Sesión doble: Hong Kong Godfather (1985) / A Moment of Romance (1990)

El ‹Heroic Bloodshed› regresa a la sesión doble con dos títulos a rescatar: por un lado, la adrenalínica cinta de acción dirigida a mediados de los 80 por Johnny Wang con Hong Kong Godfather, y por el otro una atípica mixtura de géneros que supondría el debut de Benny Chan tras las cámaras con Andy Lau protagonizando, una A Moment of Romance que terminaría por devenir en trilogía.

 

Hong Kong Godfather (Johnny Wang)

Atención, fanáticos de la acción sangrienta made in Hong Kong, a esta brutal película de gangsters que nos brinda la imprescindible Shaw Brothers, una joya ultraviolenta (al menos en la versión sin censura de la que he podido disfrutar, porque me consta que rula otra por ahí con mucha tijera de por medio) que precede los logros del mejor John Woo (el que reinó en la arena del cine de acción desde mediados de los 80 a principios de los 90, no creo que haya mucha duda al respecto) y cuya influencia se alarga hasta alcanzar las extenuantes y maravillosas redadas asesinas del talentoso Gareth Evans. Al volante del proyecto, el simpar Wang Lung-wei, alias Johnny Wang, villano recurrente en muchos filmes de la mítica productora y figura destacada de las artes marciales que, en 1985, año de producción de la cinta que nos ocupa, decidió dar el salto a la dirección con una historia clásica y sencilla de clanes mafiosos enfrentados por el dominio de un territorio clave. Wang no sólo dirige, sino que escribe y coreografía este desacomplejado y vigoroso festival de hostias y asesinatos a machetazos, inyectándole un ritmo adrenalínico, poblándolo de personajes queribles y carismáticos y orquestándolo todo como un ‹crescendo› de violencia desquiciada que alcanza su memorable cumbre en la toma del centro comercial, una de las secuencias más decididamente brillantes del cine de acción de la década de los ochenta.

¿Posee la película la estilizada brillantez de los mejores trabajos de su compatriota John Woo? No, es cierto. Hong Kong Godfather es formalmente más tosca, a pesar de su gran labor de montaje en las escenas de acción. Pero eso tampoco importa demasiado. Lo que engancha de modo irremediable al espectador (al menos a servidor) es la indomable personalidad de Wang, su afán de ofrecer al respetable (y a manos llenas) todos los placeres epidérmicos y de género que este desea y que rara vez el cine ofrece con tanta generosidad (mucho menos en tiempos más bien asépticos como los que vivimos ahora, cinematográficamente hablando), en especial en el marco del cine comercial estadounidense, donde el control sobre la hemoglobina y la corrección política limitan, o merman, la brutal eficacia que posee por ejemplo esta película ochentera, llena de momentos de moral incorrectísima (el salvaje, y a su modo hilarante, asesinato del niño karateka), desnudos gratuitos y una alegre y bienvenida obsesión por salpicarlo todo de rabia, sangre y violencia que, si hablo con honestidad, me ha dado años de vida.

Como no todo puede ser positivo, y como he de intentar dejar a un lado el subidón de adrenalina para entrar en, digamos, valoraciones un poco más objetivas, anotaré que el recurrente argumento es más bien previsible, que no hay nada de sutileza en la propuesta general y que algunos personajes y algunas situaciones se mueven con un gusto discreto (cuando no entran de lleno en el territorio de la horterada) por la pantalla, como en lo que concierne al novio de la hija del protagonista o a los excesos de melodrama sentimental diseminados aquí y allá, detalles que en todo caso apenas suponen unas pinceladas aisladas dentro del cuadro general, y que Wang incluye simplemente por cumplir, porque lo que le interesa es otra cosa y resulta muy evidente: diseñar un espectáculo de acción dentro del cine de gansters que empezaba a estar de moda en aquellos años, y hacerlo tan vibrante y entretenido como para que el espectador acabe saciado y feliz, y vive dios que lo consigue. Pocas películas de acción logran mantener una progresión tan bien calibrada como esta, en la que cada ‹set piece› supera a la anterior y donde la subida gradual de violencia e intensidad desemboca en un clímax irrepetible, como hemos apuntado al inicio. En definitiva, cine de acción nihilista, divertido, incendiario y sin miedo al qué dirán. Cine de acción de primer nivel.

