Conducta (Ernesto Daranas)

Hay varias formas de enfocar la educación escolar de los críos, tantas como profesionales de la enseñanza existen. Pero, desde mi punto de vista, y con el conocimiento de causa que pueden aportarme mis más de quince años dedicado a la Educación Primaria (y Secundaria), creo, sin miedo a equivocarme, que los maestros/as se pueden dividir básicamente en dos tipos: aquellos/as que consideran que lo único o lo más importante es la transmisión de conocimientos a su alumnado (¿la mayoría?), y otros (¿los menos?) que se implican además hasta la cejas en la problemática de cada uno de sus alumnos/as e intentan en lo posible empatizar con los chicos/as más complicados o “difíciles”, consiguiendo ese difícil equilibrio entre la exigencia y el afecto. Carmela (Alina Rodríguez), la protagonista del film cubano Conducta (Ernesto Daranas, Cuba, 2014), es una maestra, vocacional hasta la médula, que morirá siendo “la “profe” aunque la jubilen y que cumple a la perfección dichas cualidades pedagógicas, que nacen de muchísimos años dedicada en cuerpo y alma a educar a generaciones de cubanos.

Conducta

El protagonismo de la historia es compartido por un crío al que todos llaman “Chala” (Armando Valdés Freyre), y que vive una problemática personal terrible: su madre, drogadicta y alcohólica, apenas puede dedicarse a él; de hecho, el chico es el único que lleva algo de dinero a su casa, cuidando los perros de un sujeto que los entrena para luchar y apostar. “Chala” es un niño complicado, asilvestrado, con el que Carmela mantiene una excelente relación y al que trata y quiere como si fuera su nieto. Por una serie de circunstancias, las autoridades educativas desean internar al crío en una Escuela de Conducta, una suerte de reformatorio, pero la terca oposición de la vieja maestra —quien piensa que no es lo mejor para el niño— impide que este hecho se produzca. Gran parte del metraje de la película está centrado en las discusiones que Carmela mantiene con colegas o la directora de su escuela, así como una representante del gobierno, que insisten en su ingreso en la Escuela de Conducta.

Paralelamente, se desarrollan una serie de subtramas, una de ellas en la que se describe la problemática del padre de una niña —el primer amor del “Chala”— que al carecer de domicilio fijo, falsea los datos de la matrícula para que su hija pueda estudiar, con la complicidad de Carmela, que no desea que una de sus mejores alumnas deje de ir a la escuela.

Conducta sobresale principalmente en dos aspectos: la excelente interpretación del elenco actoral, que combina actores y actrices profesionales con otros que parecen sacados directamente de la calle (principalmente los niños) por un lado; por otro, la cuidada y exquisita puesta en escena que, en ocasiones, juega a favor y otras en contra.

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La química que desprenden las escenas que comparten maestra y alumna se debe en gran parte a la intensa y humana interpretación de Alina Rodríguez —que está realmente inconmensurable— y Armando Valdés Freyre —que con frecuencia posee la habilidad de ponerte el corazón en un puño o la piel de gallina con la mirada—; un dúo asombroso que nos regala secuencias bellísimas. El resto de actores y actrices (niños o adultos) cumplen a la perfección con su cometido, combinando naturalidad con una interpretación matizada y más que digna.

Aunque el film no oculta la tragedia de unos críos que no tienen culpa de las tristes y trágicas condiciones en las que tienen que lidiar todos los días, lo cierto es que el sumo cuidado estético que se ha puesto a la hora de retratar la miseria entra en contraposición con el mensaje que quiere trasmitir o las reflexiones que desea provocar. Digamos que hay dos formas de mostrar la pobreza en el cine: como lo hacía Pier Paolo Pasolini, en toda su crudeza, consiguiendo además trasmitir una poética de lo feo que no tiene parangón en otro realizador cinematográfico (Acattone, La rabia, Pajarracos y Pajaritos, Mamá Roma); un neorrealismo puro y duro, sin cucharadas de azúcar; o como en esta película, con una cuidada y luminosa fotografía y dimensionando los elementos melodramáticos por encima de la terrible situación que intenta dibujar. En ese sentido, Conducta es de esos films que intentan sacarte más de una lagrimita. Aunque para ello no se vale de trucos o trampas burdas, lo cierto es que al final nos quedamos con la sensación de que hemos visto una película “muy bonita”, que puede hacernos reflexionar durante la proyección pero que al salir del cine tranquiliza nuestras conciencias burguesas; finalmente, no nos resulta incómoda ni nos remueve demasiado por dentro.

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No obstante, la cantidad de premios que consiguió Conducta en el pasado Festival de Málaga —la Biznaga de Plata a mejor película, mejor dirección, mejor actriz, mención especial a mejor actor y el Premio del público— indica que se trata de una película que, sin duda, calará hondo en la mayor parte del público que acuda a verla a los cines. De hecho, considero que es una película destacable, con muchísimas cualidades y que merece la pena experimentar en propia carne, ya sea tan sólo por la profunda sensibilidad y humanidad con que se nos describen a los protagonistas de la tragedia y porque que aborda asuntos peliagudos que considero estupendamente reflejados.

Una última reflexión: aunque los tristes sucesos que se muestran en el film se ambientan en la lejana Cuba, la mayor parte de la problemática que vive “Chala” en su devenir cotidiano, no es un tema que afecte tan sólo a un “país lejano”. Si hay algo que me ha gustado de Conducta es que gran parte de las situaciones que aparecen en la película los he conocido o he sido testigo de primera mano en algunos de los destinos —por los pueblos de nuestra Andalucía— en los que me he visto obligado a ejercer mi profesión. Estas cosas suceden también en España y parece que no hay nadie interesado en solucionar o paliar la miseria en la que viven muchas familias rurales y por supuesto los críos, que en algunas ocasiones —como le sucede a “Chala”— sólo a través de la violencia y la agresividad encuentran una salida a su más que triste situación personal.

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