Una bolsa de canicas (Christian Duguay)

Corre el año 1941 en las calles parisinas. La ocupación de Francia por parte de los nazis altera completamente el estilo de vida de los ciudadanos galos y, en especial, de aquellos que profesan la religión judía. Es el caso de los hermanos Joffo, cuyas tardes jugando a las canicas y visitando la peluquería de su padre toca a su fin al acrecentarse la represión por parte de los germanos. Es entonces cuando la familia decide separarse: los dos chavales buscan una nueva vida lejos de los nazis recorriendo Francia hacia el sureste, donde estaba la llamada “zona libre” que no era tal en realidad, puesto que el mariscal Pétain, afín al régimen de Hitler, gobernaba el régimen de Vichy.

Una bolsa de canicas (Un sac de billes) es la adaptación al cine del libro que Joseph Joffo, protagonista de esta historia y que en aquella época contaba con solo 10 años de edad, escribió para contar cómo escapó de los nazis junto a su hermano. El canadiense Christian Duguay, muy activo tras las cámaras a lo largo de su carrera (especialmente en series y telefilms) es quien dirige la cinta con el propósito de escapar del clásico estereotipo que impregna demasiadas historias relacionadas con el Holocausto.

Ante la imposibilidad de poder alterar el contexto general de la época o los propios hechos reales que acaecieron a la familia Joffo, Duguay debe limitarse en Una bolsa de canicas a decidir qué muestra y qué no del periplo de los Joffo. Y lo cierto es que resuelve con plenas garantías este aspecto, puesto que no tiene que recurrir a las técnicas más facilonas (esencialmente, mostrar la represión de manera frontal y directa) para crear en el espectador ese sentimiento de agobio y, al mismo tiempo, de ansia de libertad que sentirían los protagonistas en aquel entonces. En este sentido, la ambientación se maneja por los mismos senderos que el vehículo argumental, puesto que la fotografía y los entornos nos trasladan con corrección pero sin excesivos adornos a la época.

Sí es más criticable la insistencia en determinadas secuencias, fundamentalmente las de suspense y románticas que, aunque efectivamente pudieran haber sucedido en la realidad, no encajan del todo en el film. Duguay quiere apurar la tensión hasta el último momento en cada escena, un recurso casi de cliché que aleja a Una bolsa de canicas de ese producto serio y creíble que en sus principales líneas parecía pretender seguir. La trama romántica que surge en un determinado momento del film también deja bastante que desear, por ser previsible y aportar bastante poco a la cinta.

Uniendo lo ya comentado, es necesario recalcar que la parte emocional del film está medida en su justa dosis. Si bien no pocos planos y diálogos apelan al lado más lacrimógeno de la historia, el director se maneja bien para evitar convertir a Una bolsa de canicas en una película demasiado explícita. Al mismo tiempo, la obra sabe alejarse de cualquier atisbo de frialdad que habría cambiado por completo el sentido de la misma.

Todo ello hace que Una bolsa de canicas pase por ser un film más que correcto. Pese a las dificultades que entraña volver a representar en pantalla una historia sobre el Holocausto —por mucho que en esta ocasión su línea argumental se encuentre algo alejada de los cánones habituales—, Duguay ha dotado de cierta personalidad a su trabajo y consigue que el visionado de la película no se atragante ni por ser demasiado dulce ni por pecar de farragoso. Afirmar que Una bolsa de canicas es una cinta de carácter universal, que casi cualquiera podría entender y disfrutar aun sin conocer el contexto, quizá resumiría bien tanto las virtudes como los defectos que posee.

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