Un hombre solitario (Brian Koppelman, David Levien)

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Suponemos que tras su buena acogida en Cannes de la cinta Behind the Candelabra (Steven Soderbergh, 2013) las distribuidoras han decidido estrenar casi 4 años después Un hombre solitario, protagonizada también por un resucitado Michael Douglas, después de años de infierno personal y una larga batalla ganada de manera casi milagrosa contra el cáncer. Y es que uno no puede evitar ciertas similitudes entre la problemática vida del actor y la película que llega ahora a nuestras carteleras. Sino es por el tirón que el actor parece haber recobrado últimamente, no se entiende que se decida recuperar ahora el film en cuestión.

Lo cierto es que Un hombre solitario es una interesante historia, con un Michael Douglas que controla los tiempos y que se erige en el protagonista indiscutible de la cinta, por mucho que a lo largo del metraje vayan apareciendo una larga lista de nombres de actores y actrices bien conocidos por el público (DeVito, Susan Sarandon,  Mary-Louise Parker o Jesse Eisenberg) que sólo están ahí para hacer más grande al susodicho actor.

La historia está algo trillada, y suele ser enfocada de manera más conservadora de lo que siempre parece; hombre con éxito social y entre las mujeres de toda edad y condición consigue perdonarse a si mismo y alcanza la redención después de haberse comportado como un auténtico capullo, descubriendo que el sexo y el poder no son lo único que hay en la vida. Estando en el terreno que pisamos, el cine comercial hollywoodense, uno puede esperarse cualquier coñazo.

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Y sin embargo la cinta funciona. Y eso se debe al guión, escrito por Brian Koppelman y David Levien, amigos y socios de Steven Soderbergh y guionistas de algunas de sus propuestas más estimulantes (The Girlfriend Experience, 2009) o de las más comerciales (Ocean’s 13, 2007), también encargados de la dirección.

Ellos dos son los encargados de contar lo de siempre con ciertos detalles que la hacen diferente, como es el gusto por crear giros de guión que destrocen lo establecido, llegando a la agradable sensación en determinados momentos que no sabes que va a pasar a continuación. No es siempre, ojo, y de igual manera caen en otros momentos de «déjà vu»  resueltos con poca gracia, pero seguimos la trama con interés, apoyados en unos diálogos bastante más trabajo a lo que uno podría esperar. Michael Douglas consigue elevar a su personaje y se merienda al resto del casting, con personajes menos jugosos, aunque hay que decir que la poco conocida Imogen Poots sale bien parada.

Posiblemente en otras circunstancias la película pasaría desapercibida, como me consta que así ha sido, pero el buen hacer del guión consigue sacar a flote la empresa. No todo son buenas noticias. La dirección es plana hasta el hastío, los directores, esa pareja formada por los mencionados Brian Koppelman y David Levien que también resuelven el libreto, se dedican la mayoría de las veces a situar la cámara sin correr ningún riesgo, limitándose a apoyar la historia.

Sus creadores juegan a unir varias películas sin que la cosa parezca desentonar, así tenemos la historia del personaje de Douglas, alguien que cae mal de inicio al espectador por su comportamiento y su falta de moral y ética tanto laboralmente como sexualmente hablando, con esas historias sobre volver a un origen o incluso de progenitor que de capullo que es acaba perdiendo a la familia. Ideas abonadas para un telefilm cutre de domingo por la tarde cutre, pero que aquí se hace bastante llevadero.

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Puede que me deje llevar teniendo en cuenta las nulas expectaciones que tenía antes de entrar en la sala (éramos seis personas mal contadas, interés nulo en una película que llega tan tarde y mal a nuestras pantallas), pero sin ser una gran obra o incluso una película que vaya a perdurar en nuestra memoria mucho tiempo, sería una lástima pasar por alto el enfoque interesante de un tema tan manido.

Y es que la única conclusión posible es que sus creadores consiguen alejarse del cine más establecido, sin ser ni mucho menos, tampoco lo intentan, una obra autoral o como quieran llamarlo.

Douglas naufraga de cama en en cama y de jovencita en jovencita en una historia que nos sabemos de pe a pa, pero se introducen giros que consiguen continuar interesados en su personaje en una historia a la que intuimos que no nos ha sido otorgado toda la información.

Nos alegra saber que Douglas está de vuelta, vivito y coleando. A ver que tal está en la nueva de Soderbergh.

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