Sevilla 2012. Conclusiones sobre un viejo continente herido: El sistema ha caido

Ponemos punto y final a las crónicas de Sevilla con una mirada sobre lo que ha sido el festival.

Este año, en su novena edición, será recordado como el primer año de Cienfuegos al mando del festival. Lo cierto es que no lo tenía nada fácil y menos aún teniendo en cuenta que fue nombrado responsable del certamen bastante tarde. Es por ello que ha sido un año con detalles nuevos pero aún falta por ver hacia dónde termina dirigiéndose el festival. Sin duda alguna, ha sido un año de transición, con cierta ruptura por la manera de enfocar el festival hasta entonces pero sin dramatismo ni cambios radicales (todavía).

Lo primero que se hizo fue cambiar la localización del festival, pasando de un macro centro comercial a la parte más ‹chic› de la ciudad, como puede ser la Alameda de Hércules. Fue un placer ver las salas de los cines Alameda llenas a rebosar, hecho que no recuerdo que sucediera desde que fui a ver El rey León hace ya unos años.

Y sin embargo muchas proyecciones no sólo no se han llenado sino que en ocasiones estaban medio desiertas. Las sesiones matinales han ido como han ido, con la prensa ocupada en otros menesteres (incluyendo a un servidor, que volver a la una de la mañana en bici hasta Santa Clara para 6 horas después levantarse y volver a coger la bici es algo que no he podido no me ha dado la gana hacer). Los premios, claro está, han recaído en esas películas que menos gente hemos ido a ver, lo que es un hecho lamentable por nuestra parte. En mi defensa diré que he ido a ver todas las películas que he querido ver y he pasado un poco de obligarme a ver toda la Sección Oficial (aunque me jode que para dos pelis que no he visto de ella, los premios han ido a parar a allí).

Porque el Festival de cine de Sevilla, más allá de traer películas de calidad muy dispersa, sigue sirviéndome para meterme en lo desconocido y salir tan maravillado como asqueado. Es decir, para mí es el lugar donde arriesgarse e introducirse en las salas ante cintas de las que no había oído hablar. No obstante, este año ha supuesto una pequeña decepción en ese apartado, porque las obras que más han gustado en general eran las que más renombre tenían, salvado tal vez esa maravilla llamada Everybody in Our Family, la más contemporánea del nuevo cine rumano que ya arrasó en Sarajevo unos meses atrás y el documental búlgaro Sofia’s Last Ambulance, que me dejó temblando en la butaca mientras media sala se dormía y las deserciones se sucedían.

Lo visto en la Sección Oficial no ha entusiasmado ni a crítica ni a público. Podemos rescatar la muy recomendable La caza, del danés que estaba metido en eso del Dogma 95 Thomas Vinterberg y con un colosal Mads Mikkelsen que no se llevó nada de Sevilla (estaba por partida doble, en esta y en la interesante Un asunto real). Pero un servidor pasa de enfadarse o clamar por los premios otorgados. Nunca me han entusiasmado las entregas de premios. Simplemente satisfecho porque al menos los premios no han acabado en manos de películas que ya se sabía que iban a ser estrenadas (recordemos que los premios en Sevilla son para la distribución y exhibición en nuestro país de las cintas premiadas). Situación que en otras entregas ha sucedido para desconcierto y guasa universal.

En general, las expectativas eran altas con la entrada de Cienfuegos, pero todavía no se ha notado su mano en la calidad de las películas proyectadas, siendo un año con una programación aceptable, pero no reseñable con el puñado de excepciones habituales, entre las que destacan las películas que ya habían triunfado en Cannes, Sitges, Sarajevo u otros festivales. Esperamos que para la próxima edición esto vaya desapareciendo, habida y cuenta del potencial que tiene el festival y aunque se ha dado un paso adelante en cuanto a sacarle rendimiento al encuentro, con unas actividades geniales, tanto musicales como de encuentros nunca vistos en Sevilla (estoy recordando esa proyección de “Trash entre amigos”) que han sido una de las cosas nuevas de esta edición que esperamos que se mantengan. Ya, es un año de transición y todavía falta por pulir muchas cosas, pero creemos que va por el camino adecuado. Hay que seguir así y continuar trabajando por hacer del festival un espacio y encuentro único del cine europeo en España y a nivel internacional.

