L’amour fou (Jacques Rivette)

Jacques Rivette es una de las gemas más subestimadas de la ‹Nouvelle vague›, a pesar de que su autor es uno de los menos reconocidos dentro del movimiento francés. Si bien hemos venerado a J. L. Godard y a François Truffaut como los padres fundadores, es igualmente crucial inscribir el nombre de Jacques Rivette en ese panteón de la cinematografía francesa. Ahora, por suerte, Atalante nos trae el estreno de L’amour fou, una de las obras más esperadas del autor, junto con otras joyas de su filmografía.

La trama de la película se desarrolla en torno a Sebastian, personificado por Jean-Pierre Kalfon, un antiguo director teatral que está al mando de una producción de Andrómaca de Jean Racine. En esta obra, su compañera, Bulle Ogier, deslumbra con un papel protagónico. Andrómaca, que literalmente significa la lucha de un hombre, sirve como un marco que encapsula tanto la esencia de la película como la condición humana en su totalidad.

L’amour fou narra el desmoronamiento de una pareja, donde uno es un director de teatro y la otra es actriz. Es un profundo viaje a través de los desafíos y tormentos de una ruptura amorosa, explorando sus arrebatos de violencia, sus momentos de irracionalidad y la intensidad emocional de quienes la experimentan. La película nos sumerge en los fuegos ardientes de la pasión y el desengaño, revelando las complejidades de las relaciones humanas y la fragilidad del amor.

Siguiendo la estela característica de la ‹Nouvelle vague›, la película entrelaza la ficción y la realidad de tal manera que resulta difícil distinguirlas, fusionándolas en una única unidad caótica y desenfadada. Sin embargo, en este caso, la tensión alcanza un calibre notablemente elevado, añadiendo una capa adicional de intensidad a la narrativa. Esta amalgama de elementos crea una experiencia cinematográfica única, donde los límites entre lo ficticio y lo real se difuminan, invitando al espectador a sumergirse en un mundo de ambigüedad y visceralidad.

Jacques Rivette plantea un juego cinematográfico en el que el propio medio se convierte en un espejo de la vida misma. Su obra se erige así como una sala de espejos donde se reflejan y distorsionan las complejidades del amor, desde su floración hasta su inevitable quiebre, y posterior recomposición. Además, Rivette explora los entresijos del arte cinematográfico y los ensayos, así como aquello que suponen tanto para los personajes como para los espectadores, desafiando constantemente nuestra percepción de la realidad y cuestionando si estamos verdaderamente preparados para vivir las experiencias que nos ofrece.

Una forma de hacer cine vibrante que parece haber desaparecido en gran medida es aquella que no se refiere únicamente a la calidad técnica o estética, sino al compromiso cinematográfico. La grandeza de la ‹Nouvelle vague› radicaba precisamente en este compromiso con el propio medio, la imagen y la urgencia de expandir los límites dentro del marco de la pantalla de cine. Se trataba de convertir el cine en un universo que trascendiera lo meramente visual, que nos impactara en lo cotidiano y, al mismo tiempo, nos hablara de temas universales. Esta búsqueda constante por llevar el cine más allá de lo superficial y conectar con la esencia de la experiencia humana es lo que hizo que la ‹Nouvelle vague› perdurara en la memoria colectiva como un movimiento revolucionario y transformador.

¡Que dios bendiga a Jacques Rivette!

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