Escrito por Nacho Villalba

 

A Moment of Romance (Benny Chan)

Cualquiera, al terminar el visionado de A Moment of Romance, debut tras las cámaras de Benny Chan con nombres de relumbrón en la producción como los de Ringo Lam, Wong Jing o Johnnie To (junto al que dirigió la serie The Flying Fox of Snowy Mountain), se podría preguntar si esta atípica —tanto por la calidad que atesora como por esa forma de combinar géneros tan, en apariencia, lejanos entre ellos— ópera prima pertenece en realidad a ese género llamado ‹Heroic Bloodshed›. Y es que, lejos de las habituales hiperbólicas secuencias de acción, el trabajo del autor de cintas como New Police Story destaca precisamente por resultar exigua en ese campo, con toda probabilidad una de sus señas identitarias; no hay que entender, sin embargo, esa escasez como una carencia cuando Chan debe afrontar las escenas que suelen caracterizar el género: A Moment of Romance maneja a la perfección las herramientas de que dispone para componer secuencias lo suficientemente intensas y gráficas que le otorguen el carácter necesario; no obstante, las mismas se pueden contar con los dedos de una mano, y las armas de fuego tan comunes en el género popularizado por cineastas como John Woo o el citado Lam, son poco más que una mera comparsa durante el arranque del film.

Es por ello que se podría hablar sobre A Moment to Romance como algo más que un ‹Heroic Bloodshed› infrecuente, pues esta ‹rara avis› toma un aspecto extrañamente crepuscular trabajado tanto desde su aspecto formal —esa inusitada estilización de esforzada paleta de colores sorprende en un ejercicio así, donde destaca además la magnífica labor fotográfica de Joe Chan y Horace Wong, que trabajarían por separado con cineastas de la talla de John Woo, Ringo Lam o Tsui Hark— como a raíz de esa mixtura genérica que compone sin disimulo una suerte de melodrama alejado —como no podría ser de otro modo— de todo canon donde tríadas y violencia emergen como contexto central, y en especial mediante la composición de un personaje —Wah Dee, al que da vida un jovencísimo Andy Lau— que lleva ese componente redentor tan habitual del género a sus últimas consecuencias, derivando el frecuente discurso en torno a la camaradería y amistad en una historia de amor sin paliativos; una historia, por otro lado, que devendrá en catártica al exponer la figura de Wah Dee, oscilando entre dos mundos: el criminal, del que procede y ante el que no parece haber vuelta atrás, y el que le propone Jo Jo, tendiéndole una oportunidad para poder dejar atrás un pasado turbulento.

En ese aspecto, la química entre Andy Lau y una Wu Chien-Lien que años más tarde sería uno de los rostros centrales del Comer, beber, amar de Ang Lee, otorga al film un aliciente, haciendo incluso de las habituales transiciones musicales de este tipo de cintas románticas algo ciertamente simpático. A ello contribuye la dirección de Chan, que sabe equilibrar esos momentos con acierto, y juega de forma casi impecable con las piezas de que dispone la banda sonora de la película.

A Moment of Romance queda dispuesta de ese modo como una pieza distintiva, y ya no únicamente por la dispar mezcla que provee el autor de The White Storm —un título con el que regresaría, por cierto, en 2013 al ‹Heroic Bloodshed›—, también por la madurez con que está ejecutada, y es que pocos achaques se le pueden realizar —a lo sumo, a nivel narrativo, donde en alguna ocasión el cineasta no se compensa con tanto tino esa proporción entre géneros— a una pieza que se eleva notablemente en su tercer acto para dirimir el trágico destino de un universo cuya polarización quizá sería difícil que advirtiese otro destino.

Escrito por Rubén Collazos

 

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