Gabor (Sebastián Alfie)

Esta película se abre con la imagen de su director, Sebastián Alfie, enganchado a una mascarilla de oxígeno en la recepción de un hotel del altiplano bolivariano, tras unos segundos, la voz en off de Alfie se pregunta qué hace en semejante situación, la respuesta: «todo empezó cuando conocí a Gabor». A continuación, un flashback a Barcelona un mes antes, nos permite conocer el inicio de esta aventura. Alfie ha sido citado por una fundación que combate la ceguera en Bolivia llamada Ojos del Mundo, en la fundación le proponen dirigir un cortometraje de tres minutos que muestre lo que siente alguien cuando recupera la vista tras años sin ver. Alfie acepta el proyecto pero se siente abrumado por las dificultades, no quiere caer en los clásicos clichés y tiene que filmar en Bolivia con personas que no están acostumbradas al medio y que hablan aimara, sólo está seguro de una cosa, un proyecto como este requiere una cámara especial, una Viper y sólo hay una persona que tenga una en España, un húngaro llamado Gabor.

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Cuando Alfie conoce a Gabor descubre en él una de esas casualidades que te brinda la vida y que no puedes dejar escapar. Gabor nació en Budapest, su padre, fotógrafo, le inicia en el arte del oficio, cuando los rusos invaden Checoslovaquia huye a Canadá, con sólo 18 años, falsificando su pasaporte. Allí monta su propio restaurante, que marcha bien durante unos años pero que acaba cayendo en la bancarrota. Después de este traspié vuelve a Hungría dónde estudia dirección de fotografía y gana un premio al mejor documental que no puede recoger porque la policía le persigue por contrabando de zapatillas. Entonces se marcha a EE.UU. y empieza su carrera como director de fotografía en películas, documentales y publicidad viajando por todo el mundo. Ya en los noventa empieza a vivir en Colombia, se enamora y tiene una hija, en este período, en un rodaje en el Amazonas de tres meses, se le infectan los ojos y en un puesto de salud local le dan un tratamiento que le dispara un glaucoma a partir del cual queda ciego.

Alfie propone a Gabor ser el director de fotografía del film y sorprendentemente Gabor acepta. Pese a los temores iniciales de Alfie, Gabor se desenvuelve con fluidez gracias a la experiencia y la intuición, enseñando a Alfie más de una lección sobre cómo hacer cine. Acuerdan que el film se centre en cuatro protagonistas, Emilio y Víctor, ambos ciegos que van a someterse a una operación para recuperar la vista, Doña Eulogia, una anciana que acudirá desde su aldea a la clínica para recibir su primer diagnóstico y Shirley la cirujana que se ocupará de los casos. A lo largo del rodaje surgirán pequeños imprevistos y se plantearán problemáticas que llevan a Gabor y Alfie a enfrentar sus ideas sobre el cine en un interesante ejercicio autorreferencial en el cual la película se explica a sí misma haciendo al espectador partícipe de las tomas de decisión que darán lugar al resultado final y permitiéndole imaginar los posibles caminos no transitados.

Esta película supone una reflexión sobre el medio, pero también es la historia del Beethoven de la fotografía que es Gabor. Como documental logra la difícil hibridación entre el juego meta cinematográfico y la vehiculación de emociones a través de una narración que aparece fortuitamente, la del retorno de Gabor a su pasión, el oficio de la fotografía. Alfie logra provocar el efecto deseado haciendo que la historia de Gabor irrumpa como una ráfaga de realidad azarosa dentro del plan, un accidente que vendrá a solucionar muchos de los interrogantes que ya se planteaba el director, ofreciéndonos, de este modo, una de las posibles actitudes para encarar los problemas estéticos y vitales, esperar, dejar que las claves aparezcan por sorpresa, en un descuido, mientras mirábamos hacia otro lado.

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La introducción del factor azar que constituye la historia de Gabor enlaza con la intención del documental de hablar del problema de la ceguera con veracidad y con la honestidad del film para resolver el fragmento de Eulogia, ya que su ceguera es incurable y Alfie, en un principio, no quiere que se refleje de este modo en el documental. En el tratamiento del desenlace de la parte de Eulogia se contraponen los discursos de Alfie y Gabor, el primero pretende hacer primar el mensaje que se quiere transmitir, un mensaje de esperanza que incite a la gente a acudir a la clínica para intentar curarse, Gabor opina que eso es publicidad a lo que Alfie responde que no quiere hacer arte… esta conversación es muy interesante debido al problema ético que plantea, si el objetivo del film es promover que los habitantes de La Paz acudan a la clínica, ciertamente sería desmoralizador contar la historia de un caso irresoluble y tal vez más ético maquillar la realidad para lograr producir el efecto deseado sobre otras personas ciegas que acudan a pedir diagnóstico y que podrán recibir una cura. Del otro lado tenemos la verdad, ese dejar que el azar marque el camino, sin tratar de armonizar los cabos sueltos que vayamos dejando. Finalmente Alfie se da cuenta de que no es necesario cambiar la historia real de Eulogia ya que en los otros dos casos los ciegos recuperan la vista y el camino que emprende Eulogia con su nieta a la clínica, lejos de resultar descorazonador, se revela hermoso, tanto como puede serlo la realidad cuando nos atrevemos a mirarla de frente y dejamos de desear disfraces.

Gabor es un ejemplo de cine sin pretensiones que ha dejado que la vida penetre en cada fotograma y que la realidad habrá sus brechas, sin necesidad de cierres unívocos o soluciones, reclamando a un espectador despierto que inicie sus propias reflexiones.

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