Monsieur Chocolat (Roschdy Zem)

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Aunque al parecer no es algo único ni novedoso, debo confesar que desde niño me dan bastante miedo los payasos. Tengo guardado en la memoria un momento de mi infancia en un circo (de las pocas veces que iría), y el recuerdo más vívido dentro de él coincide con la salida de los payasos y su subida y bajada por las escaleras donde estaba el público. Mi mayor temor era que se pararan a mi lado y me miraran, o que tuvieran intención de hablarme o bromear conmigo. Un miedo similar al que uno tiene cuando un profesor pide salir a la pizarra a resolver un problema del que no tienes ni idea, pero mucho más irracional e incomprensible para uno mismo, que no es capaz de vislumbrar a la persona que se esconde detrás de tanto maquillaje.

Es posible que todo se debiera a eso, al maquillaje, las pelucas y las ropas llamativas; al disfraz que les creaba otra identidad indescifrable y misteriosa. Sin embargo, Chocolat, el payaso que interpreta Omar Sy, la desarrolló sin necesitar de otro disfraz que su sonrisa y el color de su piel, dos ingredientes que llamaron la atención del público de principios del siglo XX, época final del colonialismo y en la que estaban más que acostumbrados al entretenimiento de tintes racistas. Durante más de 10 años Chocolat y el payaso Footit se convirtieron en los payasos estrellas del circo más importante y moderno de París y, una vez allí, después de festejar todo lo bueno que les trajo el dinero, surgieron las primeras preocupaciones sobre la dignidad del primer artista de circo negro en Francia.

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Roschdy Zem, realizador de Monsieur Chocolat, dramatiza la vida del cubano Rafael Padilla, alias Chocolat, hasta el punto de crear una duda interior que hace plantearse al espectador si lo que se muestra es de verdad lo que pasó, y llegando a la conclusión de que se trata de una libre interpretación de la biografía de Padilla y de los hechos acontecidos entre 1895 y 1917. Lo más llamativo, en este sentido, es ver cómo juega con el personaje de Footit (James Thiérrée, nieto de Charles Chaplin) y crea una rivalidad entre ellos que posiblemente existiera, pero cuya explicación en la película no coincide con la cronología real, y así también ocurre con muchos otros pasajes de la historia de estos dos payasos que triunfaron hasta que ambos decidieron trabajar en solitario (cada uno a su manera).

Por ese motivo, es recomendable ver Chocolat sin pensar en si coincidirá o no con lo ocurrido de verdad, y plantearse sus 110 minutos de duración como lo hace su protagonista: un entretenimiento que se recrudece a medida que comprobamos la verdad tras el telón rojo. La mayor virtud del film, más allá de cumplir su función como divertimento que se toma en serio, está en su recreación, tanto en las escenas de circo como en las coreografías, realizadas con bastante acierto, y sobre todo en haber creado un personaje principal que no es perfecto, retratando una evolución e incluso una explicación sobre su personalidad y su vida, y que genera problemáticas lógicas incluso a día de hoy, donde uno se cuestiona si degradarse para hacer reír al personal no es en el fondo una degradación bastante seria y preocupante.

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