Aftersun (Charlotte Wells)

Remodelar el cine autobiográfico

Existen películas focalizadas en la propia vida del creador que resaltan más por la voluntad del mismo de querer imponer un estilo determinado que por realmente contagiar lo que necesita expresar. La emotiva Aftersun se ubica en el polo totalmente opuesto a esta tentativa. El film, que se proyectó en una sección paralela de la pasada edición del Festival de Cannes, es una catarata de dulzura desparramada por la pantalla, donde lo que a priori podría desenredarse como una historia lacrimógena y convencional, discurre hacia otro lugar muy especial.

Seguimos de cerca a un padre emocionalmente quebrado por una ruptura reciente, que pasa unas vacaciones de verano con su hija pequeña. Se despliega una propuesta más compleja de lo que aparenta, un conducto para canalizar la tristeza de un momento vital difuso. Los dos personajes, en los momentos en los que interactúan, hacen brotar la magia del metatexto, pues dialogan entre sí a través de las grabaciones de una cámara de vídeo. En un momento de Aftersun, alrededor del minuto 50, la película se repliega sobre sí misma para retomar su punto de inicio, confirmando que su fórmula discursiva no se articula desde el planteamiento, el nudo y el desenlace, sino a través de la mezcolanza de las memorias individuales, que fluyen como el agua y sin hacerse explícitas del todo. Esta bellísima película, un pequeño prodigio de montaje y de micro-decisiones plásticas, no sólo se configura como un análisis de la relación de una niña con su progenitor, sino como una muestra de respeto y estima hacia la chispa embrionaria de la persona que descubre que se siente cómoda comunicando con imágenes. Aftersun opera desde los intersticios y el contacto entre las mismas, nunca quiere que un encuadre sea el epítome de la belleza o la perfección. Charlotte Wells entiende que el cine acorta la distancia entre pasado y presente, y que la secuencialidad es un mecanismo técnico que proporciona la experiencia visual del inconsciente. La cineasta, una indiscutible promesa del cine británico, fabrica encuadres que se nutren del reflejo de un cuerpo en otro, y a veces filma al padre a espaldas de la niña, como si aludiese a la disipación del recuerdo que ésta conserva de él. También se filtran, en algunos instantes, destellos de luz y oscuridad que envuelven a la protagonista de mayor, mientras evoca mentalmente lo que se va trenzando en la película.

Cada vez deberían aplaudirse más los films que despuntan por su sentido de lo táctil, por la capacidad que demuestran a la hora de conectar con el espectador gracias a su cercanía, y que a su vez no pierden su propósito global. Para quien escribe estas líneas, piezas como esta, La idea de un lago, Verano 1993 o La metamorfosis de los pájaros le otorgan pleno sentido al cine autobiográfico e íntimo, porque se reconoce desde el comienzo el lado humano de quien lo practica, muy conocedor de los fundamentos del lenguaje cinematográfico. Directrices que puestas en circulación, efectúan el bello traslado de lo particular a lo universal.

Aftersun no lograría calar tan hondo de no ser por Paul Mescal, uno de los intérpretes más enternecedores del cine contemporáneo y que resplandeció en series televisivas como Normal People, y esta actriz precoz llamada Frankie Corio, que es pura luz, verdad e inocencia.

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