Las obras propuestas han pivotado por lo general en dos ideas. En un mundo en crisis, el cine de nuestro continente ha sido más que analizado, ha sido puesto sobre un prisma con muchos interrogantes más que respuestas. La amoralidad ha sido mostrada con una mirada en general pesimista, con unos personajes vampirizados por el capitalismo (el niño de Sister no pasa por ser el máximo ejemplo de cómo nuestro sistema económico, político y social construye monstruos faltos de moral donde el único dios verdadero es el dinero, con el que se puede comprar todo, desde caricias hasta abrazos) y sin salida en la actual coyuntura que azota a Europa. El cine griego se ha llevado la palma con todas las propuestas presentadas, en las que sobresale la muy negra y terrible por lo contado Un mundo injusto (Unfair World). Los modelos de antaño que fueron asumidos por la práctica totalidad de las personas que conforman nuestro continente han sido destruidos, o como directamente se apunta en la fascinante y desoladora Sofia’s Last Ambulance, «El sistema ha caído».

Ya no sirve ese liberalismo que conservadores y socialdemócratas que se han disputado durante 50 años. El sistema se ha colapsado y el modelo de apariencia de democracia que disfrutábamos se ha tornado en un sistema opresor para todos los ciudadanos que desconfían abiertamente de él, mientras los personajes amorales tratan de sacar tajada. Ya no sobreviven los más fuertes, sino los más hijos de puta que actúan sin miramientos: los retoños de ese sistema fallido que sacan tajada de sus desechos.

Por otro lado se ha apuntado a la fragilidad de las fronteras existentes, como si la creación europea haya terminado por desdibujar los sentimientos de pertenencia o, como apuntaba un amigo, como si la única solución al nacionalismo encerrado en sí mismo fuera una alarmante falta de ideas y propuestas, una sensación de “soy tantos sitios que al final no soy de ninguno”, con los valores que eran antaño sinónimo de orgullo en franco retroceso, volviendo al tema de la crisis existente. Ahí encontramos sobre todo À perdre la raison, con una mujer europea que encuentra la libertad en Marruecos mientras en su casa francesa se le priva de cualquier anhelo de esperanza, o con el protagonista de A Month in Thailand soñando con su viaje al país asiático mientras huye de la vida adulta.

Nunca se ha conseguido explicar en que consiste esa cosa llamada “el cine europeo”, apuntando en muchas ocasiones que sería mejor llamarlo “los cines europeos” por las propuestas y miradas tan dispares entre sí. Pero cada vez más parece que se ponen de acuerdo en apuntar y mirar de igual manera (con un terrible pesimismo, que no un nihilismo a pesar de que sus personajes muchas veces lo sean. No hay que confundir la propuesta de una obra por cómo actúan sus personajes, hay que entender la mirada de los realizadores. En Sister los personajes son sombras del sistema moribundo europeo, pero la película más que otra cosa lo condena y nos muestra este hecho).

Todo esto se puede resumir en pocas líneas. Estamos jodidos.

Ya ven, de momento no hay respuestas, sino la constatación de que el sistema de bienestar europeo, que era lo único que de lo que se podía sacar pecho en el ámbito internacional, se va por el retrete sin que nadie haga nada. No sería extraño que en las próximas ediciones se profundizará en ello con propuestas más radicales y abiertamente anti-pseudo democráticas. Que ocurra, como cuando uno sale de la sueca Call Girl, con ganas de prenderle fuego al parlamento, plantar una guillotina en medio de la plaza mayor de nuestra ciudad y gritar: «Europa o Muerte».

El festival ha terminado siendo un termómetro sobre Europa, algo que en 9 ediciones no había sucedido hasta ahora.

Es decir, durante años hemos compartido sueños dispares. Hoy parece claro que compartimos el mismo temor, de Lisboa a Atenas pasando por Amsterdam. Tal vez, ahí pueda resumirse Europa. En nuestras pesadillas.

Para acabar, os dejo con una lista de las mejores cintas visionadas, en orden de más me mola “cantidubi” hasta las que han resultado interesante, muchas de ellas ya analizadas en la web.

Muchas gracias por acompañarnos.

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