Un coche cualquiera (David P. Sañudo)

Mediados de los años noventa a las afueras de un club nocturno a las tantas de la madrugada en Euskadi. Un grupo de tres jóvenes hacen botellón utilizando un lujoso coche de barra improvisada. El propietario del vehículo aparece y los problemas comienzan al querer acceder para conducir de camino al trabajo, mientras ellos se niegan a respetar su propiedad. Así es como David P. Sañudo presenta la premisa de Un coche cualquiera (2019), cortometraje que contiene ineludibles similitudes con su trabajo en formato largo estrenado el año pasado, Ane (2020). Similitudes que se captan sobre todo en el tratamiento del conflicto vasco a través de la descripción de las tensiones sociales mediante el reflejo de la convivencia cotidiana. Pero también en la búsqueda de resignificar el relato desde una perspectiva inicial —tanto del espectador como de los personajes implicados en la narración— de ausencia de la información necesaria para saber exactamente las implicaciones de lo que sucede. Cuando Patricia López Arnáiz sube al techo del automóvil y salta irracionalmente para provocar a su dueño, este reacciona con un gesto que expresa una preocupación que quizá esté fuera de lugar. Esta extrañeza vinculada con la escena, que se desarrolla en apenas quince minutos, va en progresión según avanza el metraje, desvelándose pequeñas porciones de un rompecabezas que no acaba por completarse hasta el último momento.

El juego con los personajes y lo que saben (o no) es muy similar al que mantiene la madre que interpreta López Arnáiz en Ane. En aquella la búsqueda de su hija estaba conectada directamente con el reconocimiento de ideas que ya podían intuirse sobre ella, ofreciendo el viaje de descubrimiento como gancho al espectador sin que hubiera giros narrativos especialmente efectistas. Excepto por la inherente ambivalencia de las intenciones de su hija y la sospecha que elabora sobre todo en una secuencia crucial con un seguimiento de la cámara en travelin muy memorable. En Un coche cualquiera todo la tensión se construye cámara en mano para que el último giro, radical en su concepción, requiera del espectador una reinterpretación de todo lo que ha visto hasta ese instante. Una reinterpretación que nos lleva a otro tipo de historia completamente distinta de la aparente, pero que encapsula en profundidad las intenciones discursivas del director. La lucha de clases intrincada con la atmósfera de antagonismo entre los vascos y el estado español en la región se establece rápidamente al desvelar que Manuel (Álvaro Cervantes) es empleado de un banco que se relaciona con el cierre de una empresa que ha dejado a decenas de trabajadoras en la calle.

Mientras la gravedad de la situación crece con las exigencias de los jóvenes fiesteros, la música del club no deja de sonar de fondo y las luces de su decoración escapan por su ventana dejando destellos de lo que ocurre en su interior. Un club de moda en el que empresarios y gente pudiente pasa su tiempo de ocio al margen de la realidad de la sociedad en la que viven, de la que se benefician mientras explotan a los más humildes. Con estos detalles de ambientación que contextualizan el reducido espacio de un aparcamiento —y unos diálogos encadenados y medidos de forma muy precisa en sus silencios e intensidades—, la crispación y el hartazgo de los trabajadores contra el poder financiero se expresa sin ambigüedad alguna desde el humor o la actitud desafiante inicial hasta la acidez de los comentarios y lo escatológico. Un límite en el que la interpretación de Álvaro Cervantes deja entrever una resignación que, desde lo irónico, tiene mucho que ver con su auténtico rol y sus intenciones ocultas, mucho más cercanas a quienes le atacan de lo que podría intuirse de principio. La subversión final del relato actúa de subrayado y amplificación de las cuestiones políticas que aborda el filme. Una explicación de lo sucedido en esta ficción, que en el contexto de la espectacularización esperable de sus elementos de suspense permite vislumbrar la naturaleza de la violencia y el enfrentamiento enquistado tan reconocible en el seno del País Vasco.

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