Krzysztof Kieslowski… a examen

Durante estos días se está reestrenando en los cines españoles la llamada Trilogía de los Colores, que en sus tres partes (Tres Colores: Azul, Tres Colores: Blanco y Tres Colores: Rojo) descomponía el ideario francés a través de una puesta en escena tan atractiva como peculiar. Su director no era otro que el polaco Krzysztof Kieslowski, quien precisamente pondría aquí el punto y final a su trayectoria profesional antes de fallecer en 1996. Un hombre que dejó un buen puñado de trabajos hoy considerados como muy importantes en el cine europeo del siglo anterior y que probablemente tuvieron su máxima representación en El decálogo, una serie de diez obras televisivas que correspondían a los Diez Mandamientos de la tradición religiosa judeo-cristiana. Antes de este proyecto, empero, Kieslowski ya se había labrado un cierto porvenir en su país de la mano de películas como Sin fin (Bez końca).

En el comienzo de Sin fin, descubrimos que el abogado Antoni acaba de morir. Nos lo cuenta él mismo, sentado en la cama donde duermen su hijo Jacek y su mujer Urszula, quien no es capaz de sobrellevar tan enorme pérdida. Al día siguiente, recibe la visita de una mujer cuyo marido Stach está en prisión por realizar una huelga bajo el amparo del sindicato Solidaridad, que tuvo una vital importancia en la defensa de la nación polaca frente al dominio soviético y que fue fundado por Lech Walesa (cuestionado recientemente tras destaparse un supuesto colaboracionismo con los soviéticos).

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Esta cinta es la primera colaboración de Kieslowski con su tocayo Krzysztof Piesiewicz, de profesión abogado y que coescribiría junto al director todos los guiones de las restantes películas que filmaría durante su vida profesional. En este sentido, Sin fin destaca sobre todo por la soberbia construcción que se realiza de la psicología de la protagonista. Huyendo de efectismos, Kieslowski elabora un fino retrato de cómo Urszula intenta sobreponerse a la muerte de su marido, un Antoni cuyo pasado saldrá a relucir varias veces al encontrarse Urszula con ciertos retazos de su vida personal y profesional. Todo ello culmina en una secuencia final tan excelente como necesaria. Es uno de los primeros largometrajes donde el director polaco demostraría su pericia a la hora de edificar personajes femeninos sólidos; no en vano, y más allá de Tres colores, en La doble vida de Verónica se podía apreciar algún que otro detalle similar al que se nos cuenta a través de Urszula.

Hasta aquí el lado más dramático de la cinta, que durante su desarrollo se complementa con una segunda narración en clave judicial y laboral. Para afrontar esta parte, es más que recomendable tener una cierta base sobre el contexto sociopolítico de Polonia durante aquella época. De otra manera, los diálogos entre los diversos miembros del sindicato, familiares y abogados se pueden hacer bastante poco llevaderos. Kieslowski no concede ninguna facilidad para seguir el relato, convirtiéndolo en algo farragoso durante el último tercio de película, aunque por fortuna nunca llega a despegarse de la realidad.

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En Sin fin, Kieslowski utiliza varios trucos narrativos de forma muy acertada. Llama la atención cómo rompe la cuarta pared en la secuencia inicial, cuya potencia dramática ya deja entrever la importancia que tendrá el carácter de Urszula para comprender la película en toda su magnitud. Evitando spoilers, también diremos que esta escena inicial tendrá un punto de conexión muy evidente con las últimas tomas de la cinta, al saber equilibrar Kieslowski la imagen y el sonido teniendo en cuenta los dos contextos.

Sin fin es una buena película para conocer lo que posteriormente sería un estilo muy definido y atractivo. Sin llegar a la calidad de El aficionado (Amator, también llamada Camera Buff), rodada un lustro antes sin tanta ambición pero con mejores resultados y cuyo visionado recomendamos encarecidamente, lo cierto es que Sin fin funciona bastante bien pese a su (buscado) tono irregular en la narración, teniendo quizá su mayor baluarte en la fascinante caracterización de Urszula, primero de los muchos personajes femeninos cuya psicología tan bien retrataría el cineasta polaco durante sus trabajos posteriores.

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Un comentario en «Krzysztof Kieslowski… a examen»

  1. La película tiene visos del fantástico cotidiano y la compañera (matrimonio civil o religioso) refuerza la historia, es ella como dice el comentarista, quien lo invita a uno a vivir dentro del envolvente ámbito de un recuerdo, del recuerdo de la persona ausente; sin otro camino posible que el reencuentro de dos fantasmas.

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