Lo mejor de 2013 por… Rubén Collazos

Los tops individuales pueden resultar una de esas grandes herramientas para dar a conocer títulos, aunque en años como el pasado también una ardua tarea debido a la cantidad de jugosos títulos que nos dejó el 2013, no únicamente en la vertiente de distribución y estrenos, donde cada vez encontramos mayor riesgo entorno a títulos que deben llegar y, por suerte, las distribuidoras de cine minoritario o independiente se encargan de traer, sino también en cuanto a trabajos que han pasado por nuestro país gracias a la diversidad de festivales de toda índole.

Así, podemos hablar de una amplia variedad de títulos que desgraciadamente se han quedado a las puertas del top pero nunca está de más reivindicar. Especialmente rico ha sido el año en cuanto a cine de género, que por una vez se ha conseguido ganar el beneplácito del público (algo que cada vez se antoja más difícil) con títulos como Tú eres el siguiente o Expediente Warren: The Conjuring, y otros que quizá no se han ganado la simpatía en un grado tan amplio, pero bien merece reivindicar, caso de la juguetona, hábil y superior a su predecesora Insidious 2 o del magnífico ejercicio formal que constituye Grand Piano de Eugenio Mira, devolviendo al cineasta a la mejor versión de su cine. La comedia, otro de esos grandes denostados, también ha traído grandes trabajos como esa autoconsciente y maravillosa Juerga hasta el fin o la genial Turistas de Ben Wheatley, sin olvidar aportaciones más que estimables como ¿Quién mató a Bambi? o la maravillosa Blind Detective, uno de esos títulos que crecen en la memoria. Continuando en la línea del cine oriental, han vuelto grandes autores como Hong Sang-soo y su En otro país, el Drug War, también de Too, que se vio en Sitges, o ese bello (y desquiciado) homenaje que traza Sion Sono en Why Don’t You Play in Hell.

Cambiando de tercio, la animación también ha dejado una buena cantidad de títulos a rescatar, empezando por el Monstruos University de Pixar, que conquista con ese último y brillante pasaje, o la vuelta del genio de la animación independiente Bill Plympton con Cheatin’, sin dejar a un lado la última joya del país vecino, esa Ernest & Celestine que llega un tanto tarde —aunque más vale tarde que nunca— pero bien merecía poder verse en la gran pantalla. Tampoco hay que obviar la cuota de cine español, donde encontramos trabajos loables como A puerta fría, una de las sorpresas del pasado año, la ya citada nueva película de Santi Amodeo, esa sugestiva propuesta que era el Baztan de Iñaki Elizalde o la (gran y valiente) apuesta por el mejor cine de autor con Arraianos de Eloy Enciso.

Le Week-end

No puedo terminar este primer acto antes de entrar en materia sin citar grandes trabajos como el Django desencadenado de Quentin Tarantino, la maravillosa culminación de su trilogía por parte de Linklater con Antes del anochecer, el crudo y conmocionante retrato ejercido en el Heli de Amat Escalante, ese bellísimo relato en clave documental llamado Searching for Sugar Man, esa pequeña y deliciosa joya british que se llevó algún galardón de San Sebastián titulada Le Week-end o el brutal ejercicio reflexivo realizado por un inspiradísimo Jem Cohen en Museum Hours. Títulos todos ellos que bien podrían haber tenido su lugar en la lista pero por unos motivos (ser fieles al precepto “maldito” de la web, aunque en ocasiones a uno le llamen censor… ¡ja!) u otros (no poseer tanta calidad) no lo han hecho.

Ya, sin más dilación, las afortunadas (o no, eso ya depende de quién sopese) de estar en el top de un humilde servidor. Disfruten y, si alguna quedó por el camino —especialmente las más pequeñitas—, ¡no duden!

 

10 — Simon Killer (Antonio Campos)

Había oido hablar ya del talento de uno de esos nuevos autores independientes tras su debut con Afterschool, pero no había llegado a corroborar hasta donde llegaba ese talento. Simon Killer era, pues, parada obligatoria en la pasada edición del D’A, y es que con un abanderado como Brady Corbet y la etiqueta de thriller, pocos incentivos más se necesitaban. En ella, Campos arma un thriller psicológico de envergadura donde la falta de rumbo del protagonista y el sexo terminan construyendo una espiral que le hace descender directamente entre sus peores pesadillas. Ahí, el cineasta aprovecha sus cartas y sabe dotar al film de una atmósfera que nada sería si no fuese por ese brutal clímax y su sorprendente final, uno de esos que obligan a reflexionar y, más que nunca, a poner en orden unas ideas que Campos parece tener muy claras. Bienvenidas sean, pues.

