Lo mejor de 2014… por Alberto Mulas

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Si por algo destacan las listas individuales, es por ser únicas. En mi caso, hay un poco de todo, la mayoría de mi top 10 se podría encontrar en el de otros tantos cinéfilos, sin embargo, al final, los que mejor recuerdo me han dejado son aquellos con los que me he podido sentir identificado a un nivel más personal.

He aquí, por tanto, un ejercicio egocentrista que espero sea del disfrute del lector y ayude a conocer algunas películas a todo aquel que se las haya podido perder durante el año que hemos pasado ya.

 

10 — Her (Spike Jonze)

HER: Http Error de Rubia. Así se habría llamado en España de haber sido una comedia, una pena que no lo fuera, lo que nos hemos perdido. A Joaquin Phoenix nunca se le cuelga el sistema operativo Scarlett Johansson, en su lugar, él se cuelga de ella, dando lugar a una historia de amor única en su género (hasta ahora, en internet habíamos visto a gente enamorarse de sus almohadas o de marcas como Apple, pero nadie había llegado a este extremo) y cuyo mayor valor reside en cómo traslada algo que en principio podría resultar chocante en algo muy natural y verdaderamente actual en un mundo cada vez más deshumanizado, cada vez más humano y en el que la soledad y el desamor sacan a relucir, a veces, interesantes reflexiones.

En un momento de la cinta, el personaje interpretado por Phoenix cree haberse endurecido, incapaz de sentir ya, y nos lo explica entre lágrimas.

 

9 — The Babadook (Jennifer Kent)

¿Fan de La noche del cazador? ¿Apreciaste el buen gusto para hacer terror en Expediente Warren: The Conjuring? Preguntas retóricas. The Babadook funciona por sí sola sin necesidad de buscar similitudes ni tampoco fuegos de artificio. Gran parte del mérito se debe a la dirección de Jennifer Kent, quien es capaz de impregnar todo el relato de un halo misterioso e inquietante sin necesidad de subir de golpe el volumen de la música o de los trucos mil veces vistos a los que nos hemos acabado acostumbrando.

En cierto modo, The Babadook es un homenaje al fascinante cine de terror mudo y clásico, en el que destaca el diseño de su monstruo, bastante cercano a la estética expresionista alemana de los años 20.

Un niño repelente y una madre han de enfrentarse al Babadook, una suerte de sobrecogedora metáfora de los monstruos que cada uno de nosotros llevamos dentro. Alimentarlos o no depende de ti.

Una bonita historia de terror, digna de pertenecer a una lista con lo mejor del año y, por qué no, de ser nominada a mejor dirección en alguna gala de premios mediática.

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8 — The Raid 2 (Gareth Evans)

Cuando pensabas que no se le podía pedir más a Gareth Evans, el director que nos dejó sin aliento con The Raid, va y nos sorprende con The Raid 2: Tráeme el suministro de Oxígeno Medicinal.

Hiperbólica, violenta, sangrienta, perfectamente coreografiada y dolorosamente bien rodada. Uno sale del cine con la sensación de haber sido golpeado por todo el cuerpo. Su único defecto, intentar ser más compleja que su predecesora, su mayor acierto, dar a los fans de la primera todo lo que les podía hacer felices y pasarlo en grande.

 

7 — El congreso (Ari Folman)

El congreso es una experiencia única. Entre la realidad, la ficción, la conjetura, la distopía —utopía para algunos— y las referencias que hay en cada plano, uno no puede evitar abstraerse del mundanal ruido (ese que se escucha cuando estás en una salita de los Yelmo Cines Ideal, proveniente de la película de la sala de al lado). Ari Folman, director que ya sorprendió con la controvertida Vals con Bashir, y Max Richter, compositor que a su vez se encargó de la banda sonora de ésta, se unen de nuevo en El congreso dando forma a un atractivo filme que sostienen junto a la mirada de Robin Wright Penn, la real y la de animación, la que es diseccionada “de verdad” y su personaje de ficción.

Tres figuras: dirección, música y rostro, para conducir al espectador hacia una interesante reflexión, relacionada, pero no literalmente, con la que ya se hacía Stanislaw Lem en Congreso de futurología, de donde se extrae el argumento principal de El congreso.

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6 — Ida (Pawel Pawlikowski)

Ida, me has dejado huella, y no en la nieve. Siempre he pensado, y no sólo por este caso en concreto, que el blanco y negro evoca sensaciones más cercanas al subconsciente y por tanto más duraderas en el recuerdo. En Ida no sólo se representa un tiempo pasado, sino que las imágenes, tan bellas como secas, permanecen con inusitada fuerza en la memoria. Las sombras, los contrastes, los vacíos y los rostros… esos rostros. Destaca por su excelente fotografía, por la perfecta planificación de cada plano, por el gran trabajo de las actrices Agata Trzebuchowska y Agata Kulesza (ahora lo lees en alto) y finalmente por una historia que, pese a no ser lineal y desubicar al espectador menos exigente, desentraña el pasado de un país y lo hace parecer fácil.

