Grass (Hong Sang-soo)

Una mujer sola en una pequeña cafetería escribe discretamente en su portátil un extraño diario, absorbida por sus reflexiones. No es escritora, pero escribe. A su alrededor, en ese mismo lugar, transcurren múltiples encuentros de hombres y mujeres con conversaciones entre las que se descubren ciertas similitudes a pesar de la naturaleza única de sus conflictos, pasados y anhelos. Hong Sang-soo parece haber entrado definitivamente con Grass (2018) en un nuevo espacio de experimentación formal y estilística de su filmografía, aunque continuista en su extrema sobriedad respecto a The Day After (2017), con la que además comparte su fotografía en blanco y negro. Un espacio en el que los elementos básicos de su cine siguen estando presentes, pero desprovistos de prácticamente cualquier recurso accesorio. Sus historias suelen ser esquemáticas y la excusa para desarrollar juegos narrativos, ideas sobre la interpretación de un relato o el estudio de la identidad de sus personajes manipulando diferentes aspectos de las condiciones establecidas. En esta nueva película usa el fuera de campo como descontextualizador de la imagen y —aprovechándose del espectador en su interpretación convencional de ella— transforma a las personas en personajes y viceversa en un ejercicio de fusión absoluta entre distintos niveles de ficción y realidad dentro del film.

Lo que supuestamente son proyecciones ficticias de la personalidad del personaje principal interpretado por Kim Min-hee sobre su entorno pueden ser simplemente escenas sobre las que reflexiona al observarlas desde su rincón. A veces parece desarrollar de manera más compleja lo que escucha y otras incluso se involucra en lo que ocurre. ¿Pero qué parte es real y cuál inventada? ¿Qué de imaginario y de auténtico puede tener una o la otra? A través de las mentiras del arte es como podemos explorar las verdades del alma humana, combinando nuestras propias experiencias con las de aquellos que aparecen en la gran pantalla. Un travelling da rienda suelta a una nueva historia o el siguiente episodio de ella. Un corte parece inferir que todo está en su cabeza y el siguiente que son hechos reales que suceden mientras los registra y comenta desde su punto de vista en su pantalla, a partir de sus peculiaridades, frustraciones y deseos. La necesidad del artista, del narrador, del cineasta… de usar a sus personajes como vehículo de sus obsesiones e intereses se captura a través de una mujer solitaria que podría ser la manifestación del propio director a través de sus ojos.

El aparente distanciamiento de Kim Min-hee hacia los protagonistas (o no) de sus historias parece un elemento fundamental del proceso creativo, entrando en sus vidas sin influirlas, analizando su comportamiento sin modificarlo, poniéndoles a prueba sin que lo sepan. Sin embargo, la ruptura de ese compromiso ético parece ineludible. Porque la misma cinta entra en esa constante de dualidad entre los dos planos del relato desde su sencilla configuración visual. La capacidad de empatía y la comprensión de los sentimientos del otro son el motor dramático de las relaciones que se desarrollan ante la cámara. También lo son las diferentes formas de asumir y expresar las emociones entre hombres y mujeres, los problemas de comunicación y la sinceridad en nuestras dinámicas con los demás. Todos temas recurrentes de su cinematografía, así como lo son las actrices y actores presentes en estas viñetas de diálogos que bien podrían ser la versión del director coreano de la mítica Coffee and Cigarettes (Jim Jarmusch, 2003). Hong Sang-soo habla sobre lo que es ser cineasta y creador: alcanzar a entenderse a uno mismo a través de los demás y sus representaciones en su obra, sobre las que se proyecta. ¿Acaso importa algo que esas representaciones tengan o no fundamento en algo existente o sea completamente producto de la fantasía?

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