 

9 — Children of Sarajevo (Aida Begic)

El nuevo cine de la zona de los balcanes ha despertado grandes elogios en los últimos años, y aunque Aida Begic parecía uno de los nuevos talentos a destacar, lo cierto es que el poco esmero en generar un poco más de interés entorno a su Children of Sarajevo (por aquel entonces, en su pase en el D’A, sólo existía un poco sugestivo clip) no incitaba al visionado. Nada mejor, no obstante, que entrar libre de prejuicios (en el sentido de no saber que esperar) a una sala: el prodigio —para las características y el ámbito cinematográfico del que proviene— técnico que constituye un film formalmente tan esmerado y la tenacidad, inteligencia y sensibilidad de Begic hacen el resto. Nada como observar una de sus primeras escenas, donde el bombardeo sobre Sarajevo parece presente, para constatar la importancia de que dota Begic a los pequeños detalles, que terminan constituyendo en un plano más emotivo una de las mayores bazas de una Children of Sarajevo sobre la que nunca se habrá hablado lo suficiente. De elogio.

children of sarajevo-2

 

8 — The Battery (Jeremy Gardner)

Jeremy Gardner es un barbudo que ha llegado para enamorarnos y lo ha conseguido. Su trailer ofrecía grandes expectativas, una suerte de despreocupación entorno al apocalipsis zombie se ceñía sobre él, y el primer visionado fue de esos que colman emociones, que dan un indicio de que tras un film hay algo grande. Había que repetir en Sitges, y así fue: el segundo constató que Gardner es uno de los talentos a seguir, y no solamente por el refrescante trabajo ejecutado con The Battery, sino por el mimo en la descripción (esa búsqueda de dos carácteres, llamémoslos antagónicos, está perfectamente construida), el esmero en manejar cada género en su momento y saber tanto hacer reír como tensar la cuerda en un inamovible y fatídico plano, y la innegable capacidad para redirigir en todo momento la propuesta hacía el lugar adecuado, hacen de este debut una de esas piezas imprescindibles del «mondo zombie» que, además, enamoran. Gracias, señor Gardner.

 

7 — Spring Breakers (Harmony Korine)

Las bitches llegaban a Sitges en 2012 causando un gran revuelo tras su paso por Venecia, y lo cierto es que para alguien que no se había acercado al cine de Korine, el reto planteado era todavía mayor: intentar comprender un cine tan particular como parecía el de Korine sin contexto y disfrutarlo en todas sus vertientes. Aquella noche en Sitges, el entendimiento se fue a la mierda y sólo quedaba la fascinación, ese halo que te deja flotando en una nueva dimensión de la que no puedes huir, sales como gravitando. Un visionado puede distar en mucho de otro, así que con su estreno, ya en 2013, tocaba comprobarlo: la sensación fue exactamente la misma. Todo ello unido a la colosal labor de un James Franco superlativo, a la descripción de un universo desvelado con ese tono irónico y al acertadísimo compás entre forma y fondo, hacían sin duda de Spring Breakers uno de los títulos imprescindibles de la temporada.

spring breakers-2013

 

6 — The Lords of Salem (Rob Zombie)

Esperadísima: sus primeras imágenes impresionaban y daba la sensación de que Zombie había construído un universo formal más compacto, si cabía. Pero durante su primer pase en Sitges aparecieron los pitos y los abucheos. Obviamente, había que comprobar que nos había deparado Zombie en esta ocasión, y es que los abucheos, incluso el hecho de que me desaconsejaran ir a verla, nunca será algo que detenga a un servidor (Blind Detective sería otro buen ejemplo). Tras verla, se podían comprender en cierto modo esos abucheos: fans de Zombie decepcionados y un público que, a mi entender, no comprendió la concepción de un film que se arroja a una vía más clásica de ver el terror; un terror de tono, de contención, de espacios, de pequeños puntos de fuga en forma de clímax pero, ante todo, de atmósfera. De modular aquello que es tan difícil de comprender y darle la forma adecuada. Sencillamente, sobran las palabras. Chapeau por Zombie, y que vuelva pronto.

5 — La plaga (Neus Ballús)

La plaga era otro de esos ejemplos de asistir a la sala de cine sin conocer demasiado sobre el film que se proyectará. Habiendo pasado por la Berlinale, el poco esperado (uno siempre desea que festivales así duren más) del D’A hacía acto de presencia. Ante el espectador, una historia coral repleta de ese tipo de personajes que poblarían cualquier drama social patrio, pero ataviados por una distancia enorme, casi radical, en el tratamiento que ofrecía Ballús a sus historias. Porque, por norma habitual, el propósito más cercano de no pocos cineastas es el de meter el dedo en la llaga, hacer que duela pervirtiendo el drama. La cineasta catalana, en un acto de pura honestidad, logra que el drama no se esconda tras la desdicha, que el drama fluya y sea uno más, mostrándonos la cara amable y cercana de un grupo de personas que jamás habría sentido así de no ser por Ballús. No se puede pedir más a un debut en ámbito nacional: porque despojarse de todos los malos hábitos es tan difícil como hacer que la emoción fluya, y La plaga lo consigue como pocas lo habían logrado hasta ahora.

