El tesoro (Corneliu Porumboiu)

Qué complicado es dar la respuesta adecuada a un vecino cuando este te pide algo. Si dices que no, además de sentirte mal, es posible que pierdas una buena relación con alguien que te conviene tener satisfecho. Si, por el contrario, optas por acceder a su petición, perderás tiempo o dinero (o las dos cosas) y probablemente no será la última vez que suceda, ya que se aprovechará de tu bondad para pedirte más favores similares en el futuro. Por eso no es extraño que Costi, un hombre humilde casado y con un hijo a su cargo, al principio sea reacio a la petición que le hace su vecino Adrian. Este le pide nada menos que 800 euros para poder pagar sus muchas deudas pendientes. Un asunto complicado que se aclara cuando Adrian le cuenta la verdad: quiere ese dinero para adquirir un detector de metales y buscar el tesoro que su bisabuelo dejó enterrado en algún lugar del antiguo hogar familiar. Costi, deseoso de aventuras y de una gloria futura que revierta su actual rutina, acepta el desafío.

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El tesoro (Comoara) es la más reciente película del peculiar cineasta rumano Corneliu Porumboiu. Con tan excéntrico argumento, es difícil imaginar que el film no tenga por bandera un cierto sentido de la comicidad. Pero Porumboiu complementa esta con un trasfondo social que va más allá de la propia búsqueda del tesoro. La crisis económica a veces requiere medidas desesperadas y la inversión en la búsqueda, de salir mal, podría ahondar a Adrian en su círculo de penurias y arrastrar hacia allí a su ahora compañero Costi. Por esta razón, la aventura emprendida para encontrar el tesoro cobrará una relevancia casi límite, que a los espectadores nos hace estar en una ligera tensión por si la misión se torna en fracaso.

A pesar de que El tesoro parece ostentar un argumento muy básico, la película encierra segundas lecturas más que interesantes. De entrada, es fácil comprobar los evidentes paralelismos entre Costi y su hijo. El típico hombre que de bueno llega a ser tonto tiene por retoño a un niño con problemas para responder a los golpes propinados por sus compañeros de clase. De noche, leen juntos los cuentos de Robin Hood como una familia feliz. Realmente lo son, pero todos necesitamos un paso adelante para alcanzar la autorrealización y Costi no es ajeno a ello.

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La cinta de Porumboiu se convierte entonces en algo parecido a una crónica sobre el hombre. Cuando Adrian sigue de cerca a Cornel, responsable del detector de metales, su temple y actitud pasan por varias fases. Costi, en cambio, permanece calmado, como el personaje apacible que es él. Casi todo lo que vemos en este proceso de búsqueda es honesto: desde el cantar de los pájaros hasta la hilaridad que provoca el sonido del detector, Porumboiu nos traslada a un contexto nada difícil de imaginar. En este punto, es ya difícil pensar hacia qué rumbo se encaminará El tesoro. Por fortuna, el desenlace que elabora el cineasta rumano no solo es llamativo y singular, sino que combina bien con el espíritu general que parece haber querido inculcar a su película.

Con todo, el cóctel de comedia dramática con tintes aventureros que conforma El tesoro no podía menos que dejar un poso bastante valioso. La película alcanza el grado de naturalidad óptimo para narrar una historia sincera sin renunciar a la mística de la cinematografía, como bien muestra el mencionado desenlace de la obra. Porumboiu ha conseguido rendir un pequeño homenaje a los varios films que narran búsquedas de tesoros y, por ende, a aquellos personajes que son capaces de arriesgar su estabilidad personal con tal de lanzarse a perseguir sueños mayores.

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