Urszula Antoniak… a examen

Vaga una idea inmensa en el primer largometraje de Urszula Antoniak que resulta preciosa y temerosa a un tiempo: a una relación se llega solo y se sale más solo todavía. Porque aunque Nothing Personal sepa amoldarse a la soledad individual dentro de la sociedad de una forma brusca y consentida, comparte esa convicción como si los distintos estados de una relación amorosa se viviesen a la inversa, recapitulando esas soledades de las que venimos y a las que llegaremos en algún momento, a modo de capítulos que dividen los estados en los que se ven comprometidos sus dos protagonistas.

A la directora no le bastan las medias tintas, es consciente del sufrimiento vital que padecemos en nuestras cabezas y que de una forma u otra nos rompen hasta tomar la decisión más tajante posible. Es ahí cuando ella interviene y recrea sus historias, a partir de una mente hastiada por un mundo construido por costumbrismos inquebrantables. De entre sus temáticas favoritas, es quizás la soledad su fuerte, epicentro de algunos de sus títulos, y carta de presentación aquí en Nothing Personal.

Solo necesita unos instantes para dejar de lado a la masa con una mujer quitándose una alianza mientras vecinos rebuscan en su vida pasada, abandonada en una acera. Es lo único que nos invita a pensar que ella será una nómada con pasado, uno que se puede tirar a la basura. A partir de aquí caminamos por Irlanda, solitaria, húmeda, verde. Abismal. Una mujer sin nombre desafía a las pocas personas con las que se cruza y simplemente avanza, en la búsqueda de un tesoro único, el fin del mundo donde nadie la encontrará.

Inmensos parajes rodean su pequeño cuerpo y nos sentimos abrumados. Lo curioso, lo que no hace tan dura la esencia de este film es que ese “más lejos todavía” lo encuentra cerca de un hombre, con una casa y un huerto que trabajar. Es así como contemplamos una de las maravillas que solo los humanos nos permitimos dentro de esta gran comunidad, y que tan bien se nos ha dado en estos últimos meses: la soledad individual compartida en un mismo espacio. Unas pequeñas normas de convivencia en forma de voto de silencio y ya solo nos queda disfrutar del lenguaje corporal y espacial con el que nos comunica Lotte Verbeek bajo las órdenes de Urszula Antoniak. El silencio lo es todo para subsistir en soledad.

Evasión de cortesías, miradas fugaces, complicidad cultural, cercanía y vuelta a comenzar. Cuando son dos los protagonistas recibimos algo del calor desesperado que el inconsciente busca aunque la terquedad propia de la mujer pida lo contrario. El hogar, por muy limpio de recuerdos que se encuentre, tiene su propia armonía, las sombras de una vida confortable que invitan a adaptarse de nuevo a la convivencia. Sin olvidar esos capítulos que nos marcan una longeva relación sentimental inversa, nos encontramos con esculpidos momentos de intimidad que no necesitan una cercanía física o afectiva para resultar sinceros. Son solo pequeños gestos que se transforman en grandes gestas. El amor propio y el respeto son apartados inolvidables, casi tangibles en la forma de rodar estas escenas, donde la costumbre rompe el pacto de no intromisión simplemente por el desgaste del tiempo.

Es esa facilidad de Urszula para acercarse al lado oscuro del humano y convertirlo en un tesoro que convertir en protagonista es única. Se convierte en un revulsivo dominante, con personajes fuertes que no necesitan sacar a la luz sus pasados para justificar el momento que viven, que florecen y evolucionan sin control hacia un estado imprevisible, y que se sienten acompañados por su entorno, como si el paisaje de este cuadro fuese tan colorista como su elemento principal. Es una directora que pone el puño sobre la mesa sin que seamos conscientes del acto en sí, capaz de agitar nuestros propios sentimientos a partir de personajes recios, opacos, intrigantes, que tienen poco que decir y mucho que mostrar.

Silencioso, solitario, cercano a la muerte, Urszula Antoniak sabe exprimir lo errático, olvidar lo empático y sacar a la luz belleza de todo ello, siendo Nothing Personal un primer paso para su experimentación sobre la mujer y su negación a corresponderse con los márgenes establecidos. Dilapidante y detallista.

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