La alternativa | Perros rabiosos (Éric Hannezo)

«But I’m a creep
I’m a weirdo
What the hell am I doing here?
I don’t belong here»

Creep, Radiohead

Fuera de lugar parece estar ese joven de ojos expresivamente claros que espera en un coche. Hay nervios en sus manos, y mucho movimiento a su alrededor. Cualquiera podría ser el que perturbara su plan perfecto. Como una promesa de encontrar entre los personajes protagonistas a talentosos perdedores, Perros rabiosos comienza en alto con cuatro hombres enmascarados huyendo de la masacre creada por el puro peso de los acontecimientos.

Nos ofrece así una prometedora huida hacia la desesperación con el afán de añadir personajes que disgreguen sus idealizados planes. El director se niega a bajar el ritmo y para ello crea un ambiente claustrofóbico en el que rehenes y atracadores deben compartir el estrecho espacio de un Volvo. Las horas nos marcan el ritmo de esta huida, que no hace más que propiciar actos desesperados frente a los muchos infortunios que prometen estos viajes.

Pese a lo reducido del espacio, el director sabe enmarcar cada uno de los personajes con una perfilada personalidad, y fijarse en cada uno de ellos al detalle sin necesidad de cambiar el espacio. ‹Flashbacks› que apenas se convierten en un apunte, se emplean para consolidar el motivo por el que se encuentran en esa situación, dando una perspectiva casi emotiva a sus personalidades para que empaticemos con ellos.

Como un homenaje continuo, Hannezo se obsesiona con las iluminaciones rojas sobre sus personajes, convirtiendo en una necesidad que Mario Bava siga en la película aunque sea en espíritu, pese a que sea una estética totalmente contraria a la Cani arrabbiati original, que sucede a plena luz del día y esquiva cualquier efectismo en su estética de ‹road movie› de los 70.

Aquí prima la moda USA, al menos en las formas que comprimen la acción, ese efectismo y bravuconería que desata cualquiera de sus películas que sirve, además, como premio a la espectacularidad y que fácilmente engancha al espectador. Pero Perros rabiosos cuenta con algo diferenciador de las masas, un guion original que se convierte en la perfecta guía de viaje a la que pocos “peros” se le pueden achacar, ya que su base (con algunas variantes que quieren imprimir no siempre con éxito algo de profundidad a estos hombres desesperados) es inspirada y vibrante, con un final que se convierte en pura electricidad.

También sabe tratar visualmente cada espacio que visitan estos extraños compañeros circunstanciales. Cada parada tiene su pequeño infortunio, como interludios en los que la realidad y lo cotidiano toman fuerza para recordarles dónde están, abriendo nuevas vías de escape o aparentes finales del camino gracias a los extraños que se deciden a participar de esta conversación privada. Huir hasta la frontera no tiene por qué ser fácil.

Perros rabiosos es plenamente consciente de estar manejando material peligroso, y lo hace con soltura, queriendo Éric Hannezo imprimir su propia huella ya desde la adaptación del guion. Un oscuro viaje lleno de hombres inconscientes, víctimas irreverentes y primeras veces que van a hacer en pocos kilómetros un recorrido completo de vida, acumulando errores, muertes y decadencia allá por donde pasan. Un retrato perfecto de perdedores haciendo lo que mejor saben, sin que el nombre de Mario Bava pueda quedar manchado, al no tratarse de un inapropiado ‹remake›.

Y no, ninguno pertenecía al lugar en el que se encontraba.

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