 

4 — The Sacrament (Ti West)

El tipo que nos sorprendió hace unos años con su The House of the Devil, empuñando aquel terror donde la atmósfera y el tono eran tan importantes, volvía con la trupe habitual que recorre a día de hoy cuantos films independientes de género se realicen (esto es, Swanberg, AJ Bowen y Amy Seimetz, trío que también sobresalía en Tú eres el siguiente) con un doble reto: lograr que en el retrato sobre un suicidio masivo dentro de una secta se palpase el terror, y hacerlo tan bien que apenas se notase el influjo del magnífico fragmento de Gareth Evans para V/H/S/2. Objetivo cumplido. Ti West nos acerca el terror a un plano tan terrenal y cercano que, cuando quieres darte cuenta, ya no puedes huir de él. Hay algún pequeño golpe de efecto, pero The Sacrament consigue que la retina del espectador esté tan extrañamente fascinada por ese puro horror, que apartarla se antoja algo casi imposible. Sinceramente, hacía tiempo que no vivía una experiencia tan cruda y terrorífica.

 

3 — Stoker (Park Chan-wook)

Uno de los mayores talentos (por no decir el mayor) de la cinematografía coreana llegaba a Estados Unidos y las dudas, como siempre que un director cruza el charco, se cernían sobre su nuevo proyecto. Además, que el reparto incluyese a una Nicole Kidman que parece desposeída de cualquier rasgo de emoción tras tanta operación estética, no generaba confianza. Pero los ojos del espectador en Stoker no se posan precisamente sobre la gloria australiana venida a menos, sino sobre la que está por llegar: Mia Wasikowska, otro nuevo talento «aussie» hacía su aparición y dotaba de un poderío al film que, acompañado por el talento sobrenatural (y fuera de toda duda) de Park Chan-wook, hacían de Stoker una cita imprescindible. Hablando claro y sin paliativos: el nuevo trabajo de Park Chan-wook es su mejor película desde Oldboy. Que este guión estuviera en la llamada Black list es la enésima explicación de porque en Hollywood se cuece lo que se cuece.

Stoker

 

2 — Lore (Cate Shortland)

Si en el párrafo anterior hablaba de talento australiano ante las cámaras, en esta ocasión el talento se encontraba tras ellas. Rodada en Alemania, el nuevo trabajo de uno de esos talentos del cine australiano que estaba por explotar llegaba tras su sugestiva tentativa en Somersault, hace ya más de una década, y la eclosión de un personalísimo y sensitivo estilo surtía efecto. Como ya sucediera en su anterior film, la portentosa elección del reparto, encabezado por una Saskia Rosendahl sin cuya presencia no se comprendería Lore, hacía de este trabajo un portentoso mosaico en el que algo tan sencillo como uno de esos relatos de maduración se transformaba en algo más. Los detalles, siempre presentes en el cine de Shortland, volvían a constituir parte de un trabajo que logra en un espacio tan extrañamente intimista lo que pocos cineastas atisbarían, y que hasta ahorra no he encontrado mejor palabra para definir: doler.

 

1 — Sólo Dios perdona (Nicolas Winding Refn)

Cuando los silbidos resonaban en Cannes, servidor se frotaba las manos. Y es que para qué negarlo, que Drive hubiese reportado a Winding Refn una legión de seguidores, no significaba que fueran a aplaudir su cine a partir de ese momento, menos cuando estamos ante el autor de piezas tan sugestivas y arriesgadas como Valhalla Rising o Bronson. Que Sólo Dios perdona hubiese recibido esos abucheos era sólo una señal: el danés había vuelto sobre sus pasos, y la ansiada continuación de Drive (?) había causado perplejidad. Como hablar sobre su nuevo film en apenas unas palabras es algo que se me antoja difícil por la cantidad de capas y aristas que tiene el mejor trabajo hasta ahora del autor de Pusher, diré que sentirse atrapado, fascinado e hipnotizado de ese modo en una sala de cine era algo que llevaba tiempo sin experimentar, casi desde que Lynch nos dejase su Inland Empire, y que todo ello me lleva a una inevitable pregunta: ¿para qué más?

Only God Forgives #2

 

Un comentario en «Lo mejor de 2013 por… Rubén Collazos»

  1. Buen repaso del año, aunque admito que no he visto casi ningún film de tu top (y no me apasionó Spring Breakers, aunque admito que es interesante). Un saludo.

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