Una cinta necesaria, auténtica y con olor a clásico del cine europeo para las próximas décadas. Se enfrenta a unos temas sobados y los convierte en algo completamente nuevo y único. Dziękuję, Pawel Pawlikowski.

 

5 — El cuento de la princesa Kaguya (Isao Takahata)

Un año después de que Hayao Miyazaki anunciara su retirada definitiva de la dirección de cine, llegó El cuento de la princesa Kaguya, de Isao Takahata (La tumba de las luciérnagas, ¡snif!). Sólo por la calidad de la animación, cálida y pausada como los paisajes que se ven en pantalla, ya se merece este quinto puesto personal, si bien es una reivindicación por su mal funcionamiento en taquilla en su país de origen. Una auténtica pena, tanta como la que da la pobre chica en el propio cartel de la película.

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 4 — 10.000 km. (Carlos Marqués-Marcet)

Una debilidad. 10.000 km. tiene muchas virtudes por las que bien podría pertenecer a esta lista. Ese plano secuencia de más de 20 minutos, unos actores que salen airosos de cada reto, una gran imaginación para afrontar un argumento complicado, o al menos lleno de limitaciones, y una seriedad formal que se redondea con un perfecto final.

Si bien, la razón principal por la que esta película me ha llegado a las vísceras es por sentirlo todo muy cercano. Como diría un notario: Doy fe. Como dicen que dijo el Papa Juan Pablo II después de ver La pasión de Cristo: Sí, así fue.

Escuchar el tono de llamada de Skype es retrotraerse a otra época en la que 10.000 km. resultaron muy cercanos, hasta que se convirtieron, de repente, en un trecho inabarcable.

 

3 — Rompenieves – Snowpiercer (Bong Joon-ho)

El mundo ha llegado a su fin, tal y como lo conocemos; en su lugar, se ha creado un tren, el Rompenieves, que circula por el planeta Tierra llevando a bordo a los únicos supervivientes del apocalipsis. La organización interna de los habitantes se divide en dos partes bien diferenciadas: ricos y pobres. Los pobres trabajan, desde los vagones de cola, para que el tren no deje de funcionar mientras ellos viven en míseras condiciones, y los ricos, que disfrutan de una alta calidad de vida sustentada por los primeros y por el conductor y otrora co-creador del tren.

Snowpiercer es una distopía bastante obvia en su mensaje, quizá simplista y sin embargo llena de encanto y en cierto modo reflexiva. El director surcoreano Bong Joon-ho se las ingenia para mostrar en espacios muy pequeños no sólo los diferentes aspectos y estamentos de la sociedad actual, en forma de vagones, sino también dejando claro lo que ya había demostrado en sus anteriores trabajos, una gran destreza visual para afrontar cada nueva escena de forma diferente y siempre satisfactoria. Mención especial a la escena de la pelea a oscuras.

¿Kronol?

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2 — Nueva vida en Nueva York (Cédric Klapisch)

Todo empezó en el año 2002. Xavier se va de Erasmus a Barcelona y allí comienza a cambiar su vida, o sus perspectivas al respecto. Desde entonces, dos películas más han ahondado en sus victorias y fracasos vitales, siendo la última Nueva vida en Nueva York.

Como última parte de la trilogía, es perfectamente funcional como película por sí sola, si bien parte de su encanto se basa también en el argumento y personajes creados por las otras dos partes. Aquí Xavier parece haber dejado de lado por fin las zarandajas. Padre de dos hijos, decide que ambos son lo más importante de su vida y por ellos se traslada a Nueva York. Su sueño de ser escritor sigue adelante y sus sueños con las mujeres parecen desvanecerse.

Si te gustó Una casa de locos (2002), ésta seguro que no te defraudará, ya que profundiza en lo mejor de aquella y lo hace relucir. Compleja desde un punto de vista vital, aunque revestida de sencillez, te hará salir del cine (o irte a la cama) con una sonrisa.

 

 1 — Frances Ha (Noah Baumbach)

He recomendado Frances Ha a varias personas a las que creía que les podría gustar y la mayoría me ha respondido lo mismo tras verla: ‹me ha recordado a mi relación con mi amigo/a X› (equis = persona anónima, no que sus amigos se dediquen al porno). Me hace gracia, porque siempre el personaje egoísta es el amigo X y nunca ellos.

A mí no me recordó a nada relacionado con amigos ni amigas, sin embargo sí que Frances Ha destaca por ser un gran reflejo de una generación perdida que no se encuentra ni siquiera cuando va en busca de sus sueños o ya ha llegado a ellos.

Autocomplaciente, insatisfecha, inmadura, alegre y nostálgica, generalmente sin saberlo, Frances explora las formas de sentirse más cómoda y, literalmente, así se siente la película. Una oda a la libertad, a la despreocupación, al ‹¡pero yo lo quiero ahora!› y a todas nuestras contradicciones que conforman la búsqueda permanente de la madurez y los anhelos.

Una gran actuación de Greta Gerwig y una gran comedia.

Frances Ha

 

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