Hong Sang-soo… a examen (II)

Comer, hablar, beber, follar

Con demasiada ligereza se tiende a calificar a Hong Sang-soo como el Rohmer coreano. Es evidente que hay puntos de conexión que dibujan un cierto paralelismo entre ambos; en sus películas la discursividad de sus protagonistas se erige en motor principal de la narración y en la aparente trivialidad de las conversaciones se acaba por conformar un tejido mensajístico que da sentido a la finalidad última del film.

No obstante, donde Rohmer usaba sus personajes como medio para un fin Hong Sang-soo los considera un fin en si mismo. No hay lecciones morales, ni mensajes trascendentes, solo forma y descripción. No obstante ello no significa que Hong Sang-soo haga un cine de lo vacío o de lo intrascendente, sino que hace un cine que habla de ese vacío, que nos sumerge en ese mundo de lo aparente, de las obsesiones infantiloides de unos personajes cuyas vidas son bucles sin fin, cuyo existencialismo pivota sobre el humo vital de su indecisión.

The Day He Arrives, si bien supone una continuación o incluso una sublimación de este estilo, también supone una evolución hacia un enfoque si bien no del todo humorístico sí más orientado a desdramatizar, a no tomarse tan en serio los presuntos dramas existenciales de sus protagonistas. Tendencia esta que ha continuado en la ya penúltima película del director, En otro país, y que podría emparentarlo de forma más evidente con el anteriormente citado Rohmer, ni que sea por la conexión francesa.

No obstante The Day He Arrives arroja parecidos, ni que sea argumentales, ciertamente sorprendentes, y es que nadie diría que un film de Hong Sang-soo pudiera tener algo que ver con Sofia Coppola. Efectivamente The Day He Arrives tiene muchos puntos de contacto con Somewhere, especialmente en su descripción de la desorientación vital de sus protagonistas, ambos pertenecientes al mundo del cine, ambos perdidos en un momento de vacío y bloqueo emocional y creativo.

Lo que hace interesante esta similitud es precisamente que, más allá de la base argumental, el enfoque difiere enormemente y marca diferencias claras entre una directora con ínfulas de autoría y el discreto encanto del autor que lo es desde la honestidad de su propuesta. Tomemos como base el plano inicial de Somewhere: lo que pretende ser una metáfora argumental de la historia acaba por ser un lastre por su obviedad. Es decir, la sola imagen de un plano, el bucle automovilístico, el gesto de desconcierto de Stephen Dorff, desvirtúa al resto del film porque ya no queda nada más que contar. Solo un desarrollo plano, lineal de personajes, y un falso cierre en falso que no nos dice nada diferente que los primeros 2 minutos iniciales.

Lo que Hong Sang-soo busca precisamente es desplazarse lateralmente por el desconcierto. Hong Sang-soo nunca aborda directamente las inquietudes de su protagonista, lo enfrenta en pequeños bucles a las a situaciones diversas para que veamos como, a pesar de la repetición constante, la psicología y el comportamiento de su protagonista nunca evoluciona sino que se queda estancado en un agobio vital desconcertante.

Sensación esta, la de la desorientación que tiene que ver en la intención de traslación mimética entre protagonista y audiencia a través de la forma y estructura del film. Los pequeños capítulos que conforman la estructura de la película, aunque aparentemente cronológicos, se suceden con saltos temporales aparentemente incoherentes: desayunos que acaban de noche, noches donde se cena hasta tres veces, y siempre moviéndose la acción entre los mismos personajes y las mismas paredes. Situaciones estas que confieren una (falsa) sensación de onirismo, de irrealidad a los hechos acontecidos.

Al final los personajes del director coreano siguen los patrones habituales de sus films, se dedican a beber, comer, hablar de su profesión sin cesar y, si pueden, tener relaciones sexuales. No obstante se detecta un poso de amargura en todo ello, una sensación de falta de compromiso vital con nada de lo que les rodea, un postureo filosófico que refleja una inmadurez cuyo exponente máximo reside en no aceptar precisamente dicha inmadurez. Hecho que se manifiesta en las diversas oportunidades que Hong Sang-soo da a su protagonista de reconducir su vida, vía profesional o sentimental. Ocasiones que acaban siempre siendo rechazadas en actos de escapismo hacia ninguna parte.

Si antes hemos tomado como referencia el primer plano de Somewhere, no deja de tener su punto de comparativa el último plano de dicha película y su referente en The Day He Arrives. Si en Somewhere Stephen Dorff deja atrás su indecisión con un portazo (literal) y se pone a caminar hacia su futuro, en el film de Hong Sang-soo su protagonista queda quieto, con miedo incluso a quedar retratado (tambien literalmente) con la mirada perdida en el vacío. Lo que se refleja en realidad es la visión optimista de una autora que pretende ser incisiva y pesimista frente a un desenlace que no es tal porque Hong Sang-soo ni lo considera posible. Unos finales que implican en Somewhere un final feliz algo impostado mientras que en The Day He Arrives asistimos al cierre de una película pero no de una historia que a pesar de su todo desenfadado no apunta a resolverse de forma positiva. Básicamente y retomando un concepto anteriormente manejado, es la diferencia entre hacer un “cine nada” y el cine de Hong Sang-soo, un cine que se adentra, explora y analiza la nada vital sin desdeñar la posibilidad de reírse de ella.

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