La cerillera (Jean Renoir, Jean Tédesco)

La pequeña cerillera de Hans Christian Andersen es una de las obras literarias ambientadas en Navidad (en Nochevieja para ser más exactos) que ostenta un mayor número de adaptaciones cinematográficas. Una de las primeras y en opinión del que reseña, la más poética, emblemática y magistral de entre todas ellas, fue la que dirigiera allá por finales de los años veinte el maestro Jean Renoir en colaboración con su colega Jean Tédesco. El joven Renoir era un inexperto e inquieto cineasta con una curiosa tendencia natural por experimentar con los nuevos lenguajes cinematográficos que empezaban a surgir tras la aparición del sonoro y por tanto anhelante de ofrecer a los espectadores más exigentes de aquella época obras cargadas de un intimismo exacerbado para así diferenciar sus cintas de los cánones más estándar del cine producido en serie por los grandes estudios.

La cerillera

La cerillera de Renoir es fundamentalmente un mediometraje de cine mudo de autor que se encarga de trasladar en imágenes de elevada carga metafórica el universo deprimente y demoledor de la obra de Andersen, empleando para ello un esquema metalingüitico que transgrede la línea divisoria que separa al cine de la literatura y del arte pictórico. Y es que Renoir parece no mostrarse interesado en llevar a cabo una adaptación fiel de la obra de Andersen, sino que básicamente opta por captar el espíritu fatalista del texto del autor danés para idear una bellísima fábula onírica poseedora de una potente armadura visual que la emparenta con los films más aguerridos del maestro del mudo Jean Epstein.

Porque si hay un elemento diferenciador en La cerillera con respecto a las películas mudas más convencionales es su apuesta por la narrativa a través de imágenes, ya que Renoir apenas emplea carteles de diálogos para hacer fluir la narración siendo el montaje y los acompasados gestos de los actores (principalmente los de la maravillosa actriz Catherine Hessling, mujer de Renoir por aquel entonces) los recursos representativos primordiales que dibujan los trazos de diálogo que desarrollan la obra.

Renoir, a partir de una aparentemente sencilla puesta en escena, hará gala de un virtuosismo técnico superlativo al insertar en el esqueleto de su criatura unos llamativos efectos visuales logrados gracias a unas complejas técnicas de superposiciones y fundidos que ayudan a dotar al film de una atmósfera conquistada por el universo de las pesadillas y sueños infantiles, una práctica muy del gusto del director francés en sus primeros trabajos.

La cerillera

Podemos dividir el mediometraje en dos partes diferenciadas. En la primera parte la cámara se centra en seguir los pasos a través de las nevadas calles de un pequeño pueblo de una joven vendedora de cerillas, que en la última y fría noche del año abandona el mísero chamizo que hace las veces de su hogar para vender cerillas en un céntrico y elegante barrio. En estos primeros compases, Renoir se preocupa por retratar una atmósfera de angustiosa y asfixiante realidad. La pequeña cerillera pasará desapercibida ante los ojos de los adinerados burgueses que acuden a un local para celebrar el fin de año. Nadie simula apiadarse de la débil presencia de la niña, salvo un galante joven que ante la necesidad de encender un cigarrillo parece acercarse a la cerillera. Sin embargo, finalmente el joven entrará en la sala de fiestas sin adquirir la mercancía de nuestra protagonista, la cual carente de zapatos que dispensen el aporte calorífico preciso durante la glacial noche y cansada tras no obtener ningún fruto de sus intentos de venta, se sentará a la intemperie de un mustio cobijo para pasar la noche.

Nuestra pequeña cerillera tratará de calmar el frío, tanto del ambiente como del afecto humano, encendiendo una cerilla. El minúsculo fósforo proporcionará a la inocente infante el calor necesario para hacerla experimentar un bello sueño en el cual la cerillera abandonará por un momento la miseria económica y tristeza que persigue su existencia para convertirse en una risueña joven que disfrutará de una placentera jornada festiva en una tienda de juguetes, que simbolizará ese paraíso perdido al que nunca pudo acceder. La cerillera jugará con muñecas articuladas que bailan al son de la música clásica, con simpáticos ositos de peluche que parecen cobrar vida y con una escuadrilla de soldaditos de plomo liderados por una figura que posee el rostro del apuesto joven que estuvo a punto de adquirir su mercancía.

Así, la joven vivirá una breve fantasía emanada del mundo de los sueños que transformará en luminosas y alegres luces la oscuridad imperante en la sombría realidad. Sin embargo, este efímero oasis se verá interrumpido por la súbita aparición de un soldado que representa a la muerte que acude a la feliz juguetería reclamando la vida de la cerillera. El jefe de los soldados de plomo se prestará a ayudar a huir a la joven de la muerte a través de una alucinante cabalgada a través de los cielos, sin embargo los intentos por salvar a la cerillera serán infructuosos, puesto que nadie puede escapar de la invitación que envía la muerte.

La cerillera

A diferencia de la obra de Andersen, en la cual el trayecto recorrido por la cerillera era acompañado por una serie de personajes secundarios que intensificaban el carácter trágico del relato (como el de la madre y fundamentalmente el de la abuela de la vendedora de fósforos), en la película de Renoir la acción principal reposa únicamente en el personaje principal que da título a la obra, al cual se adhieren el del joven que se encuentra en la fiesta de nochevieja y el de la muerte, siendo el resto de personajes meros caracteres simbólicos que intensifican el carácter onírico de la trama. Renoir confronta con virtuosismo y elegancia la demoledora realidad del día a día con la majestuosa irrealidad del mundo de los sueños, de modo que únicamente nuestras más profundas fantasías serán capaces de esbozar un universo alegre y esperanzador. El cineasta galo centra su atención en denunciar la miseria moral existente en el mundo real, así como el carácter fugaz que ostentan esos pequeños momentos de esperanza que proporcionan los sueños. La cerillera de Renoir es sin duda una adaptación libre, innovadora y emocionante del cuento de Andersen, así como una muestra germinal de la capacidad y el talento de Renoir para llevar a cabo obras de una singular profundidad partiendo de historias sencillas y cotidianas.

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