Catene (Raffaello Matarazzo)

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Director maldito donde los haya, Raffaello Matarazzo hizo un puñado de películas en la época más gloriosa del cine italiano y en mi modesta opinión el transalpino merece un lugar mejor del que posee en el siglo XXI. Matarazzo comenzó su carrera con películas con un aura «renoiriano» como Treno popolare en 1933, (un film muy alegre y divertido) pero derivó a finales de los 40 y principios de los 50 en melodramas y ahí es donde parece moverse como pez en el agua. La mayor parte de estos melodramas están protagonizados por una pareja de actores que también hacen que estas películas conviertan a Raffaello en un genio del melodrama italiano. Los actores son Amedeo Nazzari y la exuberante Yvonne Sanson, siempre siendo la pareja protagonista y que han formado parte de películas inmensas como I figli di nessuno (El hijo de nadie, 1951) y L’angelo bianco (El ángel blanco, 1955), dos cintas con continuidad argumental y que alzan el melodrama del italiano a niveles altísimos.

Catene (Cadenas invisibles, 1949) es el primer melodrama que hizo Matarazzo con estos dos actores, y en él ya vemos situaciones y momentos emotivos que se repetirán a lo largo de los 50. Rosa y Guglielmo están casados y viven juntos con su hijo mayor Tonino y su pequeña, Ángela. Regentan un taller mecánico y la vida les va bien hasta que llega al taller un hombre que quiere cambiar una pieza de su coche. Este hecho desencadenará una nueva historia y hará que Emilio, el antiguo novio de Rosa y con el que no pudo casarse, aparezca de nuevo en su vida despertando viejas pasiones aunque aparentemente lo rechace. Antes de que se presente Emilio de nuevo para atormentarla no sabemos hasta donde llega la relación de Rosa y Guglielmo, tan solo un beso en la mejilla cuando la pequeña y su madre van de visita al taller, por lo tanto es difícil conocer si se aman realmente o haberse casado con el mecánico fue por despecho de su antiguo amor por Emilio.

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Debo destacar tres escenas que a través de las imágenes, de la maestría de Matarazzo y de su puesta en escena nos van situando en los consiguientes cambios que ofrece el relato. Guglielmo y Emilio se conocen porque el primero quiere hacer negocios con el segundo, quiere ampliar el taller, por lo que el marido invita a Emilio a su casa después de unos encuentros que Emilio fuerza con Rosa, como el de la fiesta de fuegos artificiales. Ella, en su casa y en presencia de los dos hombres, se siente incómoda. Mediante la puesta en escena, Matarazzo nos hace ver que su marido está en medio de su posible nueva aventura amorosa y que parece no va a ir a más. La siguiente escena es en la costa de Nápoles en una comida de amigos y familiares, donde casualmente Emilio aparece y hace que el hijo de los Aniello se dé cuenta que su madre sigue amando a ese hombre (unos niños jugando, una pelota que se pierde, unos amantes que se dan la mano por debajo de la mesa cual quinceañeros, una mirada de un niño inocente, una cámara que subraya el momento, un silencio que duele). Rosa, mientras le da la mano a Emilio, rememora felices momentos vividos con él, imágenes encadenadas que aparecen en su mente durante la comida, entretanto los músicos y por petición expresa de Emilio cantan Torna. Por último la tercera escena que cierra esta larga explicación y que se da 20 minutos después de la primera es en la que Guglielmo y Emilio vuelven a quedar en casa de los Aniello para esta vez cancelar el proyecto juntos, apareciendo de nuevo los tres personajes en pantalla. Aquí el que estará en medio será Emilio y así nos damos cuenta que el vínculo de los antiguos amantes está más vivo que antes y que Guglielmo está un poco más lejos de su esposa.

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Después de esta serie de escenas, con todos los personajes presentados y detallados, el film entra de lleno en la historia de chantaje por parte de Emilio y los hechos que desencadenan. Tonino es el único que lo sabe todo y se muestra displiciente con su madre, que no puede imaginar que esté al tanto. Una serie de cartas amenazadoras por parte de Emilio a Rosa con la intención de contar todo a su marido y que los hijos de los Aniello han visto donde las esconde su madre, hacen que Guglielmo acabe enterándose y que la película se precipite hacia unos treinta minutos finales con un muerto, una familia resquebrajada, un condenado a treinta años de prisión, un intento de suicidio y un juicio en el que una mentira hará que la verdad salga a la luz.

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