Donbass (Sergei Loznitsa)

En su cuarta película de ficción, el ucraniano Sergei Loznitsa aborda la guerra del Donbass en una serie de viñetas que nos muestran el conflicto desde diversos puntos de vista, creando un mosaico de políticos, soldados y ciudadanos de a pie, todos ellos conviviendo, tomando partido y de algún modo contribuyendo al retrato global que busca esta cinta. El resultado es algo que es fácil —y no incorrecto— calificar como festival de imágenes grotescas, burdas y exageradas, pero al mismo tiempo, remite a algo tangible con todo esto.

El qué, y si Loznitsa está representándolo de manera adecuada, es otro tema a discutir. Ciertamente, por mucho que pueda en algún momento pretender evocar una mirada neutral, que trate de transformar su alegato en una abstracción sobre el absurdo de la guerra y de los enfrentamientos humanos, o incluso a pesar de su crítica mordaz a la manipulación mediática con fines propagandísticos, Donbass es en sí misma una película que toma partido, porque su director lo hace y porque el bando y la ideología cuya hipocresía y contradicciones retrata son reales.

Por supuesto, nada más lejos de mi intención que denostar esta película por ello, porque creo sinceramente que como todo autor, y particularmente como autor que conoce mucho más de cerca que yo la realidad de este escenario, su derecho a posicionarse es legítimo. No voy a negar que me cuesta percibir el énfasis de ciertas escenas en la dirección que pretende, pero no quiero que esto se vea como una crítica sino como una apreciación personal. Lo que sí le critico sin embargo es la incongruencia de su intención de universalizar y abstraer, en particular en su carga contra la era de la posverdad y la manipulación propagandística, tratando conflictos y posturas políticas concretos desde una óptica concreta. Puede ser sincera, pero no es un ejemplo de aquello que predica.

Dejando de lado las consideraciones sobre sus aristas ideológicas, no puedo negar la convicción que tiene Donbass para evocar lo grotesco y lo absurdo, creando una incomodidad muy eficaz en muchos de sus escenarios, en los que se hace notar que hay algo estructural que no está bien, que afecta incluso a lo más cotidiano y que se mezcla con esto sin ninguna clase de filtro; sirva de ejemplo más claro de ello la escena de la boda, distendida y cercana como corresponde a este evento pero cargada de exaltación prorrusa, ensalzamiento de la acción militar y con la grabación de la paliza a un soldado enemigo como acompañamiento a la diversión de la ceremonia.

Y aunque la escena mencionada no me resulte especialmente lograda, sí hay momentos en la obra que me atrapan y me funcionan con una fuerza que es sin duda muy meritoria. Aunque no del todo regular, hay calidad en ella y sus destellos generan momentos muy sólidos y casi memorables, como es el caso de su estupendo plano final, o de la incomodidad de la intimidación verbal de los soldados prorrusos con el periodista alemán. Pero en todo caso, donde mejor veo representados los méritos de esta cinta es en su estructuración narrativa. Me gusta especialmente de ella su forma de pasar de una viñeta a otra, cambiando radicalmente de enfoque pero asegurándose de mantener una continuidad con lo anterior, a veces obvia y a veces intrascendente, casi a modo de guiño. Pese a lo mucho que se mueve su punto de vista, transmite eficazmente la impresión de que hay una conexión entre todos sus elementos, tal vez como muestra de que todos forman parte de la misma realidad.

Loznitsa no ha creado un documento definitivo sobre los horrores y el absurdo de la guerra en Donbass. Tampoco ha creado algo que reconduzca su sesgo político de una forma que no resulte incompatible con la siempre tentadora pretensión de universalizar una lección moral a partir de lo concreto. Pero en su intento hay potencial, confirmado por momentos concretos que sí son evocadores y sí funcionan. Y lo que queda de ello es una película atractiva e interesante, en su estructura y en su representación de un conflicto real desde una perspectiva muy cercana a éste. No fascinante, no duradera, pero con cualidades que hacen que la propuesta merezca la pena.

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