Varados (Helena Taberna)

En Varados, el nuevo trabajo de la navarra Helena Taberna, nos adentramos en la realidad de los refugiados llegados a territorio griego, mientras esperan lentamente a regularizar su situación o la de sus familiares. Ya sea en edificios ocupados, en pisos o en campos de refugiados, los protagonistas de este documental viven con sueños y perspectivas de futuro amenazados por las trabas burocráticas y por la lentitud de los procedimientos.

No es casual la elección del título, pues el documental nos habla de personas estancadas en su situación durante meses o años, que no pueden avanzar y en las que poco a poco va creciendo la desesperanza, la hartura y la sensación de que el camino es demasiado largo. El enfoque que elige Taberna para su obra es, de hecho, eminentemente introspectivo; no trata a la gente que retrata desde la distancia, no sermonea y no les victimiza. Simplemente deja que ellos se expongan ante las cámaras y cuenten sus vivencias y reflexiones.

Porque esta película va más allá de decirnos que la situación de los refugiados en Europa es precaria e insostenible, y tampoco se preocupa de proporcionar datos más allá de los que declaran los entrevistados. Lo que cuenta en Varados es el testimonio personal. No decir cuál es el problema, sino desgranar cuál es la consecuencia emocional del problema, cómo sus afectados conviven con ella y de qué forma moldea su estado de ánimo. Nos hablan frente a la cámara de sus sueños y frustraciones, de sus historias personales y de la esperanza convertida con el paso del tiempo en desilusión y desafección en algunos casos, o en pura convicción y tozudez en otros.

Desde el hombre agotado de un farragoso trámite burocrático por traer a su familia hasta los jóvenes que crecen en un campo de refugiados y mantienen la ilusión en su futuro; desde la mujer que, escapada de una trama de tráfico sexual, nos habla de cómo continúa viva por pura autoconvicción, al hombre que trabaja en una iniciativa local que organiza actividades para refugiados como él. En cada una de estas historias personales hay matices, distintas formas de afrontar los obstáculos de sus situaciones, pero en todas ellas subyacen la denuncia social y la reivindicación por un problema que es global, pero que se entiende mejor desde el microcosmos de las experiencias individuales.

El punto de vista que elige Taberna, sin embargo, no carece de peros. En su ejecución me molesta una cierta exaltación artificial de los sentimientos, que no logra hacer que me desprenda del todo de la sensación de que estoy viendo, no una colección de testimonios a los que se da espacio para expresarse, sino una narrativa elegida de antemano por su directora. El uso de la música particularmente, también el acercamiento a muchas secuencias, revelan un posicionamiento que en este contexto particular puede considerarse incluso invasivo, pretendiendo guiar con recursos extradiegéticos a emociones que la película alcanza mucho mejor en su condición de plataforma para la expresión personal de aquellos a los que retrata. Pese a que no es un fallo que calificaría como grave y en cierto modo podría considerarse como algo inevitable desde el momento en el que alguien decide elaborar un mensaje claro de denuncia social con su película, encaminándola por tanto en una dirección clara de cara a apelar a la empatía del espectador, en esta cinta más que en otras esto cobra especial importancia porque se siente como si estuviese delimitando el espacio que ha elegido dar a sus entrevistados.

Aunque algo lastrada por estas impresiones negativas en ciertos puntos de la obra, lo cierto es que Varados me cautiva con su fórmula sencilla, con su lirismo cuando complementa adecuadamente el discurso y no lo condiciona o fagocita (la secuencia final es una joya), y con la sensibilidad fuera de toda duda que demuestra una autora de quien puede adivinarse un compromiso sincero por retratar, mostrar y denunciar la realidad marginal de los refugiados, eligiendo como vía no su propio discurso sino el acercamiento respetuoso a la misma, dando voz a sus protagonistas y permitiendo que ellos mismos construyan la perspectiva emocional de la película.

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