Faults (Riley Stearns)

Faults

El cine independiente de género ha experimentado en los últimos años un salto cualitativo que se ha forjado en miradas tan interesantes de cineastas como Adam Wingard, Ti West o Jim Mickle, y ha dejado títulos de alto voltaje como Cheap Thrills, Proxy o The Battery —por citar tres de los muchos ejemplos que han dejado entrever ese salto—. No parece casual esa onda expansiva, y el constante crecimiento indica que algo ha movido ese cine independiente a una órbita situada en un estrato distinto del habitual, y es que quizá el hecho de poder desarrollar relatos que no se ciñan tanto a ese nuevo cine indie que ha optado por despojarse de discursos contraproducentes para con el éxito obtenido, bien podría ser una de las causas que está moviendo a una generación de cineastas a acercarse a un terreno no tan tiranizado por los estímulos externos, en parte a sabiendas de que el cine de género rara vez —por no decir casi nunca— se postula entre los grandes ganadores de esos codiciados galardones que atraen fama y espectadores.

Quizá todo ello resulte una conjetura, un grito al vacío de alguien que se hartó en determinado punto del cine independiente rancio y conservador y todavía conserva una pequeña esperanza en encontrar autores a quienes no interese tanto el que dirán los académicos, o quizá sí sea cierto que hay quien ha encontrado en el cine de género un rincón donde exponer inquietudes y experimentar sin necesidad de despojarse de cierta libertad creativa. Sea como fuere, el debut de Riley Stearns se maneja en esa línea incómoda donde los alegatos no gustan a esos amantes de la moralina o lo fácilmente asumible, y eso es algo que uno puede experimentar desde un buen principio: la figura del más absoluto y patético de los perdedores, un individuo que se erige como un experto en los rincones más oscuros de la mente, pero cuyo tiempo de gloria ya pasó tiempo atrás —no en vano, los derechos de su primer y único libro valioso, esto es rentable, los posee su mujer, y apenas puede dormir en un hotel una noche sin previa invitación— y cuyas prácticas (y discursos) sólo le sirven para ganarse una humillación pública, indica que, en efecto, Faults no es ni mucho menos un thriller psicológico al uso.

Faults

La aparición, en ese contexto, de dos padres desesperados y una joven captada por una secta que nunca llegaremos a conocer, se antojará como mínimo una perfecta ocasión para saldar sus deudas en una persecución que incluso romperá su particular tratamiento con esa chica, ahondando (todavía más) en el carácter del protagonista. En ese marco, Stearns aprovechará para forjar un duelo que en cierto modo no es tal, y es que la enrarecida atmósfera de que dota el debutante a su film parece llevarnos a un terreno por completo distinto de lo que uno podría presuponer: algo así como transportar la “falla” al terreno gobernado por sus personajes o, directamente, apostar por una ruptura de ese enfrentamiento psicológico, ya sea debido a los premeditados obstáculos en la trama o a una vía que resulta tan obtusa como las tentativas de ese personaje por resolver sus problemas. Lo que podría ser visto como un paso en falso, termina transformándose en Faults en la mejor de las virtudes, y es que con esas decisiones Stearns no logra otra cosa que expresarse con franqueza; o, en otras palabras, no esconder sus cartas, dejar que el espectador pueda percibir en los personajes sus debilidades o naturaleza.

En ese punto resulta determinante contar con un duo protagonista como el formado por Leland Orser, capaz de reflejar a la perfección los equívocos de ese personaje tan particularmente trazado, y por una Mary Elizabeth Winstead que demuestra (una vez más) su tremendo talento, la valía de una actriz que en la simple frialdad de una mirada halla un perturbador espejo a otra realidad y en la gestualidad fomenta un encuentro con lo desconocido: como si en lugar de ante una hermosa muchacha nos hallásemos ante un ambiguo ser cuya condición se antoja difícil de atisbar. Esa envoltura bien podría hacer naufragar un film como Faults si no fuese porque en la construcción de atmósferas tan inquietantes como decrépitas, Stearns clarifica que nada es lo que parece. Es así como nos hallamos ante una obra cuyas hechuras se apartan de lo usual, y aunque en una maniobra no demasiado lucida nos podamos anticipar a la conclusión antes de tiempo, la capacidad de sus imágenes no se detiene simplemente en ese punto, siendo capaz de atisbar muchos otros atributos que, sencillamente, dejan la relevancia de la trama en un segundo plano para prestar más atención a un lienzo donde lo importante es siempre lo que se sugiere.

Faults

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *