Lo mejor de 2014 por… Joseph B MacGregor

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Aunque en lo que se refiere a cine “palomitero”, considero a Guardianes de la Galaxia, Interstellar o Los Boxtrolls como los Reyes absolutos de mi Top 2014, ofrezco una lista de esos otros films que por lo que sea han pasado más desapercibidos, no han tenido tanto éxito de público o cuya realización se aleja un poco de lo que viene siendo habitual. Todos los films que aparecen en esta lista están valorados con un 10 o con un 9 en FilmAffinity, por lo que para la clasificación que os ofrezco (de menor a mayor) he tenido más en cuenta las sensaciones que cada film me provocaron, el grado de emoción o de reflexión que me han suscitado o el tiempo que ha permanecido su recuerdo en mi memoria. Todos ellos me parecieron obras excepcionales, aunque incluiría además en mi lista: Dos días, una noche (Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne), Her (Spike Jonze), Nebraska (Alexander Payne), Ida (Pawel Pawlikowski), El Congreso (Ari Folman) y Joven y bonita (François Ozon) como películas que merecerían también estar en mi Top de lo mejor del año.

Y ya sin más, pasamos a la lista. Qué os sea leve.

 

10 − Stella Cadente (Lluís Miñarro)

El Premio a la Extravagancia del Año se lo lleva con todo merecimiento el film español, Stella Cadente (Lluís Miñarro), curioso biopic sobre Amadeo de Saboya (un enorme Àlex Brendemühl), al que llamarlo biopic sería limitarlo en exceso, ya que es mucho más que eso: un ejercicio de arte, personalidad, frivolidad, frescura, surrealismo, anacronismo, peculiar sentido del humor y ganas de contar las cosas de otra manera como hacía tiempo no veía en realizador español y en una película; un film difícil para el público palomitero, y sólo apto para excéntricos incurables, críticos inquietos, cinéfilos kamikaze y otras gentes de malvivir. Un puntazo y con algún que otro momento realmente emotivo y emocionante, al menos para mí así lo fue.

 

9 − El Gran Hotel Budapest (Wes Anderson)

Valoro mucho que un realizador sea fiel a un estilo, sin llegar a traicionarlo en ningún momento ni “venderse” `por un bolsa de monedas, consiguiendo una filmografía coherente con una forma de mirar y de expresarse, de contar una historia, diseñar sus personajes o plantear sus argumentos. El gran hotel de Budapest no hace más confirmar a Anderson como un sujeto que nunca te falla, que siempre da lo a su público lo que espera de él. Así, desde los primeros minutos de sus films no engaña a nadie; ya sabemos que vamos a presenciar la más que peculiar odisea de unos sujetos extraños, inexpresivos o inadaptados, un poco locos, que experimentan esta aventura con optimismo, gran sentido del idealismo, pero cuya actitud autista no es más que una maniobra de escapismo de la fea realidad que les has tocado vivir. Y que además vamos a asistir a un espectáculo repleto de sorpresas, sucesos increíbles y asombrosos, extravagancia, absurdo y excentricidad a raudales, todo esto bañado con una suave capa de su peculiar sentido del humor, con el que tienes que empatizar (o no). Y sobre todo, agilidad, mucha agilidad, ritmo sincopado, actores conocidos encarnando roles insólitos y la sensación de estar asistiendo a una representación de simpáticas e inolvidables marionetas, manejados magistralmente por las manos artesanas del titerero Anderson, que es capaz de arrancarme hasta una lagrimita el muy puñetero.

El gran hotel Budapest

 

8 − Open Windows (Nacho Vigalondo)

Aunque sigo pensando que el mejor trabajo hasta la fecha de Nacho Vigalondo es Los Cronocrímenes (España, 2007), creo que Open Windows posee también una serie de aspectos que considero verdaderamente notables y que la convierten en una obra, quizá no del todo redonda (sobre todo en su desenlace), pero para nada desdeñable o fallida. En primer lugar, admiro profundamente a todo aquel creador que es capaz de dejar volar su imaginación y orquestar una trama tan alambicada, compleja, con tantas vueltas de tuerca como las que nos propone Vigalondo. Realizadores de imaginación inagotable al que quizá su intención de alargar el chicle hasta el máximo puede perjudicarle a la larga, ya que muchos espectadores se pueden perder o aburrir en una tela de araña demasiado pegajosa o enredosa. Pero también es cierto que semejante capacidad de riesgo puede conseguir que espectadores como yo, cuya capacidad de asombro es inagotable, no pierdan hilo y se sientan absolutamente hipnotizados con la película. Tal y como me sucedió con El Congreso (Ari Folman, 2013) lo que más me gusta es la capacidad absoluta de poética abstracción a la que puede llegar una trama, en principio bastante accesible, presuntamente para todos los públicos. Destaco además el inteligente uso de esas “ventanas abiertas” de un ordenador portátil, a través de las cuales se nos narra la trepidante odisea en la que se ve envuelto un Elijah Wood en estado de gracia.

 

7 − Hermosa Juventud (Jaime Rosales)

Comparada con otras obras anteriores como La Soledad (2007), la verdad es que me ha sorprendido mucho el modo cómo ha abordado Rosales la realización de este film. La introversión que evidenciaban los films anteriores se transforma aquí en una explosiva extroversión, manifestada a través de personajes que están en constante comunicación, no sólo a través del lenguaje oral sino también las redes sociales o el WhatsApp. Y esto último (el uso de lo virtual) lo hace además de manera muy inteligente, como una suerte de atropellada y eficaz elipsis. A lo que no renuncia Rosales es a reflejar la realidad actual española, en este caso la de los jóvenes en paro, que desean un trabajo y que se hartan de dejar currículos en todos lados y nadie los contrata por lo que tienen que salir fuera del país a buscarse la vida. En ese sentido, Rosales esgrime un costumbrismo muy auténtico, sin juzgar a sus personajes, tomando distancia de manera adecuada. Quizá la capacidad inagotable de lucha y superación que esgrime a lo largo de la cinta, Natalia (Ingrid García Jonsson), la protagonista del film, merecía un destino mejor y menos pesimista; es el único pero que le pondría a un film por otro lado con una gran capacidad de convicción y que me emocionó profundamente en muchos momentos.

Hermosa juventud

 

6 − Rompenieves Snowpiercer (Bong Joon-ho)

Obra colosal, ambiciosa, más grande que la vida, el último film del realizador de Mother (2009), The Host (2006) o Memories of Murder (2003), nos plantea una historia que no sólo es un espectáculo entretenidísimo y espectacular. Es evidente que ese tren que viaja hacia ninguna parte, cuyos pasajeros son los supervivientes de un desastre ecológico que hace imposible la vida humana en el exterior, encierra una clara alegoría de la sociedad del siglo XXI. La trama parte de una revolución planeada desde el vagón de los parias, los desheredados, que desean llegar hasta el primero de ellos, en donde se ubica el Gran Motor Central y su misterioso maquinista. ¿Es la vida un tren en el cuál estamos todos atrapados y somos manipulados por un maquiavélico “Master of Puppets” que maneja los hilos, que decide quienes, cuantos y cuando deben morir para conseguir que no se rompa el equilibrio que hace funcionar el mundo? Independientemente de esto, el film no pierde ritmo en ningún momento, es emocionante y ágil a más no poder, como cualquier blockbuster de moda; por eso me extraña que no haya tenido una mayor difusión y un mayor éxito de público, ya que posee un componente comercial y “palomitero” innegable.

 

5 − Las vidas de Grace (Destin Cretton)

Nos encontramos en esta ocasión con un film independiente norteamericano, en el que se nos narra el día a día de una casa de acogida (Short Term 12, título original del film), que aloja a niños/as adolescentes que por razones varias no poseen un hogar. Aunque el conflicto dramático central sí está protagonizado por Grace (una más que excelente Brie Larson), podríamos hablar de una historia coral en la que cada uno de los integrantes de la casa (acogidos y educadores) poseen su importancia, ofreciendo varias sub-tramas paralelas muy intensas de similar interés. Lo más destacable de esta cinta es la naturalidad de los diálogos y la sencillez de la realización, que se limita a reflejar una realidad sin aspavientos ni exageraciones, con un enorme poder de convicción. Se trata de un film muy emotivo y a la vez muy real que no nos deja indiferente y que conmueve profundamente al espectador, sin caer en ñoñería ni sensiblerías baratas de telefilm facilón. Quizá una historia tan intensa y dramática como la que se nos plantea requería un desenlace de idénticas características, pero Destin Cretton opta en su guión por un final más que feliz, esperanzador que tampoco está nada mal. Atención también a la interpretación de John Gallagher Jr. (que interpreta a Mason, educador y novio de Grace), que está de Óscar, un auténtico robaescenas de la peor calaña.

 

4 − Locke (Steven Knight)

Increíble producción británica cuyo punto de partida —el trayecto nocturno en coche de un hombre que se dirige a un hospital— me hacía temer lo peor, pero afortunadamente no fue así: tanto la realización como el guión de Steven Knight resultan en ese sentido impecables, consiguiendo que no decaiga el interés del espectador en ningún momento. Logra además trasmitirnos a lo largo del desarrollo del film la angustia creciente que va experimentando Ivan Locke, el único protagonista de la historia, que debe resolver varios asuntos que le tienen preocupado esa noche utilizando tan sólo el “manos libres” de su auto. Gran parte del mérito del film reside en una interpretación fantástica por parte de Tom Hardy, que interpreta con enorme solvencia y credibilidad a este hombre que quiere tenerlo todo perfectamente controlado y que desea que cada uno de los conflictos, en los que se ve envuelto esa noche, se resuelva para él y todos los implicados favorablemente. Otro tanto por ciento importante del poder de convicción del film reside en una inteligente puesta en escena, por parte de Steven Knight, que consigue mediante un cuidado montaje de secuencias que el trayecto nocturno de Locke no se nos haga monótono ni aburrido, al viejo estilo Taxi Driver.

 

3 − Big Bad Wolves (Aaron Keshales y Navot Papushado)

Aunque posee algún punto en común con Prisioneros (Denis Villeneuve, 2013), lo cierto es que la obra (maestra) que nos ofrece en comandita Aaron Keshales y Navot Papushado destaca sobre todo por su ambigüedad, (macabro) sentido del humor y capacidad de suspense. Se nos ofrece una película que acapara nuestro interés desde un principio, de ritmo endiablado, con una magistral capacidad para transmitir una atmósfera malsana que gradualmente se va haciendo más irrespirable. El film israelí evidencia además un peculiar sentido del humor, influido (y así lo afirman ambos realizadores) claramente por el que esgrimía Quentin Tarantino en sus primeros trabajos (Reservoirs Dogs y Pulp Fiction), sobre todo cuando se nos ofrecen escenas violentas o de tortura mezcladas o interrumpidas por conversaciones pueriles o surrealistas entre los personajes, que chocan con lo terrible o desagradable de la situación que se está desarrollando en ese momento. Posee además un excelente guión qué juega constantemente con la paciencia y los nervios del espectador. Lo más importante no reside en saber al final el profesor, que permanece secuestrado y es sometido a cruel tortura por el padre de una de sus presuntas víctimas, es culpable o no de asesinato y pederastia sino quién o quiénes son en realidad los auténticos monstruos de la función.

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2 − Relatos Salvajes (David Szifrón)

De este film argentino, estructurado en un prólogo (que funciona como una suerte de chiste introductorio) y cinco relatos, destacaría sobre todo la magistral capacidad para a partir de un punto de partida aparentemente simple —un conflicto pueril y cotidiano, que le podría suceder a cualquiera de nosotros— conseguir que este vaya derivando hacia una enfebrecida trama, que paulatinamente se va volviendo más enloquecida, agresiva, violenta o angustiosa tanto para el /la protagonista de la misma sino también para los que les rodean. En definitiva, se trata de presentar a unos personajes como tú yo sometidos una situación extrema, que les provoca una reacción igualmente extrema; como un estallido emocional que provoca el caos, la muerte o la explosión: el desastre absoluto. Es muy complicado conseguir un equilibrio en cuanto a interés y suspense como el que logra trasmitir el realizador argentino no sólo en cada uno de los episodios sino también en el conjunto global de la obra; ninguno de los cuentos resulta aburrido, falto de interés o está de más; cada uno dura lo que debe de durar. En ese sentido, nos encontramos con una obra implacable, redonda, incluso divertida en la que además el elenco actoral está magnífico.

 

1 − La Isla Mínima (Alberto Rodríguez)

Varios elementos a destacar del que sin lugar a duda ha sido uno de los films españoles del año, tanto para la crítica como para el público. En primer lugar, el planteamiento de una historia policiaca sin complejos, demostrando que somos capaces de contar un thriller sin necesidad de optar por la parodia, el esperpento o la chabacanería. Parece que en España la única manera de abordar según que géneros era ésta; sin embargo, de un tiempo a esta parte se demuestra que no es así, que es posible narrar una trama policiaca con sobriedad, excelente interpretación del elenco actoral, y sobre todo con la seriedad y el rigor que una historia como la que nos plantea La Isla Mínima requiere. Hablemos de un guión perfecto, sin fisuras, que no deja cabos sueltos; de una historia que nos atrapa desde prácticamente los primeros minutos, de su costumbrismo a prueba bombas (algo en lo Rodríguez es un experto), del excelente y hermoso uso que hace del escenario natural en el que se desarrolla la acción, destacando los colores ocres y amarillos. Y así podríamos seguir “hasta el infinito y más allá”. La Isla Mínima es una obra que provoca el asombro del espectador, que emociona por su belleza, que interesa porque la intriga está perfectamente hilvanada y por un dúo de actores (Raúl Arévalo y sobre todo Javier Gutiérrez) que están increíbles.

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