Sesión doble: Live a Little, Love a Little (1968) / Operación Rosa Rosa (1974)

Son ya 38 años los que el rey del rock está muerto, o desaparecido, según a quien quieras creer. Por eso, es un día perfecto para homenajear esas caderas quebrantes y ese ritmo imparable con una sesión doble que nos acerca al rey norte-americano Elvis Presley y al del sur, Sandro con las siguientes películas, Live a Little, Love a Little (1968), de Norman Taurog y Operación Rosa Rosa (1974) de Leo Fleider. Que la música no pare.

 

Live a Little, Love a Little (Norman Taurog)

Live a little love a little

Elvis Presley fue uno de los iconos incontestables del siglo XX. No cabe duda que ello obedece a su impecable carrera musical. Elvis fue el Rey del Rock. El primer artista en popularizar un género que hasta aquel entonces era tildado como un refugio de negros —en el racista EEUU de los cincuenta— y amantes de la marihuana. Asimismo Elvis cultivó igualmente una prolífica carrera como actor que le permitió acentuar su leyenda como ídolo de esa generación que removió los cimientos tradicionalistas de la sociedad estadounidense. Las películas del Rey no pasarán a la historia como un portento de virtudes cinematográficas. No. Elvis no era buen actor. Su cara de palo y sus escasas dotes para el ejercicio de la interpretación no casaban con tramas complejas que requiriesen profundas representaciones melodramáticas. Pero es que el cine de Elvis Presley no tenía como objetivo desprender bondades cinematográficas. Porque este era un cine hecho a la medida de la estrella protagonista. Un perfecto vehículo para el lucimiento de un cantante que se encontraba en su esplendor más brillante en el momento en que fueron producidas estas películas. Al espectador no le interesaba el desarrollo de unas historias que explotaban los clichés del rebelde con aires de delincuente juvenil o que igualmente derrotaban hacia comedias de enredos protagonizadas por un aprendiz de gigoló vestido con tupé. Lo que realmente deseaba el espectador es que la historia convencional se interrumpiese para dar paso a Elvis cantando, moviendo la pelvis y bailando sin freno sus éxitos musicales.

En esta línea discurre Live a Little, Love a Little, pero con una salvedad. Y es que ésta fue una de las últimas cintas del Rey y por tanto se nota una querencia ligada a la comedia de situación en detrimento de la esfera puramente musical. La cinta narra la historia de un joven amante tanto de los coches —fascinante la escena que abre la cinta con Elvis conduciendo a toda pastilla un boggie por las playas de California— como de las mujeres que tras perder su empleo compaginará dos trabajos para hacer frente al pago de su nueva casa. Que más da la historia. La película cumple su cometido de mostrar a Elvis en una madurez consciente, ofreciendo también los necesarios ingredientes aliñados con mujeres guapísimas, gags desternillantes, elegantes peleas, persecuciones frenéticas, comedia frívola, cultura pop y los imprescindibles números musicales que los admiradores de Elvis ansían.

Así la cinta derrotará hacia una deriva de un Elvis más actor que cantante que disfrutará toda una serie de peripecias desenfadadas rodeado de mujeres conquistadas sin ningún tipo de problema por el Rey del Rock. Elvis es retratado como ese puto amo que seduce a todas las damas sin esfuerzo mientras resuelve los diversos entuertos que va planteando la trama. Tinglados presentados de un modo tan fresco como superficial.

Detrás de la cámara se situaba un pionero del cine de oro de Hollywood que encontró un acomodado retiro alimenticio dirigiendo algunos de los mayores éxitos de Elvis. Norman Taurog no se complica cumpliendo el expediente sin problemas exhibiendo las credenciales de un artesano de la vieja escuela. No obstante, el maestro se tomará la licencia de incluir una escena de tono onírico filmada con cierto gusto experimental que dará paso al primero de los tres números musicales protagonizados por Elvis.

