El despertar de las hormigas (Antonella Sudasassi)

Parece inevitable pensar en la gran capacidad de observación que posee Antonella Sudasassi y su atención al detalle simplemente mirando la gran mayoría de los planos que componen El despertar de las hormigas. Uno de los momentos más bellos de la película trata de su protagonista Isabel (Daniella Valenciano) cuidando su largo cabello sentada en el jardín de su casa bañada por la luz del sol. Su melena se convierte durante todo el metraje en un símbolo recurrente al servicio de la narración. Sirve para mostrar ese momento de soledad en el que aparentemente está dedicando mucho tiempo en mantenerla para sí misma. Más tarde descubrimos que si tiene el pelo tan largo es porque a su marido le gusta así. Esta podría ser una síntesis discursiva del film: un cuestionamiento permanente de las acciones y motivaciones de su protagonista en su rutina doméstica y familiar diaria con el detonante del deseo de su esposo de tener otro hijo. Su dedicación —con la excusa y justificación del amor debido— a sus dos hijos y su marido como reflejo de esa subyugación impuesta tradicionalmente de las mujeres en su rol de madre, esposa y ama de casa.

Las fugas de la realidad que la protagonista experimenta —momentos de evocación onírica que introduce la directora con cada vez mayor intensidad emocional y disruptiva— son la única concesión a un relato hermético en el tratamiento psicológico. Lejos de destruir la verosimilitud de su aproximación de realismo social, provoca el efecto contrario a favor de su autenticidad emocional y dramática. Porque ante todo la mirada de Sudasassi es cálida y captura momentos de gran humanidad mientras desentraña el evidente desequilibrio de poder entre hombres y mujeres a través del retrato de la pareja. Un desequilibrio que se impone externamente y se expresa en multitud de gestos y acciones inconscientes por todos nosotros como individuos. La represión de Isabel impide que alce su voz y manifieste sus necesidades explícitamente para cambiar su situación o acepte otros modelos de mujer para ella inalcanzables. La posición de padre de familia le da a Alcides (Leynar Gómez) un privilegio constante por ejemplo en el manejo del dinero de su sueldo, mientras no tiene problemas para saquear sin permiso la cajita en la que ella guarda lo que gana cosiendo sus encargos. La suegra que critica cualquier actitud o decisión que no encaje en la restringida idea de lo que es una buena madre por su anacrónica concepción heredada. Este proceso de transmisión de los roles se ve también en otros instantes en que madre e hijas se arreglan el pelo cada una a la siguiente de menor edad haciendo una trenza o cuidándose el cabello que las niñas también han dejado crecer imitando a su figura maternal.

La toma de conciencia de su protagonista y sus contradicciones emergen como el sustento de la narrativa de El despertar de las hormigas. La decisión de tomar anticonceptivos supone el primer paso hacia un cierto grado de autonomía, apropiándose del control de su cuerpo y su capacidad reproductiva en un contexto económico difícil y una situación personal desbordada por la atención que necesitan ya sus dos hijas, las tareas del hogar y sus clientas. Con las responsabilidades familiares asignadas a su cargo por defecto, el mero hecho de pedirle a su marido que ponga la mesa parece una transgresión radical del ‹statu quo›. Y así va configurando la directora un proceso sutil y progresivo de transformación en términos diminutos que sin embargo tiene repercusiones enormes en ella misma y su entorno como reflejo de las estructuras sociales en las que se integran. Cambios internos que se manifiestan en una mejora de su situación, pero no pueden resolver a priori su frustración en la búsqueda del placer sexual —que debe explorar en solitario— y la resistencia que encuentra en un amante que busca ejercer su papel dominante aunque sea sacrificando la satisfacción de ambos por la suya únicamente. O la misma asimetría presente entre sus anhelos de salir fuera de la casa para realizarse profesionalmente mientras él pretende construir una nueva en el campo que pueda albergar a una familia todavía mayor, con el riesgo de perpetuar un destino ante el que Isabel se está revelando.

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