciente, catarsis final, un western poético. Un viaje al que se llega sigiloso, como los tres anfitriones secundarios que actúan como maestros de la ceremonia, y del que cuesta salir sin cuestionar la educación,  el amor y la segunda enmienda norteamericana. Ahora que revive en televisión es el gran momento para verlo. [Pablo Vázquez Pérez]

 

10.3 — Red Rocket (Sean Baker) [I]

Si hay algo que se le da de fábula a Sean Baker es crear cuentos de hadas luminosos y adictivos entre los despojos de la sociedad norteamericana. En esta ocasión y gracias a la magnífica verborrea de Simon Rex, que se mimetiza a la perfección con un actor porno venido a menos que vuelve a lo que antaño decidió llamar “hogar”, nos vuelve a sumergir en los suburbios para desmenuzar la cara B del sueño americano, en una historia tan humana como tramposa, con un tipo que nunca llegará a crecer y que nos crea la necesidad de llevarnos las manos a la cabeza e insultar con alegría a su protagonista ante cada una de sus ocurrencias. Descarada, divertida, llena de dulces agujeros de rosquilla y muy, demasiado humana, Red Rocket es un hit de pop para repetir una y otra vez: «Baby, bye bye bye». [Cristina Ejarque]

 

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