La alternativa | El arquero de Sherwood (Giorgio Ferroni)

La visión de Robin Hood dirigida por Giorgio Ferroni nos presenta al carismático forajido como un noble recién regresado de la guerra y directamente enfrentado al alguacil de Nottingham tras haber usurpado éste su título, que decide ocultarse en el bosque de Sherwood y formar un ejército de forajidos para lograr asegurar el regreso del rey Richard, obstaculizado por las conspiraciones de su hermano John, el actual regente. Mezclando pues elementos ya bien consolidados en la leyenda y añadiendo otros de cosecha propia, como corresponde a un mito tan lábil e inexacto, la película opta por centrarse casi exclusivamente en el enfrentamiento directo al reinado de John, adquiriendo un tono comprometido desde el principio y un objetivo a alcanzar que define toda su narración.

El arquero de Sherwood es una versión tal vez menos romántica de lo acostumbrado de las aventuras de Robin Hood, sin un énfasis en su figura justiciera y de hecho deteniéndose poco en el ensalzamiento de su mito como luchador desinteresado por las causas justas; desde el principio sabemos que todo tiene un fin político definido desde el primer minuto, y que sus discursos, sus actos y su visión de la justicia y de la retribución responden todos a la intención final de permitir el regreso de su venerado rey Richard y recuperar su título nobiliario.

Con todo, no es ésta ni mucho menos una postura desmitificadora, y de que no sea así se encarga un retrato del forajido como héroe altanero y simpático en su arrogancia, lleno de carisma y habilidad sobrehumana en todo ámbito, y con una amplia sonrisa que le acompaña a todas partes, interpretado con suficiencia pero sin demasiados alardes por Giuliano Gemma. Retratado como una figura admirable y un ídolo de masas, la posición de la cinta es por tanto más que favorable, y lejos de destruir la leyenda, le da un aura todavía mayor de épica inalcanzable al ensalzar constantemente sus habilidades y su compostura.

Dejando de lado la discusión sobre sus decisiones narrativas al retratar la leyenda de Robin Hood, no puede negarse que la película termina siendo más bien discreta. Pese a tener una ambientación y decorados decentes, hay una cierta humildad de recursos en ella que es particularmente notoria en las grandes escenas de peleas, entretenidas pero irreales, y en ocasiones cómicas sin pretenderlo. La música por momentos salva los muebles, y en otros realza la sensación de cutrez improvisada, y lo mismo puede decirse de sus movimientos de cámara, en particular de esos zooms herederos de Sergio Leone de los que abusa en un determinado tramo dándoles un efecto casi cómico. Con todo, el disfrute de la cinta permanece intacto y estas limitaciones no se dejan notar en el resultado final.

Sí lo hacen, por otro lado, unas interpretaciones en casi todos los casos discretas y superficiales, incluido el héroe protagonista, y que sin llegar a ser abiertamente malas, hacen que la inmersión en la intriga narrativa de la cinta resulte en cierto modo menor de lo que podría aspirar. Tampoco ayuda un retrato de Robin Hood que parece un heredero directo del modelo de galán del cine clásico de aventuras, y cuya aura de perfección se da de bruces constantemente con el encanto mundano y prosaico de quienes lo rodean, elevándose como una suerte de figura intocable que ni siquiera pertenece a su mismo mundo. Como sucede en muchas ocasiones, no es el héroe el personaje más interesante de la película, sino que éste es más bien la fantasía de poder a la que rodean personajes más cercanos y que generan mayor simpatía.

En todo caso, tampoco parece intención de la cinta de Ferroni apuntar mucho más alto y ofrecer algo más que un pasatiempo elaborado correctamente y sin alardes. Por ello, la discreción de la cinta apenas se le puede echar en cara, porque el mismo propósito de su existencia parece ser bastante humilde, sin pretensión de llegar a ser una obra maestra o referente en su género y proporcionando una versión entretenida y liviana, con cierto encanto atemporal a pesar de sus limitaciones, que durante hora y media sitúe al espectador en la aventura y las intrigas de la Inglaterra medieval. El arquero de Sherwood no es en absoluto una mala película, y puede que con esto baste para recomendarla.

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