Una joven prometedora (Emerald Fennell)

La mirada de Cassie (Carey Mulligan) y sus expresiones mediatizan al instante la relación de su personaje con su entorno y el punto de vista del espectador a lo largo del metraje de Promising Young Woman (Emerald Fennell, 2020). Vemos cómo finge estar borracha y, desde la pasividad física y emocional más absoluta, experimentar los avances sexuales de un hombre joven cualquiera que se ha fijado en ella en un local nocturno. La farsa se detiene de forma abrupta cuando abre los ojos en plano medio cenital tumbada en la cama y pregunta qué está haciendo. Se incorpora y el punto de vista del hombre dispuesto a aprovecharse de una mujer en el límite de la inconsciencia se traduce en el punto de vista subjetivo de la cámara que pasa alternativamente entre la captura del rostro confuso en primer plano del agresor y el de la protagonista interpelándole a través de sus piernas. El relato obliga así desde sus primeros minutos a posicionarse en la complicidad y la empatía hacia su protagonista o en su rechazo, por la incomodidad del desafío a una posición de poder interiorizada y perpetuada socialmente, que Cassie subvierte sistemáticamente en sus incursiones semanales para escarmentar a los potenciales violadores que se encuentra —autoproclamados buenos chicos—. Todo con una narración que se mueve entre la sátira y el drama, que explota un humor negro que camufla, sólo superficialmente, la tristeza y el dolor de su protagonista sin perder el sentido dramático y la coherencia tonal. Algo a lo que ayuda enormemente la versatilidad de su actriz principal.

La idea de subversión constante de estas dinámicas patriarcales de jerarquía de opresión sexual y cultura de la violación se establece en el primer plano del filme, donde la directora aplica la reconocible mirada masculina hipersexualizadora hegemónica en el audiovisual sobre un grupo de hombres bailando a cámara lenta y sus caderas. O justo cuando aparece el título del largometraje tras la primera secuencia: Carey Mulligan se detiene en la calle y mira a unos trabajadores que la increpan e intentan avergonzar por haber pasado una noche de fiesta fuera de casa. Al percibir la actitud contestataria, se ven señalados tanto ellos como sus inapropiadas acciones. También con el uso de una banda sonora plagada de temas musicales que resignifican sus imágenes irónicamente. Con distintos ‹outfits› y estilos que podrían representar la multiplicidad y diversidad de estereotipos aplicados a las mujeres, Cassie dedica gran parte de su vida a redimir su sentimiento de culpa por no apoyar lo suficiente a su amiga Nina, que fue violada en la universidad donde estudiaba medicina. Su reencuentro con un antiguo compañero de clase, Ryan (Bo Burnham), le proporciona la idea de vengarse de los responsables directos del crimen contra su amiga y de aquellos que ayudaron a encubrirlo. Con una estructura que bien podría encajarse en la del subgénero de ‹rape and revenge› o del ‹slasher›, Fennell enfrenta a una mujer a un entramado social desde lo personal. Un entramado que sobrevive como producto y consecuencia de eludir cualquier responsabilidad y cargarla sobre las víctimas de delitos sexuales.

Y esta es la clave a nivel discursivo y narrativo de la película. La búsqueda de depuración y asunción de responsabilidades en cada conversación que mantiene con una antigua amiga, con la decana de la facultad, con el abogado que buscó desacreditar a la víctima y con el mismo perpetrador, que son representados con distinto grado de patetismo sin concesión alguna. Para todos ellos planea un castigo pero, lejos de una aproximación maniquea, también deja espacio para subvertir las propias expectativas de su protagonista y de su rol dentro de la historia en su camino imposible de redención, cuyo escalofriante final está diseñado para cuestionar los prejuicios sobre las víctimas de la violencia machista. Los mismos prejuicios que crean esa falsa dicotomía entre las que luchan y las que acaban sepultadas por el estigma de la violencia y el olvido. ¿Puede una mujer en solitario acabar con la injusticia, la hipocresía y el cinismo de una sociedad que se basa en ellos a costa del sufrimiento de tantas? La respuesta de Emerald Fennell no es cómoda, pero deja de lado radicalmente cualquier consideración de Promising Young Woman como una fantasía de empoderamiento femenino que busque inspirar la emancipación individual, alejándose de los vínculos con la cruda realidad que contextualiza su argumento. Su utilización de códigos y elementos del cine de género, así como su estética, se encuentran siempre al servicio de la dimensión colectiva y de las connotaciones políticas del relato, subrayando la ineludible responsabilidad de los hombres dentro del sistema.

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