Magdala (Damien Manivel)

En su quinto largometraje, el director francés Damien Manivel aborda una premisa bastante mínima, al proponerse narrar los días de retiro en la naturaleza de María Magdalena, tras la muerte de Jesucristo. La película cuenta únicamente el día a día de su vida en un bosque, en soledad, con algún muy esporádico ‹flashback› intercalado que pone en contexto los recuerdos y el dolor emocional de su protagonista.

Magdala es sin duda una propuesta sorprendente por lo esencial y reducido de sus elementos. Renuncia a las interacciones entre personajes, por lo que no hay apenas diálogos; el silencio estricto de la cinta es solamente ahogado por el sonido ambiente del bosque, el ruido de los pasos y, de vez en cuando, una pieza de piano. Tampoco se echa de menos, porque durante casi toda la cinta el único personaje que aparece en pantalla es María Magdalena, vagando sin rumbo determinado entre la vegetación. Llama la atención, de hecho, que sin mucho menos dejar de ser una obra intimista y esencialmente dedicada a las sensaciones, las escenas en las que el personaje llora o tiene un ataque de tos estén rodadas con una distancia considerable; lo hace porque, en primer lugar, la cámara no tiene miedo de acercarse incluso al plano detalle en más de una ocasión; por ello, no puedo sino interpretarlo como un signo de respeto a sus emociones en soledad.

Siguiendo con lo apuntado en el párrafo anterior, puede considerarse sin duda a Magdala como una obra fundamentalmente sensorial. Y esto me llama la atención, sobre todo en contraste con otros autores con los que se ha querido comparar esta película; porque lo que en, por ejemplo, el cine de Apichatpong Weerasethakul utiliza los sonidos y las sombras como una evocación de lo fantasmagórico, aquí no se plantea exactamente así. Manivel parece interesado en lo físico y material como eje fundamental de su estética. Quiere alcanzar la espiritualidad estrictamente a través de lo que se puede sentir: ver, escuchar o incluso tocar. No hay formas difuminadas ni trucos de iluminación que conviertan las imágenes en abstracciones; al contrario, hay un enfoque muy claro en las texturas, en la inmediatez sensorial del ambiente que rodea a María Magdalena o incluso en su propio cuerpo. Es desde luego curioso, porque en vez de alejar o poner en un plano distinto o más elevado el trasunto de la fe y el espíritu, los pone en el mismo plano y trata de evocar de ese modo.

Que lo logre o no es un asunto complicado y bien sujeto a debate. En mi opinión no siempre. Tal vez, aunque desde luego aplaudo la audacia, no es un enfoque con un potencial evocador tan amplio como sin duda quiere su director. Noto, particularmente, que varias secuencias me absorben desde una dimensión completamente ajena al trasfondo espiritual de la cinta. Y es que sí tiene muchos momentos que son puro goce sensorial, porque la película realmente sabe cómo escenificar todos esos colores, sonidos y texturas y su esteticismo naturalista resulta fascinante; pero no estamos hablando de la vida rutinaria de una persona que vive en el bosque, sino que se nos está contando en particular una fábula religiosa sobre una persona que conoció a su Mesías y a través de él y de su mensaje entiende ahora el mundo que le rodea. Es cierto que se ha querido tender a la secularización de la relación entre María Magdalena y Jesucristo en más de una ocasión, pero al menos en este caso no creo que sea el propósito y, por tanto, siento que no ha logrado del todo su objetivo como narración.

En todo caso, las consideraciones sobre si es una buena película religiosa o espiritual, o incluso siquiera sobre si pretende serlo y yo la estoy juzgando en ese aspecto cuando su enfoque realmente va por otro camino, no le quitan el mérito enorme de ser un ejercicio fílmico interesantísimo, de minimalismo contemplativo en el guion y explosión sensorial en su puesta en escena. Magdala es, sin duda, otra confirmación, tal vez la más notoria, de la habilidad de Manivel para capturar, más allá incluso de su propósito narrativo fundamental, las sensaciones físicas de los ambientes que registra su cámara.

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