La diosa fortuna (Ferzan Ozpetek)

El momento de incertidumbre que atraviesa la ya larga relación entre Alessandro y Arturo conoce un momento de aparente respiro con la llegada de Annamaria, antigua amiga del primero y que se presenta en el domicilio con sus dos hijos pequeños del brazo. De ascendencia aristócrata pero rechazada por su progenitora por haber tenido un hijo distinto con cada hombre y no haber contraído matrimonio, Annamaria cae en brazos de la pareja como si los 5 conformaran en sí una pequeña familia. Sin embargo, la sorprendente visita de esta mujer lleva aparejada una noticia no tan buena: su estado de salud dista de ser óptimo y debe someterse a un ingreso hospitalario para valorar posibles consecuencias.

El título de la última obra del cineasta turco (asentado en Italia) Ferzan Ozpetek, La diosa fortuna, ya indica aproximadamente por dónde se irá encarrilando la película conforme avance su metraje. Lo que Ozpetek nos presenta es una combinación de drama de pareja y drama familiar, que desde el comienzo quedan unidos en una trama no del todo original pero que sí sabe exhibir un corazón y un conocimiento de la vida muy grandes.

Pese a que La diosa fortuna comienza con una escena algo descabellada, en mitad de una boda donde no dejan de salir tantos personajes que parece que jamás nos va a dar tiempo a conocerlos a todos, de inmediato el film pasa a centrar su mirada en los cinco personajes ya narrados y prácticamente no los soltará hasta la parte final. Esta circunstancia genera lo que será una gran virtud de la película como es la profundización que se produce en los problemas de cada miembro de este quinteto. Aunque lo mejor de esta parte es, posiblemente, que el esfuerzo en presentarnos sus personalidades es tan pequeño como efectivo. El carácter de Alessandro y Arturo y la situación de pareja por la que atraviesan se nos cuentan en apenas dos diálogos, con los niños sucede algo muy similar e incluso Annamaria, más enigmática que el resto (excelente Jasmine Trinca, por cierto), genera empatía desde el inicio.

Como decimos, a partir de esos minutos iniciales, el desarrollo de La diosa fortuna no aporta demasiadas cosas nuevas ni en su línea argumental ni tampoco en su puesta de escena, pero Ozpetek sabe llevar su película por un camino bastante satisfactorio. Cada secuencia sirve para conocer un detalle más tanto de la trama como de sus personajes y todo ello se narra de una forma muy natural, exhibiendo sentimiento y sabiendo evitar cualquier peligro de volverse anodina. Esto último se refleja a la perfección en la última media hora, cuando llega el momento de dar una vuelta de tuerca a la obra.

Respecto a los asuntos que en sus dos horas de duración trata La diosa fortuna, el impacto que la llegada de unos niños tiene en una pareja es el más evidente de todos, a pesar de que en este caso (y por suerte) no se presente como una “paternidad imprevista” al uso ni tampoco se siga el típico esquema de esta clase de películas. El hecho de que el perfil de los niños vaya acorde al aroma que desprende la obra, evitando el típico prototipo de chiquillo repelente, facilita sobremanera el mensaje que se quiere transmitir y, por supuesto, también el cerrar el film de una manera bastante óptima.

No merece la pena, por tanto, mencionar las flaquezas de La diosa fortuna cuando sus virtudes resaltan tanto que hace que aquellas se olviden. No es sino al final de la película cuando se puede pensar en que lo visionado dista de ser un drama familiar memorable, pero lo que Ozpetek nos narra durante dos horas es tan sensible y veraz que bien merece rendir un aplauso a esta gratificante labor.

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