A cambio de nada (Daniel Guzmán)

Hay inicios que resultan ya claves para comprender que estamos ante un talento sin pulir, óperas primas que delatan que, con tiempo y experiencia, el creador de las mismas puede ser uno de esos grandes artistas que trascienden la mediocridad y encuentran su voz propia. Esos inicios artísticos de los que se habla en la gran Susurros del corazón y que el guión del genio que es Miyazaki puede explicar con palabras mucho mejores que las mías.

Hace tiempo que el mundo audiovisual destaca el buen hacer de Ben Affleck tras las cámaras, desde que dirigió su primer largometraje, Adiós, pequeña, adiós. Pues podemos decir sin miedo a equivocarnos que Daniel Guzmán ejerce en A cambio de nada, su primer largo de ficción, de Ben Affleck patrio. El conocido actor se pone detrás de las cámaras para trasladar a la gran pantalla algunas de sus propias vivencias y el resultado es sencillamente espectacular.

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A cambio de nada es una película vitalista, sencilla pero no simple, de las que hace virtud en la madurez fijándose en la propia adolescencia. Por eso los personajes principales son adolescentes, aunque bien secundados por Antonia Guzmán, la propia abuela del director, que ejerce de contrapunto y da la sabiduría de la edad. El argumento no parece a priori nada del otro mundo: Darío y Luismi, dos jóvenes de dieciséis años que han crecido juntos y comparten esa intimidad que solo tienen los amigos inseparables de la juventud.

Es una historia de verano, una historia cotidiana, una historia que es precisamente como todas las historias del mundo, y eso la convierte en algo especial. Los padres de Darío se separan y él se escapa de una casa que ha dejado de ser un hogar. Empieza a trabajar en el taller de un viejo delincuente y, además, conoce a una anciana que recoge muebles para sustentarse. Entre ambos, y su amigo incondicional, pasan un verano que obligará al chico a convertirse en un hombre.

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Guzmán ha homenajeado su propia adolescencia en el film, pero la verdad es que ha estado bien secundado por el elenco de actores que aparecen en el reparto: Luis Tósar, Miguel Rellán o Fernando Albizu realizan unas interpretaciones soberbias. Mención aparte merece la ya mencionada Antonia Guzmán, que sin ser del ramo, se convierte con su aura naif y veterana al mismo tiempo en uno de los pilares de la película. Recuerda en cierto modo a Manolo Martínez actuando en Estigmas: se compensan los fallos técnicos con voluntad.

En cualquier caso, entramos en un pequeño universo de barrio, humildad y esperanza que se sigue con entusiasmo. Las múltiples referencias a la España de los ochenta y los noventan encuentran su razón de ser en una historia que se centra bastante en lo social, en los problemas cotidianos del día a día. Su cercanía no es nada forzada, resulta muy fácil identificarse con lo que se pretende contar, y por tanto todos los elementos se conjuntan para transformarse en un conjunto sincero, creíble y potente.

Podemos decir que A cambio de nada es uno de los soplos de aire fresco que nos trae el año 2015. Una cinta que, bien es cierto, tiene algunos fallos a nivel técnico, y algunos detalles que son mejorables, pero que ciertamente consigue, con su vitalismo y su desenfado, que aparquemos todo lo que no es redondo para centrarnos en la historia y acompañar a su protagonista en el curioso viaje de crecimiento espirítual que emprende un verano cualquiera de un año cualquiera en un lugar que podría ser cualquiera. Directa a los corazones.

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