Terrifier 2 (Damien Leone)

De la nada cinematográfica que reinaba en su anterior film, Terrifier, acuciada por una nimia puesta en escena, un montaje descuidado y absurdo en ocasiones, cuando no directamente redundante, y cierta incapacidad en la generación de atmósferas, se podía rescatar, no obstante, la figura de ese sádico personaje apodado Art The Clown, así como se empezaban a deducir las claves de la obra de su autor, Damien Leone, reflejadas en la insólita gestión de una tensión que en realidad más bien parecía contravenir la inquietud que se espera encontrar ante tal manifestación. De este modo, poco más era aprovechable lejos del festival de sangre, vísceras y desmembramientos a cada cual más atroz.

Con Terrifier 2, y a raíz de su abultado metraje, bien se podría esperar un ‹bigger, better›, una exageración de sus rasgos que deviniese en puro histrionismo hemoglobínico desde el que continuar haciendo las delicias de los seguidores de Art The Clown. No obstante, y si bien Leone sigue teniendo clara la esencia de un producto donde el mayor pretexto o coartada se manifiesta en la exploración un tanto esquiva del que se supone universo de ese macabro ‹psycho killer›, su nuevo film cuanto menos posee virtudes que pueden hacer más llevadero el trayecto que en su anterior trabajo. Así, en la construcción de ese mundo gobernado por el payaso al que da vida de nuevo David Howard Thornton, se aprecian ciertos valores que, paradójicamente, emergen mediante una referencialidad sin tapujos de títulos reverenciados del género (véase esa pesadilla que trasciende al plano real a lo Pesadilla en Elm Street, o el anuncio de los cereales de la más reciente Mandy). Lejos de lo que pudiera parecer, esos referentes surgen para otorgar corporeidad a un microcosmos que entraña su razón de ser a través de los mismos espacios tan conocidos como capaces de dirimir una realidad.

Es precisamente en la consecución de esos espacios, desde los que además se invocan géneros adyacentes —de hecho, el motivo del disfraz de Halloween de la protagonista sirve para dar con cierta pereza pie a estampas que bien podrían remitir a las tentativas de cineastas como Bava o Fulci en el campo de la espada y brujería mediante cintas como La conquista de la tierra perdida—, donde Terrifier 2 arroja certezas, mostrando en ese sentido una puesta en escena más pulida e intencional que la de su predecesora —algo que, dicho sea de paso, tampoco se antojaba difícil—.

Cierto es que sostener una idea mediante matices tan exiguos resulta todo un reto, y esto se confirma a través de momentos donde dilatar el metraje sólo parece conllevar implícito el hecho de otorgar mayor espacio para las carnicerías de Leone, que al fin y al cabo no suponen nada que cualquier espectador afín a terrenos como el gore o el ‹slasher› no haya visto antes; ello, y la propensión por un sobrenatural tan caprichoso como aferrado a decisiones de guión desde el que trasladar el relato al terreno adecuado en lo narrativo, desmerece un resultado final que, sin ser del todo desdeñable, cuanto menos advertía un mayor potencial en la conjugación de esas imágenes entre un fantástico vaporoso y un horror tan feroz como implacable.

Teniendo, pues, en cuenta sus fallas, Terrifier 2 llega más lejos de lo esperado y no gracias a la predilección de su autor por el látex y la hemoglobina falsa, sino más bien por el modo de manejar y sostener absurdamente la tensión —cuando lo logra, claro está, como en la escena de la tienda o en el inacabable enfrentamiento entre la protagonista con el payaso—, así como por una conjunción genérica trazada con el suficiente atractivo, que bien podría haber obtenido una mayor cohesión y acentuado sus rasgos de no ser por las torpes filias de un cineasta que son mucho menos provocadoras de lo que él parece pensar.

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