When The Waves Are Gone (Lav Diaz)

Un profesor da clase a sus alumnos. Enlaza la enseñanza con una anécdota acerca de la resolución de un caso, y de cómo la providencia le llevó a dar con la clave del mismo de un modo practicamente fortuito: memorizando un número de serie que a posteriori detectaría en otro lugar, casi sin quererlo. Con ello, Lav Diaz parece establecer la concurrencia de un personaje cuyo cargo, como esos casos que vienen y van, se ha establecido por una serie de coyunturas que no tienen tanto una relación directa con su metodología, sino más bien con un contexto en el que formar parte del sistema termina erosionando el devenir de los individuos que lo integran. Una particularidad que el cineasta filipino esboza ya desde el principio cuando el protagonista, Hermes, que parece estar realizando labores de vigilancia, entra en un domicilio haciendo del abuso de poder un modo de confrontar su propia realidad, presentando así una disyuntiva ante el espectador que Diaz pondrá de manifiesto en el intenso diálogo que mantendrá Hermes con Raffy Lerma, un fotógrafo amigo suyo que intenta ofrecer a través de su cámara un reflejo del estado de las cosas; un estado que quedará precisamente retratado en esa conversación que el autor de The Woman Who Left plasma con una rotundidad fuera de toda duda, otorgando una perspectiva desde la que englobar este particular acercamiento al ‹noir› más indisociable de la lectura política.

No necesita mucho más Diaz para disponer las herramientas de un film que huye de toda impostura, desnudándose ante el espectador no tanto por el hecho de aplicar una óptica diáfana, sino por huir de construcciones abigarradas o atmósferas cargadas que tan bien podrían encajar en un ejercicio como el emprendido por el filipino; más bien al contrario, el cineasta explota al máximo la dialéctica de sus imágenes, complementando desde la composición del plano y el empleo de la iluminación algunos pasajes más enardecidos, pero en especial ofreciendo un uso de lo más adecuado del fuera de campo y de la elección de un encuadre en el que contiene las posibilidades expresivas de un relato que en todo momento sabe hacia dónde dirigir y, más importante aún, cómo. Destaca también en ese aspecto la ausencia de cualquier elemento sonoro extradiegético que potencie el carácter de esa crónica tan visceral en ocasiones como introspectiva en otras. Un contraste, este último, que se hará patente con la aparición de Primo Macabantay, antagonista de la historia que, a través del tamiz de Lav Diaz, ejercerá una ruptura respecto a la introducción del personaje de Hermes: un individuo que, aún realizando un uso excesivo de la fuerza cuando lo crea conveniente, se nos presenta como un sujeto racional que apela al diálogo para debatir sobre las realidades que lo rodean —un hecho que se manifiesta en ese último acto y en su encuentro con Primo—, algo que el cineasta refuta desde un buen inicio con la presencia de Macabantay tanto desde largas secuencias que rehúyen cualquier atisbo de comunicación oral, como mediante la exposición de un absurdo cuasi irracional teñido por extravagantes bailes —que bien podrían establecer una confluencia con el estimable cine de Adilkhan Yerzhanov— y escenarios que interpelan al espectador con fiereza.

When The Waves Are Gone explora desde esa marcada pulsión genérica que el cineasta lleva a su terreno mimetizando determinados aspectos ‹noir› los recovecos de una sociedad y de un país embebidos por una negrura que no se sustrae únicamente de su faceta visual —reflejada en el contraste lumínico establecido por el director, que se presenta en especial en los espacios ocupados por Macabantay, además de su exquisita fotografía en blanco y negro—; y es que Diaz consigue dotar de una expresividad propia al relato a raíz de esas distintas conversas —en ocasiones soliloquios, como la narración que realizará el personaje de Macabantay acerca de su propia historia en un gesto bastante definitorio para con el film— sobre las que se vierte una turbiedad que podemos alcanzar desde algunos aspectos, pero cuya aspereza no se matiza forzando la imagen: al fin y al cabo, el autor de Season of the Devil sólo la estimula mediante la información que introduce en cada viñeta. When The Waves Are Gone alcanza en esa mirada una pureza que ni siquiera su narrativa discontinua es capaz de condicionar, pues a Lav Diaz no parece preocuparle la cohesión de una obra cuyo alcance se dirime de sus pasajes, y en especial de la condición de una perspectiva que va desplazando imperceptiblemente todo rastro genérico para devenir uno de los mosaicos más descarnados y auténticos del cine político reciente, pero ante todo, uno de esos títulos cuya verdadera importancia se acentúa con la llegada de una conclusión capaz de resonar en la mente del espectador y de continuar suscitando lecturas que elevan su significado para conferirle un lugar preciso en la memoria.

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