Un planeta solitario (Julia Loktev)

Alex y Nica (Gael García Bernal y Hani Furstenberg) son dos jóvenes prometidos que preparan una ruta por la región caucásica, límite entre Europa del Este y Asia Occidental. Para ello contratan a un guía conocedor de la zona, Dato (Bidzina Gujabidze), y se embarcarán en un viaje que pondrá a prueba la integridad de su relación. Dividida en dos partes claramente diferenciadas, The Loneliest Planet realiza una minuciosa disección de la psicología de los protagonistas así como de la relación que mantienen antes y después de un momento crítico que hará dudar a ambas partes de los vínculos afectivos que ambos consideraban consolidados.

La primera secuencia muestra a una preciosa Nica al borde de la congelación esperando a que su prometido le traiga un jarro de agua caliente para entrar en calor (escena que tendrá un reverso perturbador más adelante). La cercanía y calidez que demuestra la secuencia terminará de corroborarse una íntima escena sexual. En un primer tramo se definirá la psicología primaria de los personajes y los pilares que sustentan la relación. Inquietos, curiosos e infantiles, bromean con el oscuro guía y su rudimentario inglés, se sacan fotos, practican el español y disfrutan cruzando un río o escalando. El reto de la travesía a través de las bellas montañas europeas no hace más que reafirmar los lazos que unen a la ardiente pareja. Pero, al margen de este desarrollo, tenemos la sensación de que algo se está gestando, el inquietante baile en el pueblo la noche anterior a la partida asienta una ligera sensación de desasosiego e incomodidad en el espectador que no hará más que incrementarse debido a las extrañas reacciones de Dato, su sabio y perturbador guía.

Un fugaz y angustioso encuentro cambiará bruscamente la percepción que los protagonistas tenían de su relación, derivando el tono general de la película en meandros puramente introspectivos. Explora los roles que asumimos en una relación afectiva y cómo estos pueden resquebrajarse inesperadamente, descubriendo reacciones interiorizadas que nunca hubiéramos imaginado. Asimismo refleja los sentimientos de culpa, decepción, aceptación y perdón que conlleva la reconciliación. Reduciendo los diálogos al mínimo, los gestos y reacciones de los personajes pasan a un primer plano, adquiriendo una importancia capital. A partir de este momento, un atemorizado acercamiento físico, un arrepentido intento de conversación y el establecimiento de un tímido juego resultan claves en el desarrollo de la historia.

La función del propio entorno muta a lo largo del metraje, la libertad y pureza casi mística que transmite el paisaje en la primera parte pasa a connotar en su segundo tramo un fuerte sentimiento de represión y aislamiento, a pesar de su vastedad. La belleza de la región crea un doloroso contraste con la situación de los protagonistas y los temporales que acontecen resultan un reflejo de la propia psique de los protagonistas. La lluvia torrencial no apacigua la pena y la furiosa bomba de agua en medio de la nada simboliza ese escape emocional que parece demorar su aparición. La profusión de agua y los protagonistas conducidos por un guía en las profundidades de un entorno casi metafísico genera en mí una espontánea y ligera asociación con Stalker.

Construida mediante largas secuencias cuya planificación evoluciona paralelamente a la psicología de sus protagonistas, dilata la duración de los planos una vez estalla el catalizador del conflicto, dando luz a la vastedad interior de los jóvenes. Los largos ‹travellings› que recorren los ásperos parajes georgianos retratando la deriva de unos personajes separados por millas a pesar de compartir plano, podrían recordar a los que protagonizaran Casey Affleck y Matt Damon en Gerry. Incluso podría considerarse a The Loneliest Planet como un estudio alternativo al que realizó Van Sant, heredando formas y esencia, aunque centrado esta vez en las relaciones sentimentales.

Su directora, Julia Loktev, cuya trayectoria incluye un cortometraje y un largo, Day Night, Day Night, demuestra una lucidez sorprendente a la hora de reflejar el derrumbamiento de una relación y la posterior búsqueda de un nuevo equilibrio sentimental que permita que la cosa vuelva a funcionar. Como en cualquier relación, los intentos son torpes y caóticos, pero por ello, resultan completamente humanos.

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