Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne… a examen

A los directores belgas Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne les conocemos por su amplia filmografía que centra su mirada en el drama social. Estos días es Tori y Lokita la que llega a cines españoles tras varios premios en importantes festivales europeos, donde siempre confían en su cercana mirada a los problemas más desgastados de la sociedad actual. Aún así, los hermanos se dieron a conocer en el cine de ficción con un tema totalmente ajeno a lo que sería su propio estilo, y no por ello carente de interés y personalidad, siendo una invitación a su primera aproximación al cine toda una sorpresa, contemplándola con la perspectiva que nos ofrece el tiempo.

Tras unos primeros años interesados en el documental, nos descubren con Falsch la última obra escrita por el dramaturgo belga René Kalisky, una historia que se acoge a lo bíblico por tomar como punto de partida la historia de José y sus hermanos. Un apunte a pie de página que transmuta en un protagonista, Joseph, también conocido como Joe o El niño, un amante padre de nombre Jacob que siempre anhelaría a su hijo y unos hermanos que recelan de ese interés del padre hacia su otro hijo.

Dentro de la idea de reproducir una obra teatral en el cine, Falsch toma como escenario un aeropuerto solitario donde rearmar un reencuentro familiar muy especial. Para ello sucumbimos a una paleta de colores azulados, donde los exteriores son nocturnos y los interiores quedan iluminados por luces de neón de la cartelería de las tiendas, dando un aspecto gélido que rompe físicamente con el verdadero drama narrado con tesón. La película data de 1987 y la obra póstuma se terminó en 1981, por lo que podría tratarse de una historia actual en sus representaciones de escena y con elementos como Coca-colas, patines en línea y algunas selecciones musicales que rompen en realidad con su temática: un hombre que siendo joven marchó a Estados Unidos alejándose de la 2ª Guerra Mundial, y que vuelve cuarenta años después para reconciliarse con los recuerdos de su familia. Esto combina con las atmósferas tenues que le dan un aspecto de irrealidad que tan bien acompaña al relato, además de un estudiado vestuario para cada uno de los personajes, emplazándolos a una personalidad, un estatus o una época concreta. No olvidemos que esto es una fiesta para Joseph, el hijo pródigo.

Tiene un comienzo divertido, rítmico y capaz de romper los esquemas de su protagonista, una invitación a una fiesta en la que presentar a sus trece personajes implicados: hermanos, padres, tíos y un ya lejano amor, donde parece existir una barrera temporal entre el recién llegado y el resto de implicados.

A partir de prolongados diálogos que reviven temas nunca tratados, recuerdos olvidados y reproches congelados por el tiempo, vamos descubriendo la historia de una familia judía desarmada en los inicios de la guerra, con diferentes finales, todos sumidos en un drama que compartido en voz alta parece sanador y capaz de ir cerrando ciclos. Ajenos a la típica representación teatral, los hermanos Dardenne le aportan un nuevo foco al libreto, y aunque se centran en un único escenario, lo van moldeando utilizando distintas ubicaciones, e incluso reproduciendo escenas del pasado a un mismo tiempo para focalizar el significado de lo que se va narrando.

De todos modos, el peso recae en unas interpretaciones impecables, donde cada personaje tiene la posibilidad de exorcizar sus propios monstruos, convirtiéndose ese impersonal aeropuerto en una especie de purgatorio donde bendecir el olvido y las promesas nunca cumplidas de un adulto con una vida ya a sus espaldas que obtiene una oportunidad de traspasar las barreras del tiempo para reconducir aquello que mantuvo siempre reprimido.

A través de una familia y un nombre cuyo legado ha quedado disuelto en las ruinas de una guerra, los directores saben rearmar la historia para que la convivencia en un mismo plano de distintas generaciones con distintos finales puedan interaccionar en una especie de presente en el que se le regala al espectador una visión poliédrica de unos ideales de amor que pasan por lo familiar, material o situacional, con una concepción especial del recuerdo que siempre queda ajado por el egoísmo personal.

Falsch es un elegante ejercicio cinematográfico para unos recién llegados que juguetearon con la ficción en su plenitud sin dejar de ser fieles a lo que posteriormente sería su marca, pues la película rezuma humanismo dentro de su propio conflicto y los retratos siempre han sido la mayor inspiración de los Dardenne, por lo que sí, la excepción puede confirmar la regla.

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