El hombre que diseñó España (Andrea G. Bermejo, Miguel Larraya)

Hay un hombre que en España lo hizo todo. Si hablamos de diseño y a partir de la transición ese hombre sería José María Cruz Novillo. Este fascinante personaje es al que Andrea G. Bermejo y Miguel Larraya ponen delante de la cámara y dejan que hable de sí mismo —algo que desde la humildad y la autoconsciencia que transmite no parece molestarle demasiado—. El que fuera Premio Nacional del Diseño de 1997 y obtuviera la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes de 2012 (entre un buen puñado de reconocimientos) es un desconocido para el público general fuera de los ámbitos relacionados con su trabajo. Ni siquiera sonará su nombre para muchos de los que estamos más cerca del cine y conocemos su emblemática obra en carteles de películas de cineastas como Carlos Saura, Víctor Erice, Montxo Armendáriz o Luis García Berlanga.

Esta falta de justo reconocimiento es lo primero que parece querer enmendar el documental El hombre que diseñó España mediante una estructura cronológica sencilla en su montaje, que abarca desde sus humildes orígenes rurales, su ascenso meteórico y el contacto con las corrientes más modernas del diseño. De ahí pasa a centrarse en los encargos institucionales con la llegada de la democracia que pretendían darle al Estado y al país una nueva imagen, una ruptura estética con el pasado inmediato y adaptarse a los nuevos tiempos de libertad y democracia. Nunca dejando de lado sus pequeños encargos, esos que pasan más desapercibidos y en principio son más irrelevantes.

Con los testimonios de figuras importantes en su carrera como Alfonso Guerra o Joaquín Leguina, y la inclusión de los comentarios de su propio hijo, se explora la atemporalidad de los diseños de logos tan reconocibles que persisten hasta la actualidad en empresas privadas y organizaciones públicas: Correos, Renfe, el PSOE, Endesa, Repsol, Cope, El Mundo o la bandera de la Comunidad de Madrid y la concepción de los nuevos billetes de pesetas que se pusieron en circulación con la nueva era que había llegado también a la banca. Intercalando con las explicaciones extraordinariamente concisas y francas —junto con las personas que le conocieron en el proceso— aparece metraje en formato vídeo, y de televisión y cine, de documentos y películas de la época que sirve para tomar un punto de referencia visual de ese período de transición. Período de transición que lo era también en la creación de un diseño corporativo y unas formas visuales consistentes que acompañarán a la radical evolución social, cultural y política durante los años ochenta principalmente y cuyo legado todavía tenemos muy presente.

Desde un pueblecito de Cuenca hasta el hotel Plaza de Nueva York y de vuelta a España, Cruz Novillo se trajo ideas transgresoras que en ese mismo instante estaban definiendo lo que era el diseño sobre la marcha. Con su propio estilo influyó en generaciones de profesionales que lo han tenido de indiscutible referencia. Además de la longeva vida de sus obras como diseñador y el análisis de sus formas que parecen proceder de una especie de iluminación revelada en la mente del sujeto en cuestión, el film da espacio también a las otras disciplinas que ha cultivado como artista. Especialmente el curioso ejemplo aplicado en el diseño de las fachadas de la sede del Instituto Nacional de Estadística en Madrid, donde utiliza el concepto de diafragma desarrollado por él en los años noventa, que permite combinar color, sonido y matemáticas en la creación de obras basadas en la combinación de unos elementos concretos predefinidos.

El hombre que diseñó España llega a hacer un guiño metatextual con la aparición de la misma elaboración del cartel de la película —que se encarga a la misma persona en la que centra su estudio—, que usa como base las ideas del póster de Ana y los lobos (Carlos Saura, 1973). Y, de esta forma, demostrando a la vez la vigencia de las ideas y la propia mirada de un hombre clave para entender la transformación de la sociedad española después de la dictadura y su impulso a la modernización. Una transformación que va más allá de los visible, de lo superficial, y que afecta a las personas de manera profunda como todos los objetos y formas que nos rodean cotidianamente. Porque como el propio Cruz Novillo defiende —entre un puñado de aforismos imperdibles que expresa a lo largo de sus declaraciones— los objetos no son simplemente funcionales y tienen un sentido poético para las personas.

No es descabellado por tanto decir que la idea de España actual esté mediatizada, creada e incluso internalizada en gran parte a través de la perspectiva y sensibilidad artística de una sola persona. Una persona a la que el documental de Andrea G. Bermejo y Miguel Larraya intenta dar homenaje, dejando que sea su propio trabajo y él mismo los que expresen ideas imposibles de capturar salvo ahora, a través de un cuidado punto de vista en retrospectiva histórica sobre el que esta modesta obra cinematográfica construye su impecable discurso.

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