La mujer que escapó (Hong Sang-soo)

Se ha hablado hasta la saciedad de las variantes Hong e incluso, desde un escepticismo un tanto sarcástico, de la idea de un director que no sabe salir de su propio concepto, repitiéndose hasta el aburrimiento. La cháchara incesante, los temas tratados e incluso su representación visual son, en demasiadas ocasiones (y demasiados casos) objeto de un crítica que adolece de análisis en favor de la apariencia de la obvio. Y es que, desde esta modesta tribuna, no podemos estar más en desacuerdo con un análisis tan simplista, y más cuando se llevan diciendo estas mismas cosas desde, casi, el inicio de la filmografía de Hong Sang-soo.

No nos aventuraríamos a establecer un calendario concreto al respecto de las múltiples evoluciones y transiciones estilístico-temáticas en los films del director coreano, siendo este un asunto tan esponjoso que resulta ciertamente difícil establecer unos límites claros. Sin embargo, nos atrevemos a colocar su último estreno (que no su último film) The Woman Who Ran como punto álgido, y quién sabe si como colofón, de lo que podríamos denominar ciclo Kim Min-hee. Y no solo por la presencia de la actriz, sino por el proceso temático y formal que en estos films ha experimentado Sang-soo.

En este sentido The Woman Who Ran plantea una depuración máxima en ambos sentidos. En lo temático cede definitivamente todo el protagonismo a las mujeres. Ya no son agente de dolor o inseguridad frente a las sucesivas crisis masculinas, ni tan solo elementos pasivos o con una lateralidad fueracampista que sirven sencillamente para reforzar un retrato masculino negativo. En este caso estamos ante un film exclusivamente femenino, donde el elemento masculino aparece en contadas ocasiones como simple elemento molesto y disruptivo. Este es un retrato de mujeres poderosas dentro de su modestia, cada una con sus pequeñas, en apariencia, historias de la cotidianidad, pero que ponen de relieve un empoderamiento que no necesita de pancartas.

Se podría achacar una cierta visión unidireccional del asunto, cierto, pero no lo es menos que no solo hay sinceridad en los retratos, sino que parece haber una especie de enmienda a la totalidad del propio director al respecto de su visión acerca de las relaciones y el papel de la mujer en ello. De hecho, por momentos, lo que podrían definirse como tranquilas e intrascendentes charlas de sobremesa, dejan traslucir hastío y un punto de rabia ante el rol tradicional que se otorga a cada uno de los géneros. Sí, el diablo está en los detalles, pero también en actitudes decididas. Así, The Woman Who Ran se acaba convirtiendo en un proceso de autoafirmación, de escucha y aprendizaje hasta el momento de afrontar cara a cara la arrogancia de una masculinidad sin duda tóxica.

Todo enmarcado, también en un dispositivo formal casi desnudo, ubicado en los márgenes de lo urbano. Edificios, casas y paisajes aparecen desprovistos de oropel y filmados a veces con la sensación visual de cámara de seguridad. No tanto como una forma de inmiscuirse en lo privado sino como en la idea de la naturalidad, de la puesta en escena sin apariencia de puesta en escena. Un formato que, al igual que su protagonista, irá evolucionando hacia lugares más complejos, más ricos en detalles y matices que completan su viaje interno para llegar al lugar-culmen que no podría ser otro que una cafetería-cine. El lugar ideal para que Hong Sang-soo exponga su voluntad de artefacto cinematográfico y, a la vez, punto de colisión entre la ficción del arquetipo forzado y la realidad de la naturaleza femenina.

Así pues, estamos ante uno de los filmes más complejos de la filmografía de Hong Sang-soo y, paradójicamente, más sencillos en el sentido de la depuración estilística que ofrece. Una película tan directa en intenciones como en hechos pero que huye de la confrontación violenta. Una forma más de hablar de la mujer como sujeto revolucionario a través de la fuerza del diálogo y la razón. La procesión, sin duda, va por dentro, pero nada como su último plano para entender el resultado final de la toma de conciencia. ¿Ficción, proyección o realidad representada? Sea como fuere un triunfo sin paliativos.

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