A destacar la maravillosa escena pop que sirve para introducir el éxito A Little Less Conversation. Una secuencia musical que refleja la deriva del rock hacia senderos más glam pop coreografiada con una elegancia supina a la vez que delirante por un Taurog que en su última película en el cine quiso exhibir a Elvis como ese icono referencial que cambió la concepción crítica de la música popular americana.

Escrita por Rubén Redondo

 

Operación Rosa Rosa (Leo Fleider)

operacion rosa rosa

Sandro fue el cantante de habla hispana que más histeria causó en el público femenino de toda Latinoamérica. En sus conciertos eran comunes los desmayos, los griteríos de emoción y el lanzamiento de prendas íntimas al escenario. El cantautor argentino era todo un espectáculo y sentó su fama en un estilo provocativo de bailar y de entonar canciones.

Su carrera discográfica de mayor éxito (finales de la década de 1960 y primer lustro de la de 1970) la complementó con el cine, y fue protagonista de una serie de películas, cuyos argumentos estaban enfocados a resaltar su figura y a presentar sus canciones que, en gran medida, estaban acopladas a la historia dramática de los filmes, especialmente sus baladas románticas que poseían un sentimentalismo extremo.

Operación Rosa Rosa representa una cinta diferente de las que participó el cantante sudamericano, ya que fue la única en donde la trama no giró en torno a un drama amoroso, sino más bien en aspectos relacionados con la intriga y el espionaje.

El filme nos cuenta como un famoso cantante internacional y su novia son parte de un servicio secreto que debe implementar una operación, denominada Rosa Rosa, para desmantelar a la banda Medusa, que tiene como objetivo afectar al mundo a través de un desastre bacteriológico. Las peripecias de la pareja protagonista en este objetivo, son lo sustancial del filme.

De la película en sí hay muy poco que comentar, posee actuaciones elementales y hechos predecibles con ciertas dosis de acción y suspenso, como se observa en la escena inicial de persecución de autos y también cuando los agentes secretos son atrapados por los malechores y sometidos a tortura con descargas eléctricas en sus cabezas, a través del baile de una marioneta que parece parodiar los famosos movimientos de piernas de Sandro.

Pese a sus limitaciones, Operación Rosa Rosa representa un importante documento audiovisual, pues incluye dos momentos musicales que describen a la perfección lo que representó Sandro en el mundo artístico y en la cultura pop latinoamericana de los años 70s. Se trata de la interpretación de las canciones Mi amigo el puma y Dime qué más quieres, en donde el Gitano de América se transforma en un torbellino de movimientos de cadera, piernas y brazos, acompañados de miradas y sonrisas incitantes que buscaban alterar las emociones de su público.

Sandro refleja en estos dos instantes ese torrente de espectacularidad que imponía en sus shows. Su potente voz iba acompañada de un despliegue de energía impresionante y que lo modulaba de acuerdo a cada una de sus canciones, que iban de la balada romántica a una variante experimental de rock and roll.

Operación Rosa Rosa no hace más que enseñar a ese ícono cultural y sociológico que estructuró Sandro, identificado por una apariencia que mezcló estilos gitanos y de la extravagante moda setentera: pantalones acampanados, cinturones grandes y dorados, camisa desabrochada en su totalidad, melena y patillas largas. Todo, para configurar unos rasgos de galán latino salvaje, de fuerte erotismo para sus “nenas”, como solía llamarlas a sus fans.

Sandro fue quien escribió el argumento de Operación Rosa Rosa y, al parecer, se inspiró en la serie televisiva Superagente 86 por la manera cómica como la abordó.

Se debe reconocer que el cine apuntaló la carrera artística de Sandro. Entre 1969 y 1974, fue protagonista de 9 películas de gran éxito en Latinoamérica, al igual que las canciones que las contenían. En este lapso, se constituyó en un pionero del rock latino e impuso un estilo único e inigualable.

Escrita por Víctor Carvajal Celi

 

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