Sesión doble: Kanal (1957) / Zamach (1959)

Polonia, 2ª Guerra Mundial. Posicionamos nuestra sesión doble según fecha, lugar y procedencia de sus directores para contemplar uno de esos pedazos rotos que dejó la guerra en la sociedad. Las invitadas son Kanal (1957), de Andrzej Wajda y Zamach (1959) de Jerzy Passendorfer.

 

Kanal (Andrzej Wajda)

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Durante estos días de verano, y aunque no recuerdo ni cómo lo hice, llegué hasta un artículo de Wikipedia que hablaba sobre el levantamiento del gueto de Varsovia ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial (1943). No fue algo premeditado, como tampoco lo ha sido ver Kanal pocos días después. Sin embargo, gracias también a lo primero, ahora tengo los acontecimientos vistos y leídos más frescos, también más ordenados.

Kanal es una cinta polaca de Andrzej Wajda que cubre un día en la vida de un pelotón de la resistencia polaca en esa misma ciudad ya derruida, en septiembre de 1944. El levantamiento del gueto de Varsovia es importante precisamente porque supuso uno de los grandes enfrentamientos de esta guerra entre polacos y alemanes y una de sus más importantes victorias (temporales). También lo es por lo que significó para el pueblo polaco y judío, al que se le asocia en muchas ocasiones cierta pasividad ante acontecimientos similares, aquellos que pretenden reducir o delimitar su existencia. Anteriormente ya hubo resistencia, pero al recibir por oeste y por este, y en diversas ocasiones, posiblemente les resultó difícil organizarse. En cualquier caso, la historia de Polonia ha convertido al país en uno de los más singulares a la hora de hablar de penalidades y dificultades, sobre todo por situación geográfica europea, pero también por religión.

Kanal nos cuenta la huida de un grupo de soldados rebeldes en Varsovia, su huida a través de las alcantarillas. Es el fin de la lucha y todo está perdido. Asistimos así a la desesperanza, a la tragedia. Desde el primer minuto de metraje se nos avisa, no podemos sorprendernos. Cuando ordenan retirada, cada uno escapa por su lado y como puede, en busca de oxígeno. Mientras, la ciudad, la superficie, es asediada por bombas y rodeada por tanques alemanes. La trama es previsible a propósito, lo interesante es recordar a los caídos realizando un film de calidad, con una atmósfera oscura y por momentos bastante claustrofóbica.

Kanal recibió el Premio Especial del Jurado en Cannes en 1957, el mismo año que lo recibiría El séptimo sello (ex-aequo), de Ingmar Bergman. Por esta misma circunstancia, resulta sorprendente comprobar que después de tantos años El séptimo sello goce de tanta fama y reconocimiento y en cambio tan poca gente se acuerde de Kanal. Cinco décadas más tarde, Wajda realizaría Katyń (2007), película que relata la masacre de mismo nombre, en concreto el asesinato de miles de oficiales polacos a manos de la policía secreta rusa en 1940. Los acontecimientos de Kanal se dan en septiembre de 1944 e incluyen además a mujeres y niños, pero, en cualquier caso, y mires donde mires, te encuentras con que el mundo está lleno de malas personas y actos terribles, de angustia, injusticia y muerte. Un lamento por los exterminados, los de la otra mejilla y los héroes… los héroes de la tragedia que saludarán a las generaciones futuras, como dice uno de los soldados.

Ahora, es verdad, las nuevas generaciones ven, desde sus salas burguesas, varias estatuas que les rememoran. Rememoran a quienes se enfrentaron a sus invasores y perecieron frente a ellos, también a quienes asumieron el destino de sus despiadados enemigos. No me atraen los ‘héroes’ de este tipo, tampoco sus ‘cobardes’ o el ‘honor’, preferiría que no tuvieran que existir (significaría que el mundo es un lugar mejor). Pero si no hay más remedio, que vivan para nosotros, cien años más.

Escrito por Alberto Mulas

 

Zamach (Jerzy Passendorfer)

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Un muro, una retahíla de nombres cantados por un altavoz y una ráfaga de disparos. Con un plano y una situación tan simple como definitoria, Jerzy Passendorfer, cineasta a la sombra de otros grandes nombres del cine polaco como los del propio Wajda o Kiewslowski, entre otros, nos sitúa rápidamente en el contexto de esta Zamach (El atentado). Llevándonos, como tantos otros cineastas de la época, al particular contexto de su país durante la Segunda Guerra Mundial, en el film del polaco somos partícipes en poco más de una hora como el grupo rebelde durante el periodo de ocupación germana planeó el asesinato del comandante nazi Franz Kutschera.

Lo que pudiera ser con facilidad una loa a la victoria moral lograda por ese bando cuando la acción fue llevada a cabo —que también—, es entendido por Passendorfer como un ejercicio para exponer y hablar de los pormenores de la guerra desde una doble vertiente: por un lado, la falta de temor, la irreflexividad de unos actos anclados irremediablemente al contexto, como si este hubiese moldeado la personalidad de quienes luchaban en ese conflicto hasta el punto de erradicar cualquier clase de miedo, y por el otro el ensalzamiento de un lado humano, dramático, hallado a la perfección en las consecuencias de unos actos que no exponían dudas sobre la suerte de algunos de aquellos soldados para la ocasión, y que terminarían con las esperanzas y sueños que el polaco refleja con espontaneidad y convicción.

La realización, de patrones clásicos, ayuda a reforzar ese romanticismo que se encuentra tanto en la lucha sin cuartel expuesta como en las ilusiones de esos hombres y mujeres. Pero Passendorfer no se ciñe sólo a ese aspecto, y sabe dotar de una personalidad arrolladora a las portentosas escenas de acción de Zamach: ya no sólo por un perceptible tono seco y directo, también por el empleo de recursos con el objetivo de conseguir que las carencias técnicas no fueran un impedimento, haciendo además de ello santo y seña de unas secuencias donde se puede palpar el furioso ambiente de las calles polacas en la contienda; incluso en un momento ciertamente humorístico el cineasta se permite realizar una suerte de apunte jocoso acerca de la condición de esos bandos clandestinos y su relación con las fuerzas del orden: de una suerte de respeto entendido como un modo de salvar el propio pellejo y hacer la mirada a otro lugar si con ello se evita un enfrentamiento que, a la postre, tampoco llevaría a nada.

Así, Zamach recoge un testimonio de calado humanista que bien se podría emparentar con el neorrealismo pese a no compartir rasgos formales y lo erige como visión contrapuesta a una actitud que sólo podía surgir de lo irreflexivo de esa constante lucha y acoso al que se veían sometidos, trazando así una paradoja sobre las causas y consecuencias de la guerra en un mosaico definido con pulso y ensalzado por una particular veta dramática que no hace sino crecer las posibilidades de una cinta cuya atípica estructura es comprendida precisamente desde una perspectiva tan personal como determinante.

Escrito por Rubén Collazos

 

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