Crulic – The Path to Beyond (Anca Damian)

Hace no mucho destacábamos el carácter híbrido de Color de piel: Miel, por su la valentía y la sugerente dialéctica que establecía la fusión de diferentes técnicas de animación e imagen real con respecto a la historia que retrataba. Hoy traemos otro inclasificable documental animado europeo que sublima esta técnica de combinación de estilos, forzando y superando los límites del lenguaje cinematográfico en cuanto a su representación. Su nombre es Crulic – The Path to Beyond, coproducción rumano-polaca dirigida por Anca Damian, gran triunfadora en el festival de Annecy y presente en gran parte del circuito festivalero mundial, incluida su participación en la nueva sección Animaficx del Festival de Gijón, en la que no resultó premiada para indignación de muchos, entre los que se encuentra quien suscribe.

Exhaustivamente documentado, retrata la vida del rumano Claudiu Crulic comenzando por su deportación en coche fúnebre desde Polonia hasta su país natal para realizar posteriormente un repaso a toda su existencia, centrándose en los motivos que condujeron a su muerte, a saber, una prolongada huelga de hambre como reivindicación de inocencia por un crimen que no cometió y dio con sus huesos en una cárcel polaca. Narrada en primera persona por el propio Crulic más allá de la sepultura, permite una identificación primaria con el protagonista que va más allá de la crítica al sistema, más que evidente, alcanzando el retrato de la decisión de un hombre que nunca pretendió ser mártir en su camino al más allá que referencia el título.

La propia directora declaró que la elección de un medio como la animación para sacar adelante este proyecto derivó de la necesidad de unir múltiples testimonios y fragmentos de vida que no necesariamente tuvieran que coincidir entre sí, remarcando su carácter de documental ficcionado. Asimismo, siendo las posibilidades del medio animado infinitas, se multiplica la potencia del impacto narrativo de la propuesta, resultando en un grado de conexión con la existencia del protagonista mucho mayor de lo que supondría un acercamiento real

El tono sombrío que establece la muerte del protagonista en los primeros compases de la cinta evoluciona rápidamente en uno más ligero y jovial, reflejando de manera irónica y viva la infancia y adolescencia de Crulic, uno más de los rumanos que crecieron en las postrimerías de la dictadura de Ceausescu y se vieron obligados a salir del país para ganarse la vida. La segunda parte, más seria y reflexiva, retrata los vanos intentos de nuestro kafkiano protagonista para comunicarse según los códigos de una burocracia desfasada, superado por una situación de solución aparentemente sencilla que se extiende en un mar de papeleo y falta de interés. El exceso dramático en el que podría caer la narración en éste tramo (una clase de Hunger sin convicciones políticas) queda reprimido por la cínica y desencantada mirada del difunto, representación del humor triste y seco de la población rumana y muestra de la alternancia de risas y llantos que supone la vida. Esta habilidad exquisita a la hora de alternar y fusionar tonos destaca como una de las mayores virtudes de la obra y del hacer de la directora.

Con respecto al inmenso repertorio de técnicas empleadas en su creación destaca el empleo masivo de collages, ‹stop motion› y fotografías fijas con fondo animado a modo de video arte, cuya rápida alternancia le confiere a la obra una impredecibilidad que sumerge al espectador en un torrente visual incomparable. Adquiriendo una dimensión argumental que supera su carácter puramente plástico destacan soluciones visuales como la del doctor arrancando fragmentos del rostro de Crulic, recortados literalmente de la animación, los descarados (sin cara) miembros del tribunal, subrayando la ceguera de los jueces con respecto a la situación o el progresivo desdibujado de los límites y el contorno del protagonista según se acerca su muerte, como retrato de la desmaterialización física que sufre.

Finaliza con una de las imágenes más bellas de toda la película, la sábana blanca que cubre el cuerpo inerte de Crulic se alza lentamente para visitar de nuevo los lugares que marcaron su vida, en una especie de recorrido final del alma, el camino al más allá. Esta poética imagen es contrarrestada rápidamente con la inserción de varios informativos a modo de material de archivo, que rompen el ensueño animado en el que se encontraba el espectador para confrontarlo de nuevo con una realidad que permanece inamovible ante casos como el de Claudiu Crulic.

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