Deafness (Miroslav Slaboshpitsky)

Deafness

The Tribe, el debut del ucraniano Miroslav Slaboshpitsky que tantos elogios está levantando entre aquellos que ya lo han podido disfrutar, tuvo su origen (como tantos otros filmes: Carne de neón, Saw, Distrito 9, Rare Exports…) en un cortometraje previo de su director, titulado Deafness, que explora la tensión ambiental que se respira en un centro de jóvenes sordomudos. En este pequeño trabajo (son apenas diez minutos de metraje) se perfila perfectamente la figura de un gran cineasta en ciernes, aun cuando la obra en sí diste mucho de ser plenamente satisfactoria. El origen de estas buenas sensaciones estriba, a mi entender, en dos razones: la voluntad de estilo y la capacidad para asumir riesgos. La primera resulta evidente atendiendo a su plasmación formal: un único e inteligente plano secuencia que juega hábilmente con la profundidad de campo, al tiempo que enfría el tono de la narración (o lo carga de un suspense velado pero perceptible) negándose a acompañar las imágenes con música incidental. Tampoco hay diálogos (diálogos hablados, al menos), una decisión que conecta directamente con la segunda de las razones expuestas con anterioridad y que, obviamente, tiene además una explicación dramática, estando los personajes que la protagonizan negados para el uso de la palabra. Pero esto, que suena a perogrullada, no lo es tanto, ya que hay otros métodos (pienso en el uso de subtítulos) para transmitir unos determinados hechos al espectador y hacer, en consecuencia, comprensible el relato. Pues bien, Slaboshpitsky prefiere mantenernos al margen de todo ello, obligándonos a contemplar una escena violenta y tensa cuyo trasfondo se nos niega radicalmente. Vemos sin comprender del todo y, más importante aún, vemos sin escuchar. Nos convertimos, como los propios personajes, en sordomudos.

Deafness

El título del cortometraje adquiere, así, una dimensión más profunda, al tiempo que la idea del filme gana en atrevimiento. Lo que el ucraniano hace es, básicamente, sumergirnos en una trama de la que desconocemos todo: origen, desarrollo, consecuencias, desenlace. Plantados en el territorio de la pura especulación, el espectador sólo logra aprehender la atmósfera de amenaza que se vive en ese centro, consiguiendo, de paso, neutralizar la imagen lastimera que uno proyecta, casi sin querer o sin darse cuenta, sobre el mundo de los discapacitados (sea cual sea su discapacidad). En Deafness hay, principalmente, aroma de cine turbio y criminal, de ardua supervivencia en un microcosmos social regido por la corrupción. Aunque todo esto, claro, está más sugerido que expresado literalmente. He ahí, también, uno de los motivos por los que el film puede resultar frustrante: uno debe intuirlo e interpretarlo, pero nunca podrá entrar en él de lleno. Sería fácil considerarlo un extracto o fragmento de otra película posible (¿The Tribe?), si bien lo osado de su planteamiento y su virtuoso y gélido acabado estético (con ecos de Haneke, Garrone y otros tantos forjadores de universos duros, realistas e inhóspitos) permiten contemplar en ella el germen de un cine futuro mayor, valiente y sin duda prometedor. Habrá que ver la citada opera prima del ucraniano para saber si esta percepción es cierta o equivocada.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *