Patrice Leconte… a examen

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Esto puede ser un tema reiterativo, y desde Cine Maldito somos conscientes de ello, pero nunca está demás en insistir en la relevancia del denominado cine popular. No se trata tanto del (sub)género (?) en sí sino de su tratamiento y consideración. Hable usted con cualquier ciudadano medio de España y pregúntele su opinión sobre Paco Martinez Soria. Ahora hagamos el mismo ejercicio con cualquier ciudadano medio francés. Pregúnteles por Louis de Funes o por la película que nos ocupa, Les bronzés font du ski (o por su primera parte), y verán la diferencia. Dificilmente alguien se referirá respecto a ella en términos de obra maestra (aunque incluso habría tela que cortar al respecto) pero sin embargo sí podrá oir cosas como entrañable, necesaria e incluso, damos fe, como clásico.

Todo ello tiene que ver no solo con una cierta cultura cinematográfica, entendida como amor a esos productos que despiertan en nosotros recuerdos agradables independientemente de su calidad per se, sino con una cierta cosmovisión, una manera de entender el mundo, de la capacidad de reírse de los propios estereotipos asumiéndolos como propios. Recapitulando, el español medio se siente avergonzado ante El abuelo tiene un plan o por Los bingueros porque en el fondo no quiere admitir, cosa que sí hace el francés, que ahí está su pasado reciente llamando a la puerta cual Cobrador del Frac. Es el fenómeno del auto-odio patrio, de la incapacidad de asumir de donde se viene, de no aceptar que bajo la capa de nuevo rico civilizado aún hay restos del rabillo de la boina y el burro que la acompañaba.

Pero ¿de qué tipo de película estamos hablando con Les bronzés font du ski? Pues de la comedia del absurdo, de un grupo de patanes que se reencuentran de vacaciones en una estación de ski después de su primera aventura en Les Bronzés, ubicada en un resort africano (Club med como le llaman en Francia). Más allá del contraste climatológico de lo que se trata aquí es de mostrar que sean cuales fueren las situaciones

contextuales en las que se hallen esta gente no cambia, enganchados aus propios estereotipos siguen protagonizando burrada tras burrada.

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De clichés sin embargo es de lo que en el fondo nos está hablando Patrice Leconte, de cómo la exageración y el trazo grueso puede resultar la mejor forma de abarcar todo un mundo de personalidades y al mismo tiempo definir un cierto estrato social francés, esa pequeña burguesía que avanza en pos de la modernidad a través de la llamada de la manada, sin pararse a pensar en ningún momento en lo ridículo de todo ello. Cierto que esto funciona mejor como subtexto, ya que Leconte realmente no teje una obra de contenido social, pero eso no es óbice para subrayar la habilidad del director en introducirlo en medio de la (aparente) grosería campante del argumento.

Cierto es que Les bronzés font du ski puede parecer una obra de entrada muy localista, con giros y actitudes que al espectador no francés le pueden resultar extraños, incomprensibles e incluso ridículos en plan esto no hace no puta gracia. Les invitamos sin embargo a que, hagan un esfuerzo, esencialmente contextualizador, y piensen en el año de producción, 1979. Ahora viajen 25 años más tarde y piensen en las vacaciones que hacemos en los resorts, en las estaciones de ski y comparen(se) con lo visto. Sí, de alguna manera no es que estemos ante una película visionaria, pero sí ante una realidad que nos avanzaba en 5 lustros y que por tanto resulta un documento de valor, ni que sea a nivel del esperpento del avance de la sociedad caminando hacia el borreguismo cerril idiócrata.

Sí, Leconte y esencialmente La troupe splendid reivindicarían a través de diversos films este análisis perverso, vulgaridad expresa mediante, de las flaquezas de una sociedad francesa cambiante desde el ansia revolucionario del mayo sesentayochista hacia el despertar del socialismo pragmático Mitterrandesco. Un mundo nuevo que prometía el sueño de la socialdemocracia nórdica, la libertad sin lucha de clases y que acabaría convirtiéndose en pesadilla pequeño burguesa de infidelidades, perdedores del amor, el sexo y el trabajo, de familiaridad aburrida y monótona. Sí, Les brozés font du ski puede incitar a la risa, aunque en ocasiones sea la carcajada rota de una desesperación a punto de explotar.

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