La alternativa | Mr. Majestyk (Richard Fleischer)

De entre la dilatada filmografía de Richard Fleischer hay una pieza que, aunque pueda pasar desapercibida entre tan extensa producción, cabe rendirle una cierta reivindicación. Su devaluación entre la crítica más exquisita puede que venga de su etiqueta dentro del “Bronsismo”, cartel bajo el que el actor realizó innumerables películas de justiciero, vengador y castigador de la maldad y que a la postre sería la imagen para siempre anclada a Charles y su inseparable bigote. Pero aunque Mr. Majestyk tenga un peso muy importante en esa vertiente y cierta notoriedad en el cine de acción transgresor de décadas pasadas, de ella se puede además ensalzar ciertas peculiaridades que puedan convertirla en una pieza más interesante aún de lo que parece. La historia de este veterano de la guerra del Vietnam que intenta que su tranquila vida al servicio de su granja le haga olvidar un tortuoso pasado viene de la mente de Elmore Leonard, eminencia del «noir» literario americano quien además firma el guión adaptativo de su propia novela.

Es precisamente en su encuadre genérico dentro del policíaco donde residen las particularidades de su encanto, ya que la película supone la paralela relectura que el «noir» estaba sufriendo en plena década de los 70 con un anexo entorno socio-político, con nombres tan sumamente importantes a día de hoy como Sam Peckinpah (La Huida), William Friedkin (The French Connection), Don Siegel (Harry el Sucio), Arthur Penn (La Noche Se Mueve) o hasta Michael Winner (El Justiciero de la Ciudad, reiterándonos con Bronson). La historia de Mr. Majestyk interpreta el género pero dentro de los terrenos rurales, mucho más solicitados en el cine de terror de la época y que aquí sirven de excelsa localización para que Fleischer concatene con una dirección sumamente ágil (el ritmo de la película se antoja cuasi imparable) muchas de las propiedades del género. De lo más interesante es ver como se solapan en tan abruptas localizaciones las distinguidas formas del «noir», respetando con fidelidad, aunque no sin cierta desproporción, sus claves de estilo: el prototípico (anti)héroe de tortuoso pasado, que se protege bajo la capa de su propio código de conducta bailando constantemente la frontera de la ley en su cruzada hacia la justicia; la inevitable presencia femenina que tendrá con el protagonista una peculiar relación entre la atracción y la aspereza; o la personalidad de la escena de acción como refugio estilístico del film, que aquí acontece en las carreteras secundarias campestres mostrando la habilidad de Fleischer a la hora de ofrecer una espectacularidad efectiva a la vez que ajena al artificio, ofreciendo algunos momentos realmente conseguidos en base a algunos aciertos visuales muy meritorios.

Como cinta de acción cabe señalar que en esta obra empieza a radicalizarse la figura del héroe, ya que en Mr. Majestyk afloran ya ciertos extremismos en maneras y formas a la hora de afrontar esa batalla ante la injusticia con connotaciones casi más cercanas a las ínfulas clásicas del superhéroe que la fina elegancia del ‹actioner› primigenio y proveniente del «noir» clásico. Es en esta revolucionaria forma de avanzar el género lo que llevo al cine de acción a las desproporcionadas formas que acontecerían en los años 80, lo cual nos lleva a equiparar esto con la meteórica carrera de Charles Bronson con su efigie de vengador urbano. Desde justicieros mucho más comedidos como los que interpretaría durante la década de los 70 pasaría a convertirse en todo un emblema de la vastedad de esos extremados personajes no exentos de cualidades casi sobrehumanas a la hora de afrontar su peculiar contienda para liquidar las calles de escoria.

A pesar de preconizar, en parte, esa radicalización, con Mr. Majestyk encontramos un film muy digno dentro del contexto que el cine de acción estaba afrontando en aquella época, sirviendo además para que las limitadas habilidades interpretativas de Bronson fueran más identificativos con sus peculiares señas estilísticas de tipo duro que como algo digno de señalar peyorativamente. Es la frescura de la dirección y lo bien que Fleischer utiliza todos los elementos que tiene en su mano (algo acorde a la artesanía que ha mostrado desde sus inicios hasta sus últimas y más modestas producciones) lo que aúpan al film como gran muestra de su género. Secundan la función un siempre eficiente Al Lettieri con su perversa fisonomía, en un destacable villano que casi parece trasladado íntegramente de su previo papel en La Huida. También se dejan ver Paul Koslo, eterno secundario del cine de acción “b” de la década y el célebre rostro de Linda Cristal quien, gracias a la popularidad del serial de El Gran Chaparral, ofrece uno de sus más importantes papeles en cine aportando aquí la más importante presencia femenina.

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