Mantícora (Carlos Vermut)

El cine de Carlos Vermut es una ‹rara avis› en nuestro panorama. Con la excelente Mantícora, el realizador vuelve a demostrar la fertilidad de sus ocurrencias, la consistencia de su mirada creativa y la no dependencia de la indiscutible calidad de sus productos anteriores. Es un creador que logra ir reinventándose con cada proyecto, que mira hacia delante confiado pero que también se reserva un ojo para observar el retrovisor. En Mantícora pueden localizarse desde luego varias de las tentativas y querencias que nacen en sus largometrajes previos, y en su aparente abandono de las narraciones no lineales el cineasta y su equipo técnico vuelven a confrontarnos con lo peor de nosotros mismos.

El film parte de una imagen generada por ordenador para precisamente hablarnos del proceso creativo de las mismas. El protagonista es Julián, un diseñador para una empresa de videojuegos con frecuentes ataques de ansiedad. Trabaja con tecnología virtual desde su casa y no tiene una vida social muy destacable.

La ópera prima de Vermut, Diamond Flash, especula hacia modelos insólitos para que el espectador reconstruya mentalmente lo que ve, mientras Magical Girl y Quién te cantará atraen a los personajes hacia un mismo punto mientras son descritos en paralelo. En ese sentido, la sombra de Quentin Tarantino y Paul Thomas Anderson se ciñe sobre la narrativa de Vermut, pero nunca le hacen renunciar a su personalidad. En sus tres primeras películas se respira una férrea voluntad de dinamitar las convenciones y proponer un entrecruzamiento de situaciones con el objetivo de hacer germinar patrones de ‹storytelling› con más predisposición hacia el suspense y la tensión sostenida. Mantícora, en relación a esto último, ofrece un valor añadido: el nacimiento del monstruo a dos bandas, por un lado en la imagen, literalmente, y por otro lado en el ser humano, metafóricamente.

Como en el cine de Jacques Tourneur, Carlos Vermut filma el horror sin filmarlo directamente. Siempre hay una dimensión latente del mismo que se esconde entre dos planos, suturados pero abiertos al vacío, o en planos secuencia, pero que palpita respecto a algo insinuado previamente. La idea de violencia en Mantícora, asociada al instinto reprimido y a la pulsión de muerte freudiana, rima con la cuestión de violencia de sus predecesoras, pero aquí se canaliza a través del peliagudo asunto de la pederastia.

En Quién te cantará Vermut concibe su Persona a través de la reflexión sobre el valor del arte y su imitación, encauzados a través del cuerpo duplicado. Mantícora, por otro lado, trenza sus ideas acerca del revelado de la imagen en una de las escenas clave de la cinta, que puede recordar a algunos momentos de la filmografía de Lee Chang-dong en tanto que nuestros ojos completan las formas de lo no visible.

Las virtuosas películas de Carlos Vermut hacen replantearse al espectador la noción de originalidad. ¿Acaso ésta versa sobre lo que no hemos visto todavía o sobre lo que sí hemos visto pero que reconocemos bajo sustancias diferentes? En cualquier caso, el autor logra embadurnar sus trabajos de una noción de deslumbramiento muy vinculada al balance entre forma y al fondo, es decir, a la perfecta equiparación entre lo que sucederá y los recursos técnicos puestos al servicio de ello. Mantícora, en las manos equivocadas, podría quedar sepultada bajo los sedimentos de la absoluta abyección.

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