Sesión doble: The Taking of Deborah Logan (2014) / Murder Death Koreatown (2020)

El ‹found footage› de cauce más terrorífico llega a la sesión doble con dos joyas a reivindicar: por un lado, el debut de Adam Robitel en 2014 con la fabulosa The Taking of Deborah Logan, y por el otro una de esas piezas misteriosas que llegó en 2020 con Murder Death Koreatown, sin firma pertinente por parte de su autor. Un motivo más para embarcarnos en los recovecos más oscuros del género.

 

The Taking of Deborah Logan (Adam Robitel)

Siendo uno de esos géneros que fían buena parte de sus posibilidades al poder de la imagen, el ‹found footage› quizá encuentra uno de sus ‹handicaps› en la elección de una temática que suele resultar primordial para generar no un interés, sino por recoger esa fascinación que puede llegar a vislumbrarse a través de estampas insólitas por esa capacidad innegable para sumergirse de forma expresiva en ellas. El debut de Adam Robitel con The Taking of Deborah Logan logra algo más que definir un sugerente contenido con su premisa inicial, y es que precisamente ese contenido otorga a los mecanismos genéricos la disposición para suscitar esas estampas que forman una simbiosis perfecta con el género, dotándolo de características más que afines, indispensables para el desarrollo del mismo.

El alzheimer, que se erige como materia troncal desde la que desarrollar el relato concebido por Robitel, supone ya un acercamiento terrorífico de por sí, nos hallemos ante una cinta anexa a los códigos del cine de terror o no; no obstante, y lejos de aquello que puede suscitar una enfermedad cuya severidad se puede percibir fácilmente debido a los sucesos que ocasiona, el cineasta de Boston es capaz de sustraer imágenes de lo más perturbadoras que, sin embargo, ni siquiera resulta esencial que estén adscritas al género: al fin y al cabo, aquello que propicia ese padecimiento al que se acerca The Taking of Deborah Long no es, ni más ni menos, que una inquietud patente que Robitel expone con inteligencia a través de los vacíos que desenvuelve, poco a poco, la propia mente del enfermo.

Así, y con un engranaje que sustenta su esqueleto en un ‹found footage› compuesto con habilidad, que se desenvuelve con mucho tino mediante una notable puesta en escena —la cual incluso deja margen para alguna que otra nota cómica, como ese chascarrillo del cámara sobre la obsesión de los americanos blancos con los sótanos y áticos, rebajando de paso la tensión del momento— y va encontrando cada vez más desvíos en un sobrenatural bien implementado, el film extiende una atmósfera amenazadora que convierte cada uno de sus pasos en una inmersión mayor (si cabe) a partir de los engranajes del género, otorgándoles además firmeza y evitando que durante el metraje se extienda una sensación de reiteración que bien pudiera haber herido de muerte la cinta. En ese sentido, y desentrañando el relato que concede sentido a los acontecimientos desarrollados —con la sempiterna explicación pertinente que, dicho sea de paso, en esta ocasión no entorpece sus posibilidades—, Robitel despliega situaciones que, además de aportar nuevos datos a la trama, son capaces de generar un mal rollo patente sin grandes recursos ni florituras.

The Taking of Deborah Logan es algo más que el ejemplo de aquello que debería ser un ‹found footage› ideal, sabiendo originar estampas que lo definen a la perfección, y componiendo una conclusión que, si bien quizá resulta su punto más flaco —por volver sobre caminos conocidos y poco sugerentes—, dota de una voz distinta a uno de esos ejercicios que merece la pena rescatar en la vorágine de un género que pocas veces ha encontrado imágenes (y miradas, magnífico lo de Jill Larson) tan expresivas como para representar con esa facilidad su extraño paradigma.

Escrito por Rubén Collazos

 

Murder Death Koreatown (Anónimo)

Puede que lo más importante y a la vez olvidado del género del metraje encontrado es la credibilidad en base a grabaciones amateurs y conspiradoras que se entrometan en una película. La idea de editar, cortar, pulir y musicalizar algo que quien lo rodó ya no puede controlar, porque básicamente ya no existe. Ya si consigue crear una especie de leyenda sobre ese material que juegue con esa posible credibilidad, tienes ganado el cielo del ‹found footage›, porque hay novedad después de El proyecto de la bruja de Blair, solo hacía falta un poco de imaginación para resaltar entre los demás.

Murder Death Koreatown surge de un caso real, pasado por el filtro de la conspiranoia. Una mujer asesina a su marido en el barrio coreano de Los Ángeles, un caso apenas extendido, sucedido en 2017, de los de fácil resolución judicial. Un punto de partida arriesgado y prácticamente anecdótico que nos rebota a un vecino preocupado, que tiene dudas, tiempo y una cámara de vídeo. La película carece de director, guionista, actores ni referencia alguna. Apenas unos apuntes en foros que alimentaron a la bestia antes de salir a la luz y que a día de hoy se han perdido. Podría pasar por una producción modesta, un chiste o un verdadero quebradero de cabeza si nos da por interiorizar el creciente caos del film, porque aquí todo vale. Por eso, en este caso afirmar no conocer nada de la película enriquece la experiencia, no está de más.

En realidad nos enfrentamos más al soliloquio de un tipo desconocido que quiere reconstruir los hechos a su manera que un posible esclarecimiento de algo, por tanto, disfrutamos de una sesgada visión de la realidad donde la lectura personal de todo tipo de señales es más importante que los hechos que suceden en el film. Un hombre que comienza rellenando su tiempo libre —que es todo—, que muestra interés por los interlocutores que ofrecen datos útiles para alimentar sus pasos y corta desairado los que aplastan sus intereses, que se deja seducir por las decadencias propias de un barrio digno de misterio —con sus cubos de basura, graffitis y vagabundos—, donde todo puede llevarte a lo peor si sabes interpretarlo a lo grande. Pronto el personaje se come la historia y nos dejamos llevar por la inconsistencia de sus maquiavélicas disquisiciones, acompañado por todo tipo de personajes que poco importa si están guionizados o no, puesto que siguen insuflando o pisoteando el misterio, que además no evita lo sobrenatural, para que en esta corta inversión de tiempo disfrutemos de la locura de una mente discordante dispuesta a meterse en una espiral oscura.

Murder Death Koreatown sabe emplear el metraje encontrado para lo que fue presentado en sus inicios al público, una especie de trabajo amateur que nos desgrana una posible realidad, y además sabe imprimir en el resultado la huella de aquel que graba el contenido, sin que diagnostiquemos la seriedad del resultado, disfrutando de la barbarie conspiranoica que crece exponencialmente, en un aparente sinsentido disfrutable, de esos que tropiezan una y otra vez con la misma piedra. Un punto a favor es ese verborréico ataque que nos acompaña en todo momento, mejor que cualquier voz en off: un cerebro activo capaz de verbalizar todas y cada una de las apreciaciones que surgen a cada momento mientras paseamos calle arriba, calle abajo, del punto A al C sin olvidar el B y vuelta a empezar. Atrevida y con claras intenciones de desasosegar al espectador, la película se convierte en una experiencia gratificante y una rareza divertida que cumple con el misterio, una joya que no necesita ser pulida para brillar entre tanto trabajo repetido y fotocopiado. Un respiro al subgénero, con el que es un placer encontrarse.

Escrito por Cristina Ejarque

 

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