La chica del 14 de julio (Antonin Peretjatko)

Coincidiendo con las fechas en las que se celebra la fiesta nacional francesa, y un año después que viese la luz en tierras galas, se estrena en España La chica del 14 de julio, una película que en su título y primeras escenas puede parecer como la típica comedia romántica de amor a primera vista y demás chorradas, pero en realidad su cometido dista bastante de este planteamiento. Sí, existe un punto de partida como es el interés que Hector y Truquette comienzan a sentir el uno por el otro (no me atrevo a llamarlo flechazo por las características tan empalagosas que subyacen a ese vocablo) y a partir de ahí se desarrolla la línea argumental de la obra; sin embargo, cualquier rastro relacionado con la típica línea cómico-romántica que engalana la filmografía francesa más conocida de los últimos tiempos, queda guardado en el cajón.

El responsable de tal película se hace llamar Antonin Peretjatko, el cual firma aquí una ópera prima alocadísima en concepto y ejecución. El tono paródico y satírico es evidente desde los primeros fotogramas, cuando vemos a Sarkozy y Hollande, respectivamente antiguo y actual presidentes de Francia, asistir al desfile del 14 de julio mientras suena una música un tanto bennyhillesca y la velocidad de la acción se multiplica recordando al cine mudo y las grotescas zancadas de sus protagonistas. Con semejante inicio sólo se puede presuponer que lo que viene después no va a ser ni de lejos tan estrambótico, pero craso error: el tono burlesco de la película sólo es comparable a su montaje rápido y certero, que en ocasiones asfixia hasta tal punto que la película oscila entre la genialidad y la simple tomadura de pelo.

Esa despreocupación por el ridículo que existe en La chica del 14 de julio se extiende a muchos aspectos de la obra. El uso que se hace del color es abusivo, lo que contribuye a realzar todo ese clima de chiste que en ocasiones da paso a una negrura bastante peculiar. Por supuesto, casi ningún hombre o mujer del reparto escapa a estas pretensiones, más aún, existe una historia paralela de dos amigos pijos que es el súmmum de lo hilarante. Incluso podemos notar unos cuantos fallos de raccord que a todas luces son puramente intencionados, quizá como un homenaje a los inicios de la nouvelle vague. Aquí podemos enlazar un nexo de unión entre aquella corriente cinematográfica y el papel de Peretjatko en una nueva generación de cineastas franceses, tal y como aseguró Cahiers du Cinéma en abril de 2013.

Si la misma revista que parió a varios de los directores franceses más grandes de la historia otorga un calificativo así a Peretjatko es que éste debe haber hecho algo bien. Uno no es tan francófilo como para desgajar de manera más o menos profunda la posición de los franceses respecto a que la fiesta nacional patria homenajee un acontecimiento tan singular como la toma de La Bastilla, teniendo en cuenta todo lo que se desencadenó a raíz de ello (brutales las referencias a la guillotina que vemos una y otra vez en el filme), pero no hay que ser tan perspicaz para percibir el humor tan ácido que rodea al contexto de crisis económica actual, algo que se puede apreciar una y otra vez en la película, desde la oficina de trabajo temporal hasta la peculiar situación laboral de alguno de los personajes, pasando por el uso tan burlón como meramente pintoresco que se hace del dinero en la cinta.

En La chica del 14 de julio la acción va saltando de un lado a otro sin motivo aparente y sin que ni siquiera un nexo de unión sirva como excusa, pero es innegable que en su conjunto la película tiene un sentido propio como es el de la representación en clave de humor sobre diversos temas, respecto a los que el ciudadano de pie ya no puede hacer sino reírse por no llorar, en relación a esa desafección política que parece extenderse por Europa. Una sátira, en definitiva, que para algunos estará muy pasada de rosca y para otros se convertirá casi en una obra maestra, como suele suceder con este tipo de películas que, más allá de su resultado final, intentan ofrecer algo diferente, fresco y alejado de complacencias.

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