¿Qué nos queda? (Hans-Christian Schmid)

Si nuestra familia está rota… ¿Qué nos queda? Algo así debió pensar el cineasta alemán Hans-Christian Schmid a la hora de titular su última película, una especie de análisis sobre las relaciones paterno-filiales una vez que los descendientes ya llevan un tiempo viviendo fuera del nido familiar. O dicho de otra forma, cómo los hijos asisten al progresivo deterioro de sus padres, un deterioro no tan físico como emocional, achacable en muchos casos a que años y años de convivencia acaban desgastando a una pareja que posiblemente nunca debió convertirse en matrimonio.

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En el caso de ¿Qué nos queda?, Schmid focaliza la atención en Marko, residente en Berlín, escritor de profesión, divorciado y padre de un hijo. Muy de vez en cuando, tanto Marko como su hermano Jakob, hacen una visita a sus padres, Günter y Gitte, que si bien poseen un estatus socioeconómico bastante acomodado, no atraviesan su mejor momento como pareja. Pronto descubrimos el porqué: Gitte, que sufre un trastorno psicológico, ha decidido dejar de medicarse. Las consecuencias de tan inesperada decisión aparecen poco después y, por desgracia, no afectan sólo a la madre de la familia.

El quid de esta película, sin embargo, es que no sólo retrata la decadencia de los padres, sino que también dibuja un oscuro porvenir sobre los dos hijos. No es exagerado decir que, con excepción del niño, todos los que aparecen en esta película resultan bastante desgraciados, o al menos eso se puede decir mediante las imágenes que vemos y las pistas que se nos van ofreciendo. Es decir, de alguna manera se intenta extrapolar el drama a todos y cada uno de los personajes, en vez de centrarse en la crisis de pareja como vector para desarrollar la trama. Y ahí es donde falla la obra de Schmid.

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Al abrir varios frentes de batalla en una película, el autor asume un riesgo importante: ¿cuánto dedico a cada parte? ¿Cuál cuento con mayor profundidad? Con 85 minutos de metraje, podría parecer que no hay tiempo suficiente para añadir más subtramas al argumento principal, pero lo cierto es que a Schmid incluso le sobra tiempo para explicar cada una de ellas. El problema es que lo hace de manera livianísima, con escasa o nula profundidad. El ritmo de la película es tan sumamente lento que resulta tarea imposible implicarse emocionalmente con cualquiera de los personajes o situaciones. No tenemos tiempo para conocer cómo se extrapola el problema de los padres de Marko a la relación que mantiene éste con su hijo, o a la relación de Jakob con su novia, o para comprender el porqué de los problemas económicos de Marko. No nos importa los que les pase a los protagonistas, quizá con la única con la que podemos empatizar algo más es con Gitte, pero debido en mayor parte al papel que a cómo se desarrolla su personaje. Ni siquiera la revelación que Günter desvela hacia el final de la película (con bastante poco acierto, por previsible y por tópica) modifica un ápice de la trama.

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Una verdadera lástima, porque la obra de Schmid posee una cuidada fotografía y los actores, a pesar de lo ya comentado, destilan aptitudes. Pero a una película de hora y media hay que pedirle un ritmo algo más alto, que no resulte vertiginoso pero sí acorde a lo que se va a contar. Podemos concluir que ¿Qué nos queda? se queda lejos de su objetivo por no poder/saber explicar cómo afecta a Marko la crisis de sus padres. No es un bodrio ni un subproducto por estar alejada de lo pretencioso, pero desgraciadamente sí es una película fallida.

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