Sesión doble: Calvaire (2004) / The Treatment (2014)

El cine de género llegado desde Bélgica es el encargado de ocupar nuestra sesión doble de este fin de semana, que llega con dos títulos a rescatar: el primero, debut de Fabrice Du Welz con una Calvaire que no dejará indiferente a nadie, mientras por otro lado nos encontramos con la ganadora en la sección Panorama del pasado festival de Sitges, un thriller con las miras puestas en otros territorios titulado The Treatment y dirigido por Hans Herbots.

 

Calvaire (Fabrice du Welz)

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Calvaire podría etiquetarse a primera vista fácilmente como otra película del subgénero paletos follacabras (o cerdos que para el caso es lo mismo) en busca de víctima a quien torturar de las maneras más retorcidas posibles. Y bueno, cierto es que todo esto existe en el que fue debut en el largometraje de Fabrice du Welz. No obstante hay mucho más detrás de esta mera fachada genérica, un territorio de desesperación en el que el director belga no duda en investigar.

Más allá de lo explícito, y precisamente por lo escaso que se muestra en lo referente al gore, estamos ante un mundo que se define por las texturas y los tonos. Mucho antes de lo que realmente terrible inicie, ya se nos sientan las bases de lo tortuoso con algo tan simple como la sinécdoque transitoria a base de «jumps cuts» en el viaje entre lo civilizado y lo salvaje. Sí, cambia el paisaje pero hay algo que es invariable, lo grisáceo del ambiente, lo opaco de la luminosidad, la locura sexual presente en las miradas tanto de gente presuntamente “normal” como en la de lo que llamaríamos degenerados. Para más inri se nos situa como centro sarcástico de todo este deseo incontenible a un loser, a alguien que detrás de su aparente cordura esconde una mentalidad al borde de la locura.

Nada es pues normal en Calvaire, o precisamente lo que se nos muestra es que la normalidad no existe, que no es más que un fino velo de tintes oníricos que puede caer en cualquier momento y revelar la monstruosidad subyacente. Du Welz ejerce pues de maestro de ceremonias, de revelador de secretos, de encargado de levantar el telón y cuando lo hace no disimula la ferocidad angustiosa de lo revelado. A través de una atmósfera sucia y opresiva lo meramente inquietante se hace evidente a través de rostros que se deforman a lo Fritz Lang, cerrando planos, revelando deformidades escondidas y aumentando exponencialmente la locura de minuto en minuto.

La clave de este calvario es la transposición interior-exterior entre el estado emocional de sus personajes y el entorno en el que habitan. A medida que la trama avanza la naturaleza se torna en algo cada vez más sucio, amenazador, frío y desolado. Un páramo desolado del que no hay salida como la mente perturbada de los que la habitan y sufren. En el fondo el film de Du Welz es una pesadilla en capas que se superponen y se sobrescriben una y otra vez sin posibilidad de escape. Un film que se autometaforiza constantemente y que ofrece imágenes tan poderosas como inquietantes, tan locas y definitorias como el baile alucinado (casi una versión lunática del que abre Armonías de Werckmeister, Bela Tarr 2000) de un grupo de paletos alegres en su insana celebración. Sí Calvaire es terror, agonía, inquietud y malrollismo, pero lo mejor y a la vez peor desde el punto de vista anímico es que es una película desoladoramente triste, negra, pesimista y por tanto desesperanzadoramente nihilista.

Escrito por Alex P. Lascort

 

The Treatment (Hans Herbots)

The Treatment

Si David Fincher hacía del cine de género una herramienta para armar su nuevo thriller, en The Treatment el belga Hans Herbots hace lo propio pero en su caso para llevar la figura criminal a un nuevo terreno. El belga, que nos pone tras la pista del inspector Cafmeyer, del que un episodio de su infancia cobrará fuerza tras la nueva desaparición de un niño –como sucediera ya con su hermano–, aprovecha precisamente esa premisa para armar un film en el que ese presunto criminal bien podría constituir parte de una de tantas leyendas urbanas, emergiendo así como un personaje en ocasiones de cauce cuasi mitológico –esas apariciones en casa de uno de los niños más bien parece fruto de una marcada irrealidad que otra cosa– cuya condición queda además reforzada por ese misterio que lo rodea. En efecto, uno puede dar por válido el hecho de que tras esas desapariciones se esconde una figura de carne y hueso, pero la construcción a la que somete Herbots a ese individuo la dota de un carácter que parece mucho más ligado al cine de género que no al terreno originario en el que trabaja el cineasta.

El poder de sugestión que cobra esa particular figura se ve reforzada gracias a la composición de un universo ciertamente perturbador, poblado por personajes que con su sola presencia dotan de una lograda atmósfera al film, siendo esta refrendada por algunos de los aspectos trabajados desde la realización, y que contribuyen en gran medida a hacer de The Treatment una de esas obras adictivas e incluso un tanto magnéticas que poco más necesitan para captar la atención del espectador.

La ambientación resulta también clave en el cuarto largometraje del cineasta, y en ella rubrica algunos de los mejores episodios de un trabajo que, si bien es cierto visita y recompone algunos lugares comunes de la vertiente más oscura del thriller, no se resiente por ello y parece conocer a la perfección los mecanismos que maneja para que el todo no termine consituyendo parte de una eterna sensación de déjà vu en la que The Treatment no cae en ningún momento. La faceta visual apuntala, además de ese componente ligado a forjar una atmósfera, algunos pasajes que dan forma además a un relato que no queda cojo en ese aspecto: el cineasta cierra con tino la crónica subyacente sobre la infancia de ese inspector –que, a la postre, es la que lo lleva a tejer una obsesión acerca del caso que investiga– y es capaz de sustentarla a través de estampas verdaderamente llamativas, algo curioso en un conjunto donde la imagen no es vehículo de lucimiento, pero no por ello está fuera de lugar ni mucho menos. Es quizá ese el motivo de que The Treatment termine constituyendo un potente ejercicio de género que, amparado en los habituales códigos del thriller, pone más empeño en lo descriptivo que en lo visual, y ahí radica el triunfo de una pequeña joya que bien merece la pena tener en cuenta en un terreno tan yermo como lo es en el que se mueve Herbots.

Escrito por Rubén Collazos

 

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