Rose Glass… a examen

Rose Glass, que fuiste a la escuela y de tu formación nos dejas varios cortometrajes en tu web personal. Porque ya sea como alumna o aprendiz de realizadora, en algún momento se aprende con maestros. Desde los veinte años rodando ejercicios entre la videoinstalación o los clips musicales para tus cursos en el National Film and Television School del Reino Unido. Trabajos como Pop, O y The Only Water en los que la música sumada a los efectos sonoros, acompañan a imágenes nocturnas, multipantallas más lógicas para una sala de arte por varios proyectores. Escenas compartidas en pantalla doble con plano general y detalle de la misma acción. La inquietud que originan las superposiciones partidas, reflejos dobles de un cuerpo plegado sobre sí mismo en We Are Humans con torsos, espaldas y anatomías decapitadas en movimientos de colores que simulan insectos. Con el picado en aplomo o menos severo como punto de vista global.

Rose Glass, que narras historias desde tus cortometrajes. El primero, Moths, para dar cuenta de dos polillas enamoradas que se observan entre un agujero mínimo de la pared. Dos vecinos que se aman pero no se cuelan en la casa del otro, aunque sí en sus vidas. Sin diálogos, solo gestos, acciones, sonidos y humor. También ternura y ruptura final. Valorando siempre la visión del personaje que observa y el que actúa delante de su espía. Calibrando el color, la luz y el decorado definitorios de la mujer, el hombre y sus circunstancias.

El segundo, Storm House, con esos dos jóvenes que no hablan y se persiguen por una casa como animales juguetones, sonrientes, apasionados. Procreando en la naturaleza. Durmiendo en una cama que los une solo en su yuxtaposición pero los separa en sus individualidades. Ella en el techo, embarazada. Mientras él se entierra en el suelo, para germinar en la misma espera. Con esa mansión azotada por el viento y las rechas de agua. Un corto lleno de poesía, enigmas, fantástico como tus siguientes trabajos, Aunque la fantasía siempre ondula repta por tus encuadres medidos, la puesta en escena, el nervio editado en pantalla.

Saltando un tercer cortometraje desconocido, evocador en su tráiler, The Silken Strand, surge en 2014 otro más conocido, más cercano al primer largo —Saint Maud— en cierto modo por su espíritu. Es Room 55, un ejercicio de estilo de época que ofrece lo mejor de su autora, siempre guionista y directora de todos sus trabajos. La cineasta nos sitúa con solo un primerísimo plano en la mente de su protagonista Alice, una mujer de mediana edad que parece atemorizada, hasta que unos focos rojos se encienden e iluminan un primer plano más abierto con ella sonriente. Es la presentadora de un programa de cocina, tal vez en los años sesenta por la textura de la imagen en blanco y negro en un televisor. En apenas tres planos, visualmente, la directora nos sitúa en el tormento, trabajo y época de la mujer. Aunque ya recurre a los diálogos como un apoyo narrativo más, frente a sus anteriores cortos —netamente audiovisuales pero sin conversaciones ni descripciones dialogadas— nunca supedita la imagen al diálogo. Empleando los movimientos de cámara climáticos, suaves, más psicológicos que activos, hacia la mente del personaje, no hacia sus acciones. Eludiendo las evidencias del suspense creado en torno a la habitación número 55 del hotel, espacio que da sentido a la película. Sin alargar más allá de sus veintiún minutos de metraje la intensidad de su relato.

Rose Glass, que pisas los suelos. Tan joven que no merece la pena entronizarla en su esplendor actual, vía salas de cine, con una obra tan apasionante visual y temáticamente como es Saint Maud. Es mejor no echar las campanas al vuelo porque, por fortuna, le queda carrera por trabajar. Espero que no sucumba a una obra posterior que como en el caso de Damien Chazelle, enterró muchos logros de su fulgurante segundo film, Whiplash. Que no la divinicen tanto como para esperar que sea la salvadora del cine británico o europeo, sino que continúe dando sorpresas de un trabajo al siguiente. Manteniendo esa poesía salvaje de su Storm House, ese humor soterrado común en su breve filmografía, que da matices a su terror y suspense.

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